Historia y subjetividad: apuntes en la pandemia

  • 0

El hombre no tiene naturaleza, lo que tiene es... historia.

Ortega y Gasset

Este texto se iba a titular Historia y emociones, sin embargo, opté por referirme a subjetividad porque es una noción más amplia e incluye emociones, sentimientos, afectos, representaciones, entre otros conceptos de difícil precisión. La pregunta que anima esta reflexión es la que cuestiona las relaciones entre la pandemia de COVID-19 y nuestra subjetividad: ¿cuál ha sido la influencia -si la ha habido- de la pandemia de COVID-19 en nuestras emociones, sentimientos, afectos y representaciones? En otras palabras: eso que experimentamos subjetivamente, que puede ser miedo, desesperanza, soledad, vergüenza, depresión, etc., ¿es por un rasgo de “mi carácter”, por un “déficit personal”, por un “problema de mi personalidad”, o bien, obedece a circunstancias de orden social (como la pandemia) que inciden en nuestras subjetividades de manera diferenciada? Por supuesto, cada persona, cada familia, ha vivido estos largos meses de manera diferente, en función de su situación social, su posición económica, sus recursos y estrategias para hacer frente a la adversidad, sus redes familiares, sus personas enfermas, sus personas fallecidas, etc.

Sí, cada quien ha hecho lo que ha podido en función de su historia personal, de sus condiciones, sus capacidades, sus habilidades y sus recursos, lo que no obvia que antes que ser un problema de orden individual, se trata de un fenómeno social con enorme incidencia en nuestras vidas. Para decirlo rápido: la pandemia es ya la principal huella, el acontecimiento decisivo, en la biografía de millones de personas en el mundo. Así como otras generaciones fueron marcadas por movimientos sociales, por guerras, por desastres naturales (los terremotos del 85 y del 2017, por ejemplo), por crisis económicas, migraciones o por golpes militares, estas generaciones están siendo definitivamente signadas por el virus SARS-COV-2 y la enfermedad asociada al mismo. Como lo he señalado en otras entregas, dentro de 10 o 20 años estos tiempos serán recordados mucho más por la pandemia, que por las transformaciones políticas, sociales, económicas e institucionales en curso.

Toda vez que la pandemia es, por antonomasia, un hecho social, es pertinente detenernos a reflexionar hasta qué punto las experiencias ocasionadas por la enfermedad: la pérdida del empleo, la desaparición del negocio, el aislamiento obligado o voluntario, la escuela en línea, el trabajo en casa, el abandono de los estudios, la cancelación de viajes y proyectos, las reuniones y fiestas pospuestas, la muerte de nuestros seres queridos y la imposibilidad de hacer el debido duelo, en fin, las experiencias que cada quien ha tenido en tiempos de pandemia, han sido determinantes en los sentimientos, afectos y emociones que ocupan una buena parte de nuestra subjetividad. La reflexión apunta, evidentemente, a establecer los posibles lazos entre historia y subjetividad, bajo el supuesto de que lo social precede a lo psíquico o psicológico.

Para estimular la reflexión, le propongo un pequeño y sencillo ejercicio. En una hoja (de preferencia grande, de rotafolio o una cartulina) trace usted una línea horizontal: en un extremo de la línea escriba su fecha de nacimiento, en el otro extremo, la fecha de hoy (digamos 12 de abril). En la parte superior de la línea marque todos los acontecimientos de orden social que usted recuerde: sexenios presidenciales, desastres naturales, crisis económicas, devaluaciones, eventos de violencia en su lugar de residencia, políticas económicas o sectoriales, etc. Lo que usted recuerde, como lo evoque, sin preocuparse demasiado si no recuerda las fechas exactas. Posteriormente, en la parte inferior de la línea, marque los acontecimientos significativos en su vida personal: logros o fracasos profesionales, descendencia familiar, fallecimiento de seres queridos, bodas, divorcios o separaciones, apertura o cierre de negocios, eventos violentos como secuestros, extorsiones o asesinatos, viajes, enfermedades, mudanzas de casa, cambios de trabajo, etc. Ahora, trate de poner en diálogo los eventos de la parte superior de la línea con los acontecimientos de la parte inferior; la intención es, evidentemente, establecer las relaciones entre los procesos “macro” o históricos y los procesos “micro” o individuales; por supuesto, identifique la pandemia de COVID-19 y las repercusiones que ha traído en su vida y en la de su familia. Al poner en diálogo los sucesos de la parte superior con los de la inferior de la línea, procure evocar las emociones y sentimientos asociados al evento individual, por ejemplo, al cambiar de casa, al perder u obtener el empleo, durante una extorsión, cuando el nacimiento de una hija o hijo, en fin, lo que usted haya vivido. Con todo respeto, le pregunto: ¿cuáles han sido las repercusiones emocionales de la COVID19 en usted o su familia? ¿Qué ha hecho al respecto?

Este pequeño ejercicio es mucho más rico e interesante cuando se realiza en grupo porque podemos percatarnos de que la historia de otras personas hace eco en nuestras propias vidas; la historia, vivida en y desde nuestra subjetividad, es siempre una historia social. Pongo un ejemplo: cuando las políticas neoliberales obligaron a PEMEX a reducir al mínimo sus actividades, si no es que de plano a desaparecerlas, en ciudades petroleras de Veracruz como Coatzacoalcos, Minatitlán o Cosoleacaque, los despidos de personal no se hicieron esperar, sobre todo de trabajadores de pequeñas empresas proveedoras y subsidiarias de Petróleos Mexicanos. Miles de trabajadores fueron despedidos, por lo que se vieron obligados a llevar el sustento de sus familias de diferentes formas: como taxistas, en el comercio informal, con un pequeño negocio, migrando a otras ciudades, en fin, cada quien sorteó la penuria como mejor pudo. Es un claro ejemplo de cómo la historia (en este caso, expresada a través de las políticas del neoliberalismo globalizado) ocasionó la extinción de pequeñas empresas y, por ende, provocó la desaparición de miles de fuentes de empleo. Ante la pérdida del trabajo, cada persona experimentó emociones y sentimientos quizás semejantes, o no, lo que sí es que cada quien buscó resolver el problema de la falta de ingresos con sus propios recursos, habilidades y capacidades. Hacer conscientes los determinantes históricos que han marcado las trayectorias sociales de nuestras familias, y nuestras propias biografías, es fundamental para devenir en sujetos de historicidad, es decir, en sujetos capaces de hacer nuestra propia historia individual, subjetiva, a partir de lo que la historia ha hecho de nosotros. Esta conciencia permite, entre otras cosas, colocar en su justa dimensión aquellos sucesos detonantes de sufrimiento psíquico, como puede ser la vergüenza que invade al sujeto por perder el empleo.

Durante los años en los que he trabajado con este tipo de dispositivos, no ha dejado de sorprenderme que la gente con mayores carencias, la gente más pobre, tiene enormes dificultades para identificar los eventos de orden social y ponerlos en diálogo con sus experiencias individuales; inclusive tiene enormes dificultades para imaginar y trazar proyectos de vida alternativos. Como lo señala el profesor Vincent de Gaulejac: “en condiciones sociales de supervivencia no es posible imaginar otra vida. Se vive centrado en el aquí y en el ahora, como si la dificultad de las condiciones de vida invadiera el psiquismo, canalizando el deseo exclusivamente sobre la búsqueda inmediata de medios para sobrevivir. Es como si la capacidad de situarse en un pasado y en un porvenir estuviera bloqueada. El sujeto no puede situarse en la historicidad, en la medida en que está totalmente sometido a las exigencias del presente.” (de Gaulejac, V. Las fuentes de la vergüenza).

Ahora bien, una de las consecuencias más funestas de la pandemia en México (y en el mundo) ha sido el incremento de la pobreza. Consideremos exclusivamente a la población en pobreza extrema por ingresos de nuestro país. De acuerdo con el CONEVAL, la pandemia habría repercutido en este sector de población con un incremento de casi 10 millones de personas. Es una cifra terrible, ¡10 millones de personas que se suman a las filas de la pobreza extrema! Y quizás lo peor es que la recuperación de los niveles de vida que había en el país antes de la pandemia, en el mejor escenario, será hasta el año 2025. La recuperación económica es necesaria, pero no suficiente, para que millones de personas en nuestro país accedan a mejores condiciones de vida y, con ello, estén en condiciones de trazar horizontes de un mejor futuro para ellas y sus familias. Sobre el tema, cabe la pregunta: ¿cuáles son los efectos en las subjetividades de 10 millones de personas que han caído en pobreza extrema en México a causa de la COVID-19? ¿Qué se está haciendo para atender las necesidades subjetivas de las personas (pobres y no) afectadas por la pandemia? A decir verdad, me parece que no lo sabemos. Las respuestas a estas preguntas son relevantes más allá del interés académico: representan la posibilidad de que millones de personas incidan en la historia colectiva, desde la re-creación de la historia de su vida; esta re-creación es central para identificar los determinantes sociales (la historia) que han marcado sus biografías, su subjetividad. Se trata de pasar de ser actores pasivos de la historia, a ser sujetos activos de historicidad. Se trata de construir nuevas y diferentes trayectorias de vida, a partir de la devastación dejada por la pandemia.

Reportaje Especial: Especulación financiera con el litio/Aldama: el retorno a la pesadilla- MOMENTUM
Atrás Reportaje Especial: Especulación financiera con el litio/Aldama: el retorno a la pesadilla- MOMENTUM
Notimex, la otra historia
Siguiente Notimex, la otra historia
Entradas Relacionadas

Escribir comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *