En plena temporada de felicitaciones, buenos deseos, malas copas y consumo irrefrenable, me permito darle a usted este texto a manera de regalo navideño y de año nuevo. Como ocurre con los regalos que no son de nuestro agrado y que suelen llegar a nuestras manos en los intercambios decembrinos, si estas breves y despergeñadas líneas no son de su gusto, regálelas a otra persona, con confianza, haga usted un ejercicio de esa tan saludable y añeja práctica conocida como el roperazo. En este caso, un roperazo más bien simbólico.
Junto con este breve texto, envío a usted mis mejores deseos para el año que asoma; un año que viene con cubrebocas, ejercicios revocatorios en suspenso, promesas incumplidas festejadas como grandes triunfos y una pavorosa línea inflacionaria en continuo ascenso. Pues con todo eso y muchas otras realidades turbias, permítame desearle una i-realidad imaginaria que camine con lo mejor que todas, todos y todes podemos darnos en conjunto. Una i-realidad que, si es posible imaginarla, tal vez sea posible construirla.
Los buenos deseos hacia la gente que queremos, o al menos apreciamos, son proyecciones imaginarias, puentes hacia algo que no existe pero que podría y debería existir (Castoriadis dixit). De igual forma, nuestros entusiastas, y casi siempre traicionados, propósitos de año nuevo, son extensiones imaginarias de eso que no somos pero que podríamos ser, o que estamos siendo, o que tal vez estamos dejando de ser. En realidad (vaya paradoja) antes que nada somos una construcción imaginaria y, como tal, somos verbo antes que sustantivo, un estar siendo siempre inestable e inacabado.
Los buenos y los malos deseos (que no se dicen, pero se piensan y mascullan), los propósitos de arranque de año, la congoja de los meses pasados, la esperanza que inevitablemente se abre con el inicio de un nuevo ciclo, son productos imaginarios, en el entendido de que la imaginación tiene cuerpo, sustancia, materialidad. Somos seres biológicos, psíquicos y sociales; eso que comúnmente se llama seres bio-psico-sociales. Y lo bio-psico-social es también, y sobre todo, imaginario. Así, pregunto: ¿de dónde viene eso que usted imagina? ¿Y a dónde va? Y si me permite ir un poco más lejos en la pregunta: cuando usted imagina, ¿quién imagina a través de usted? Si podemos imaginar es porque hemos sido imaginados, porque hemos sido imaginadas. No se trata de un juego de palabras, o vamos, no tan solo es un juego de palabras, es también, y sobre todo, qué más, un juego imaginario.
Entonces, plenamente instalados e instaladas en el juego, propongo a usted precipitar un poco más allá esta especie de inocua travesura: imaginar al revés. Esta es una provocación lúdica, un aguijonazo divertido, una puya para iniciar el año nuevo con bríos descolocados y ánimos puestos en otra parte. Se trata de imaginar al revés para quizás quebrar un poco, o un mucho, los buenos deseos y los propósitos venturosos tantas veces repetidos y casi siempre abandonados en los primeros días de enero. Imaginar al revés sin tener un propósito definido ni un objetivo preciso. Imaginar sin utilidad. Imaginar al revés para quizás imaginar por fuera de lo socialmente imaginado, o al menos para tratar de situarnos en el borde de lo imaginado permitido, o dentro de lo imaginado prohibido, como usted prefiera.
No tengo idea de cómo imaginar al revés, no sé cómo hacerlo ni cómo empezar siquiera, no conozco caminos ni coordenadas, que yo sepa no hay mapas ni referentes, así que hay que entrarle sin anestesia y sin avisar. Por supuesto, si usted tiene sugerencias, propuestas, iniciativas o experiencias sobre cómo imaginar al revés, o en reversa, o patas pa’rriba, o en contratiempo con aféresis y sin nostalgia, por favor no dude en compartirlas. A las personas expertas en imaginar al revés las conocemos bien a través de sus obras, de sus angustias y quizás hasta de sus silencios, pero por desgracia -o por fortuna- no todos ni todas queremos -o podemos- dedicarnos al arte, a la meditación zen o a la orgía perpetua, así que, si usted tiene idea de cómo imaginar al revés, pase la receta, o al menos señale en el mapa la posible ruta.
Tal vez un elemento clave de imaginar al revés es imaginarnos sin estar al centro de lo imaginado. Para iniciar, habría que eludir por completo la proyección imaginaria de eso que pudimos ser si la rodilla no se nos hubiera chingado. En el mismo sentido, si en los buenos deseos y en los propósitos de año nuevo nosotros, nosotras y nosotres somos actores centrales y hasta exclusivos de lo imaginado, salirnos de esas imágenes proyectadas para escapar de la tentación de seducirnos a la distancia, puede ser una posible vía para imaginar al revés. Es decir, imaginarnos imaginadas e imaginados junto a las demás personas, como alguien más, como otro u otra más; un alguien que existe y su vida tiene sentido solamente en colectivo, en grupo, en manada o como se le diga al hecho de estar juntos y de estar iguales. Imaginarnos no como el centro de algo, así sea nuestro anhelo o nuestra imaginación, sino como parte de un sueño más amplio en el que todas, todos y todes tenemos cabida por igual. Esto es, imaginarnos como parte de un colectivo que se imagina a sí mismo desde la libertad, la justicia y la igualdad.
Me dirá usted, y con justa razón, que ese es el sueño de más de una revolución, que, por cierto, las más de las veces terminó negando la utopía imaginada. De acuerdo, pero que haya sido un sueño fallido no significa que haya que renunciar a imaginar al revés, otra vez. En todo caso, el reto es mayor por cuanto imaginar al revés significa trazar caminos diferentes a los anteriores a fin de construir ese anhelo de libertad, justicia e igualdad.
Y en esa ruta del imaginario alrevesado creo que hay tres momentos muy importantes:
- En primer lugar, y a diferencia de otras transformaciones, esta tendrá un componente feminista, no solamente una alta “participación” de mujeres, sino todo un contenido feminista; es evidente que no hay utopía posible bajo los parámetros del imaginario social instituido actualmente. Eso de “proteger” a las mujeres, suponer que la paridad de género es equivalente a igualdad, y las múltiples violencias ejercidas contra niñas, adolescentes y mujeres, entre otras, son expresiones de un imaginario patriarcal fracasado como horizonte de libertad, justicia e igualdad. Imaginar al revés quizás signifique imaginar desde el feminismo, y desde el lugar que como hombres debemos asumir en ese imaginario invertido.
- En segundo lugar, el imaginario al revés debe ser capaz de imaginar un mundo en el que no solamente tengamos cabida los humanos, sino todo el mundo, literalmente, esto es, descentrar el imaginario antropocéntrico; las buenas intenciones del “desarrollo sostenible” y la Agenda 2030 han demostrado ser eso, buenas intenciones, pero con pobres resultados; al paso que vamos, el calentamiento global será pronto irreversible, con las terribles consecuencias que ello implica.
- En tercer lugar, imaginar al revés puede que signifique imaginar un mundo sin desarrollo, o sin desarrollismo. Parece complicado, pero precisamente de eso se trata: de imaginar más allá de lo socialmente imaginado. Imaginar al revés un mundo en el que la ciencia y la tecnología, el arte y la cultura, el gobierno y la política estén al servicio del planeta, no de los hombres, ni siquiera de los seres humanos. Un mundo en el que plantas, animales, piedras, ciudades, mares, ríos, desiertos, escuelas, montañas, insectos, mujeres, niñas, hombres, ancianos, culturas, gobiernos, y todo lo que seamos capaces de imaginar al revés, tengan cabida y equilibrio.
En fin, tratemos de imaginar al revés al menos nuestro espacio inmediato: la casa, el taller, la oficina, la familia, el parque y todo lo demás que a usted se le ocurra.
Con un abrazo imaginario, y al revés, le deseo lo mejor. Nos encontramos en este mismo espacio el 10 de enero.
