La ciénaga y el catalejo

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Una de las consecuencias menos esperadas de la pandemia de COVID-19 es que el de por sí enrarecido ambiente político, se ha viciado aún más. Quizás si la epidemia no hubiera azotado con tal fuerza al mundo entero, en México aún sería medianamente respirable el aire que circula en los ámbitos políticos, mediáticos, y particularmente en las redes sociales. Sin embargo, el mes de febrero -cuando la pandemia llegó a México- quedó muy lejos y seis meses después es imposible eludir su impacto en el país entero. Eludir, o escamotear, el impacto de la pandemia en los escenarios social, político, económico, institucional y mediático no solamente es absurdo, sino profundamente riesgoso, puesto que se está desestimando el alcance del acontecimiento más decisivo y contundente, a nivel mundial, del siglo XXI. El menosprecio a la enfermedad de COVID-19 solamente puede ocasionar que las medidas adoptadas para hacerle frente sean insuficientes e inclusive erradas.

Miles de familias, más de 60 mil (de acuerdo a cifras oficiales, aunque se reconoce que hay un sub registro) han llorado a sus muertos; miles también las que han enfrentado la enfermedad sin pérdidas humanas; millones de personas las que han dejado de percibir ingresos (más de 12 millones); prácticamente todo el país estuvo en confinamiento, con las secuelas emocionales y físicas, no estimadas aún, que deja vivir tanto tiempo en el encierro; cientos de miles de estudiantes y docentes obligados a participar en un simulacro de educación por televisión cuyas consecuencias muy probablemente serán funestas; una economía que regresará al nivel de 2019 hasta dentro de 4 años, en el mejor de los escenarios. A las cifras de la pandemia, de suyo ominosas, hay que añadir su efecto en la arena política del país, no sólo ni fundamentalmente de cara a las elecciones del próximo año puesto que es evidente que la pandemia bascula desde ahora en la configuración de los posibles escenarios electorales, sino también en la posibilidad de ver hacia adelante, de ver a futuro, de mirar más allá de la pandemia y sus efectos. Empantanados en la ciénaga de la política actual, definida casi en exclusiva por los partidos y su juego electoral, pocas personas, muy pocas, atinan a sacar la cabeza del fango, y aún menos personas y organizaciones disponen de un catalejo que nos permita ver a la distancia.

El nivel del debate político en el país, salvo su mejor opinión, es lamentable. En gran medida esta situación deriva de dos condiciones, vinculadas entre sí. Por una parte, porque la crítica -o los críticos, mejor dicho- responden a intereses en lo absoluto oscuros: su “pensamiento” está aceitado por la búsqueda de privilegios de los que gozaron en sexenios anteriores: políticos de carrera que quedaron fuera del presupuesto, empresarios sin contratos a modo, chayoteros añorantes de las jugosas dádivas provenientes del poder, entre otros. Por otra parte, el triste debate político obedece al maniqueísmo que reduce las múltiples aristas del pensamiento y las muy diversas expresiones de los diferentes actores sociales a dos colores: blanco o negro, es decir, estás conmigo o estás contra mí. Tanto hacer tabla rasa de la diversidad y el disenso como criticar con ánimo porril significa quitar el oxígeno al pensamiento, lo que se traduce en que la ciénaga se hace más espesa, profunda y peligrosa. Vamos, ni siquiera en las universidades públicas, otrora espacios abiertos a la discusión (al menos en el papel), se han propiciado los diálogos y encuentros que contribuyan a airear el debate político en el país.

Verdad de Perogrullo: el debate político está empantanado, emponzoñado. Basta observar los desfiguros, disfrazados de pragmatismo político, ocurridos en días recientes para presidir la Cámara de Diputados y el Senado; o la enorme cantidad de noticias falsas que circulan en medios y redes, sin empacho alguno de quien las expresa; o el desdén hacia importantes instituciones cuyas acciones se dejan en pendiente por tiempo indefinido (como la designación de la persona que encabece la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, acéfala desde hace dos meses); o los ataques (no pueden calificarse de otra forma) que tirios y troyanos protagonizan diariamente en las páginas de los periódicos, las revistas, las redes y las plataformas digitales; o la ausencia de convicciones ideológicas de los políticos de carrera que les permite brincar de una franquicia electoral a otra con total cinismo; o la absoluta ineficacia del gobierno federal para detener los asesinatos de niñas, niños, mujeres y hombres en Aldama, Chiapas, por parte de grupos paramilitares. La lista podría seguir extensamente, pero con estas breves referencias es suficiente para apuntar que la ciénaga política en que está metido el país es densa y no es sencillo salir, entre otras razones, porque a quien lo intenta lo vuelven a sumir en el lodo. En la ciénaga no hay distingos, nos hundimos todas y todos por igual.

Escapar de la ciénaga no es sencillo, hay que superar lo mismo la pobreza del pensamiento dicotómico como los cantos de sirena que invitan a la restauración del pasado (que, por cierto, ni tan pasado es). Identifico la posibilidad de dejar el pantano en algunos sectores sociales que siguen organizados, movilizados y luchando por sus derechos. Son ellas y ellos quienes tal vez dispongan del catalejo que nos permita ver más allá del fango que nos rodea y nos ahoga.

Por una parte, están las agrupaciones campesinas e indígenas en defensa de sus territorios contra las mineras, el extractivismo, el fracking (que sigue practicándose) y los proyectos desarrollistas en beneficio del gran capital (Tren Maya y Corredor Transístmico, entre otros). Por otra parte, los colectivos de familiares de desaparecidos y desaparecidas que no han cejado en su legítima demanda de encontrar a los suyos, que se haga justicia y la reparación del daño. Un tercer sector con posibilidades de observar más allá de la ciénaga política son las agrupaciones de trabajadoras, trabajadores y jubilados en defensa de sus derechos y en pos de una economía social y solidaria. El periodismo ejercido con ética, autonomía y libertad constituye otro importante referente para tratar de sacar la cabeza del fango y ver un poco más allá de lo inmediato. Las comunidades científicas, académicas y artísticas también pueden aportar miradas, sensibilidades y proyectos con una perspectiva de un mejor futuro, que a todas luces es necesario, y posible.

Pero el sector social que posiblemente disponga del catalejo más potente y afinado son las colectivas de mujeres feministas, en sus muchas, complejas y contradictorias expresiones. Son las mujeres y su larga lucha de tantos años quienes tienen la capacidad de ver más allá de la ciénaga política en la que el país se encuentra sumergido, la pregunta es ¿sabremos escucharlas?

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