Jugar y vigilar

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El año pasado, Shoshana Zuboff publicó un libro fundamental para comprender la dinámica del capitalismo actual: The age of surveillance capitalism. En español el texto ha sido publicado recientemente por editorial Paidós con el mismo título: La era del capitalismo de la vigilancia. En su libro, Zuboff, académica de Hardvard, propone una tesis altamente sugerente para caracterizar al capitalismo en tiempos digitales: de la misma forma en que la cadena de montaje de Ford fue el eje de la actividad industrial que abrió la puerta a toda una época del desarrollo capitalista (el fordismo), el modelo de negocio de Google (entre otras firmas) ha iniciado una nueva etapa del desarrollo capitalista caracterizada por la comercialización de las predicciones comportamentales de la gente. Si en su momento el fordismo implicó la reorganización de la producción de bienes y servicios con arreglo a los principios de la producción en masa y abarcó desde fábricas hasta escuelas y hospitales, el “googlismo” estaría dando lugar a un capitalismo centrado en la predicción de los comportamientos humanos derivada de la extracción de datos a través de la digitalización, la inteligencia de máquinas, la creación de complejos algoritmos y la comercialización de productos y servicios personalizados.

De ser correcta la hipótesis de Zuboff, el capitalismo de la vigilancia se estaría expandiendo no sólo a través de internet sino de todo lo que se denomine “smart” o “inteligente”: edificios, autos, refrigeradores, centros comerciales, clínicas y hospitales, sistemas de transporte, etc. La vigilancia digital es imprescindible para la extracción de datos que son procesados mediante algoritmos a fin de anticipar nuestros comportamientos y, con ello, dirigir la producción de bienes y servicios con absoluta precisión. En el capitalismo de la vigilancia se explota la experiencia humana, de tal suerte que la producción de bienes y servicios se orienta no sólo (ni quizás prioritariamente) a la satisfacción de necesidades, sino a la creación de deseos y expectativas que serán cubiertas por las mismas empresas que los crean. No hay pierde: negocio redondo.

El llamado por Zuboff capitalismo de la vigilancia es definido como un “nuevo orden económico que reclama para sí la experiencia humana como materia prima gratuita aprovechable para una serie de prácticas comerciales ocultas de extracción, predicción y ventas (Zuboff, S. La era del capitalismo de la vigilancia, p. 13). En este sentido, el corazón del negocio del capitalismo de la vigilancia es la extracción de datos de miles de millones de personas a través de la “inteligencia de máquinas” con el objetivo de comercializar los llamados excedentes comportamentales en un mercado de futuros. El Gran Hermano se queda corto frente al alcance del capitalismo de la vigilancia.

La referencia a la experiencia humana como la materia prima del nuevo orden económico y social inaugurado por el capitalismo de la vigilancia es sin duda polémica y, desgraciadamente, poco desarrollada por Zuboff. ¿A qué alude exactamente con la experiencia humana? A riesgo de mal interpretar a Zuboff, es posible entender que se refiere a las actividades que hacemos no sólo ni fundamentalmente en nuestra jornada de trabajo o de estudio, sino a los momentos de ocio, al tiempo utilizado para transportarnos con el GPS activado, a las horas para ver televisión o dedicadas a las redes sociales, a nuestras búsquedas por internet, a la utilización de Waze o Maps para orientarnos, al uso de la banca en línea, a las aplicaciones descargadas para controlar nuestra presión arterial, las calorías quemadas en el gimnasio o para identificar árboles, flores o pájaros. Alude también y de manera notoria, a las actividades lúdicas sistemáticamente monitoreadas por los dispositivos digitales, ya sea que se trate de juegos en línea, apuestas por internet, consulta de horóscopos y otras artes adivinatorias, visualización de videos, o bien de “inocentes” juegos para conocer nuestros rasgos de personalidad, nuestros animales totémicos, o cómo sería nuestra apariencia si fuésemos mujer (en el caso de los hombres) u hombre (en el caso de las mujeres). Esto es, el capitalismo de la vigilancia despliega un conjunto de opciones y dispositivos lúdicos (el teléfono celular, en primer lugar) como parte de su estrategia para extraer el excedente comportamental que será comercializado en el mercado de futuros del comportamiento.

Esto es lo que ha permitido a Google, Apple, Facebook, Amazon y muchas otras firmas hacerse de extraordinarias ganancias. Por otra parte, el capitalismo de la vigilancia se ha mostrado muy eficaz para identificar e inducir determinados comportamientos políticos y electorales, por lo que se revela también como un instrumento de control político altamente riesgoso para las democracias.

Si en su momento los y las trabajadores se organizaron en grandes sindicatos obreros para hacer frente al capitalismo industrial de corte fordista, en el horizonte inmediato no se vislumbran formas de resistencia al embate del capitalismo de la vigilancia. La lucha por la protección de los datos personales y por controlar a los gigantes digitales es apenas una expresión mínima, y a todas luces insuficiente, para resistir al extractivismo inherente al capitalismo de la vigilancia. Es sumamente difícil construir y organizar resistencias cuando la materia prima de la explotación es la “experiencia humana” y ésta se expresa a través de juegos, actividades de ocio, prácticas banales, divertimentos que no tienen otro objetivo que pasar el rato. No es que la explotación capitalista en el proceso productivo haya desparecido, en lo absoluto, sino que se ha instalado una suerte de explotación de “segundo piso”, esto es, un proceso para extraer inmensas cantidades de datos que permiten hacer predicciones de nuestra conducta; esas predicciones son las que se comercializan y ponen en funcionamiento los procesos productivos de “primer piso” a fin de allegarnos los bienes y servicios que, gracias a la predicción de nuestros comportamientos y pautas de consumo, se sabía que “demandaríamos”. A través de juegos, entre otras estrategias, el capitalismo de la vigilancia escanea nuestras emociones y moldea nuestra conducta, para beneficio de las empresas. Así, estamos ante nuevas formas de relaciones en el capitalismo digital y de vigilancia, esto es, ante nuevas formas de capital. En particular, el capital lúdico estaría en el corazón del proceso de extracción de datos propio del capitalismo de la vigilancia. La pandemia ha venido a reforzar y afinar estas tendencias, sin que hasta el momento hayamos sido capaces de identificar estas nuevas pautas de explotación y, por ende, hayamos construido las instancias de resistencia y lucha.

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