Ende y la Torre de Marfil

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Federico Anaya Gallardo

 

Mi amigo el filósofo del Derecho me reclamó el uso de la imagen de la torre de marfil. Otro compañero de debates ha señalado que acaso envidio la condición del marqués Sheridan –y que la ridiculización de sus pretensiones no ayuda en el debate. Por ello he querido presentarte, lectora, mis pensamientos respecto de la organización de nuestra Academia. Como sea... de ese último comentario me queda la tarea de revisar mi intención íntima. (La envidia es un pecado muy ladino –casi tanto como la soberbia.) Al primero de mis comentaristas le recuerdo ahora que también dije que la torre de marfil era bella e imponente –dos adjetivos positivos que no tienen vuelta. Agrego aquí otro: la torre de marfil es necesaria.

 

Uno de los escritores icónicos del siglo XX europeo, Michael Ende (1929-1995) usó en su Historia sin fín (1979, Liga 1) el símbolo de la Torre de Marfil (Elfenbeinturm) como el centro del reino de Fantasía y sitial del poder de una monarca que no reina, sino que cumple todos los deseos: la Emperatriz Infantil (Kindliche Kaiserin), la “amante de los deseos, la de los ojos dorados” y que es el principio vital tanto del mundo real como del fantástico. Diez años antes de morir, en una entrevista con Jean-Luis de Rambures de El País, Ende explicaba así la lógica de su narración: “No puede hacerse ninguna crítica de la sociedad si no va acompañada de una representación utópica del mundo”. Fantasía y la Torre de Marfil son el reino de la Utopía necesaria. Sigue Ende: “Cuando nos fijamos un objetivo, el mejor medio para alcanzarlo es tomar siempre el camino opuesto. ... Para encontrar la realidad hay que hacer lo mismo: darle la espalda y pasar [primero] por lo fantástico.” Ese es el sentido de la saga de Bastián Baltasar Bux. (Liga 2.)

 

La utopía requiere separarse un tanto de lo real, pero no demasiado. Si la separación es excesiva, en la novela de Ende, las personas reales que han sido “viajeros de Fantasía” y buscan dar un nombre nuevo a la amante de ojos dorados, corren el riesgo de perder la razón (el principio de realidad) y quedar confinados en una “ciudad [que] producía una impresión de locura”: la ciudad de los emperadores destronados. No imagino mejor metáfora para las señorías académicas que disputan sus privilegios como marqueses.

 

Regresemos a México, hic et nunc: Esthela Treviño G. (@etpotemkin) me señaló que la UAM “no exige tesis, como tales, en la lic....” Tampoco la Universidad Iberoamericana, le respondí. (Liga 3.) Francisco Javier Robles Gil Martínez del Río –egresado de la carrera de Historia en la Ibero– me dio su opinión sobre este cambio en su alma mater: “en carreras como historia y filosofía creo que es un ejercicio importante (aunque concuerdo, la tesis no es el culmen profesional que se le quiere dar en el imaginario académico mexicano) pero creo que es importante que las y los alumnos que sí están interesados en una carrera académica o por lo menos de docencia se enfrenten a un ejercicio de argumentación y síntesis como lo es la tesis. Ayer estaba reflexionando en torno a mi actual proceso de escritura de tesis [doctoral] y llegué a la conclusión que este ejercicio de escritura académica se asemeja mucho a una cartografía del error en el que de lo que se trata es ir afinando las coordenadas.”

 

Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no le alumbre, dice la sabiduría popular –esa que tanto los Sheridans como los Gertzes no escuchan. Eliminar de tajo la posibilidad de tesis no es lo que deseaba en este ámbito la reforma universitaria por la que peleábamos a finales de los 1980s. Cuando platiqué con otro amigo (Juan Pedro Viqueira Albán) sobre la decisión jesuita de eliminar la tesis el gran historiador cayó en cuenta que habían dejado egresados de la Ibero al posgrado de El Colegio de México. La eliminación de la opción tesis cortó el cursus honorum. Robles Gil me reporta que el posgrado de Historia en la Ibero acaba de perder el estatus PNPC (Programa Nacional de Posgrados de Calidad). Este pequeño rosario de anécdotas nos enseña, lectora, que el sistema académico mexicano es ya una red muy delicada de instituciones, programas y políticas. Cambias un detalle, afectas muchas cosas.

 

De nuevo, Ende y su Historia sin fín: Cuando Bastián Baltasar Bux finalmente llegó a Fantasía, dio un nuevo nombre a la Kindliche Kaiserin y detuvo “La Nada” que todo lo destruía, creó e imaginó mil y una historias, cada una de las cuales generaba a su vez otras –al margen de las cuales Ende-narrador decía “pero esa es otra historia y debe contarse en otra ocasión”. Al final de su Odisea, cuando Bastián al fín descubre cómo retornar a la Realidad, las serpientes de la fuente de la vida le detienen: No puede retornar si antes no cierra, concluye, finiquita, todas las historias que inició en su paso por Fantasía. ¡Imposible! El último obstáculo lo supera la amistad que sembró con su fantasio-espejo, Atreyu: será este quien regrese a Fantasía para la interminable tarea de seguir viviendo/narrando múltiples historias interminables. Academia es una Torre de Marfil en la que debe vivir una comunidad compleja. El trabajo de desarrollar mil utopías es necesariamente colectivo.

 

Sigue Ende: para prosperar, Fantasía/Academia requiere interactuar permanentemente con Realidad. Necesita viajeros imaginativos que la recorran y vivifiquen, y que al hacerlo se alimenten de sueños y retornen a Realidad. Estos viajeros llevan “el agua de la vida” y llenan de esperanza el mundo de los humanos. Los dos reinos de la odisea de Bastián necesitan el uno del otro.

 

Te ofrezco, lectora, el ejemplo de Francisco: Historiador, co-fundador del portal “Archivos de la Represión”, que es “un esfuerzo de la sociedad civil [para] contribuir al derecho a la verdad y memoria del periodo de represión y violencia sistemática por parte del Estado entre 1950-1980 en México”... A la fecha, el archivo contiene 310 mil documentos oficiales provenientes del Archivo General de la Nación. (Liga 4.) Francisco cursó la maestría en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y se graduó con la investigación titulada “¿Es la barbarie una explicación? Representación y afección en el linchamiento de cinco trabajadores de la UAP en la comunidad de San Miguel Canoa, Puebla, 1968”. Su trabajo doctoral –de nuevo en la Ibero– trata sobre la representación de la juventud de los años 1970s. Se centra en las y los jóvenes que participaron en el Movimiento de Acción Revolucionario (MAR). Hete aquí un habitante de la Torre de Marfil que investiga, desde la altura de ella, los sueños, esfuerzos y contradicciones de las mujeres y hombres que en la Realidad decidieron ofrecer su sangre por cambiar la sociedad mexicana.

 

Los exquisitos insistirán en que el trabajo de Robles Gil Martínez del Río no es “exactamente” Historia por cuanto que los hechos que investiga apenas acaban de cubrir el medio siglo que la “disciplina estricta” “requiere” para que se pueda hacer un análisis “objetivo” de los acontecimientos pasados. Peor... habrá quiénes le critiquen que él y sus compañeros de proyectos pongan a disposición de la sociedad sus descubrimientos documentales e interpretaciones –porque ello aún puede reavivar las brasas de aquéllas luchas. ¿Acaso no se despide a directores de institutos por llamar “valientes” a guerrilleros de aquéllas batallas?

 

Yo creo, con Ende, que la interacción de Torre de Marfil (Fantasía) y sociedad (Realidad) es esencial. Y la primera debe ser bella, imponente y alta –para que desde su cúspide la imaginación alcance los más amplios horizontes. Eso sí, llenémosla de estudiosas y estudiosos que sepan ir y venir entre teoría y praxis, pues sólo así es que se hacen sabias las personas. Y así nadie requerirá ser llamado marqués.

 

Ligas usadas en este texto:

 

Liga 1:

https://www.espiritualidadpractica.org/libros/historia%20interminable.pdf

 

Liga 2:

https://elpais.com/diario/1984/04/22/cultura/451432804_850215.html

 

Liga 3:

 

Liga 4:

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