El sur está en todos lados

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Vicente Fox y Felipe Calderón han manifestado abiertamente su apoyo a la represión, al asesinato, al boicot a medios y periodistas, al encarcelamiento de líderes sociales, al toque de queda y la violación de derechos humanos en Ecuador. Los ex presidentes mexicanos se han unido a similares suyos de la llamada Iniciativa Democrática de España y las Américas (IDEA), para dar un espaldarazo al represor Lenín Moreno, quien al momento de escribir estas líneas seguía cobrando como presidente de Ecuador. Personajes de la derecha más rancia y retrógrada (derecha retrógrada es pleonasmo, lo sé, pero hay niveles y matices), como José María Aznar (España), Álvaro Uribe (Colombia), Alfredo Cristiani (El Salvador) y Mireya Moscoso (Panamá), han sumado sus firmas a un documento lleno de mentiras que, en los hechos, llama a continuar con la represión y el baño de sangre emprendido por Lenín Moreno (https://static1.squarespace.com/static/5526d0eee4b040480263ea62/t/5da27484fc04ba428c39581a/1570927749512/DECLARACIÓN+IDEA+ECUADOR.pdf). No extraña, en lo absoluto, que los panistas Fox y Calderón se sumen a cobardes del calibre de Aznar, de asesinos de la talla de Uribe, de sanguinarios similares a Cristiani, de entreguistas como Moscoso. No extraña, en lo más mínimo, porque en esencia son iguales, son lo mismo y allí está la docena trágica (2000-2012) en la que gobernaron México como evidencia de su abyección.

La derecha iberoamericana se ha expresado, con toda nitidez y barbarie, a través de los ex presidentes agrupados en IDEA. Sus palabras no dejan lugar a dudas: adjudican a fuerzas externas al país, en particular a las FARC colombianas y a Venezuela, las movilizaciones indígenas y populares ante las que el gobierno “democrático” ha respondido con un nivel de represión que no le pide nada a las dictaduras latinoamericanas del siglo pasado. Si en los años sesenta, setenta y ochenta del siglo XX el pretexto para los golpes de Estado en Brasil, Chile, Argentina, Bolivia, Paraguay, El Salvador o Uruguay, o para la represión en México (octubre de 1968, junio de 1971 y la subsecuente guerra sucia) y otros países de la región fue la “amenaza comunista”, hoy la derecha sacude el mismo petate del muerto para justificar lo injustificable: el asesinato de decenas de personas desarmadas, las golpizas a miles de inocentes, el silencio obligado de medios de comunicación, el estado de sitio. Nada nuevo bajo el sol, es la misma derecha protofascista, los mismos intereses oligárquicos alineados con el capital financiero y los organismos internacionales (Fondo Monetario Internacional en particular); la misma historia, salvo que ahora el control mediático es totalmente ineficaz ante la acción de las redes sociales.

El cerco mediático ha sido roto. Las marchas, las protestas, los testimonios de mujeres y hombres del Ecuador organizados y en lucha contra las políticas de Lenín Moreno (dictadas por el FMI) están dando la vuelta al mundo. Así, gracias a miles de activistas que desde las barricadas reportan los pormenores de las movilizaciones y la represión gubernamental, hemos visto cómo el 12 de octubre (fecha de conmemoración del mal llamado “descubrimiento de América”) ha sido una de las jornadas más cruentas en la insurrección indígena y popular en Ecuador. El gobierno de Moreno ha golpeado duro e ilegalmente, asesinando a mansalva, arrojando a jóvenes desde puentes, golpeando a ancianos indefensos, tirando gases a adolescentes armados con palos y piedras, disparando a mujeres. Es esta salvaje represión la que apoyan los ex presidentes agrupados en IDEA, entre otros, los mexicanos de extracción panista Vicente Fox y Felipe Calderón.

Como está documentado, las protestas se originaron por el plan de ajuste ordenado por el FMI como condición para otorgar un crédito de 4.2 mmdd; el plan de ajuste contempla, entre otras medidas, despidos en la administración pública, flexibilización de las leyes laborales y retiro del subsidio a los combustibles. Medidas típicas del neoliberalismo del FMI que, pese a lo que diga el presidente López Obrador, no ha cambiado en lo absoluto. Ha sido precisamente el retiro del subsidio a los combustibles lo que ha provocado el estallido de la crisis de gobernabilidad, pero sería erróneo afirmar que la sublevación popular se explica solamente por esta causa.

Quitar el subsidio a las gasolinas ha sido el detonador de un movimiento fundamentalmente indígena que responde a múltiples razones y a reivindicaciones muy antiguas. Eliminar los subsidios significa limitar la movilidad de miles de indígenas de la Amazonía, de la Costa y de la Sierra, que requieren del transporte carretero (y pluvial) para mover sus mercancías, avituallarse de insumos y alimentos, ir al trabajo y a la escuela, o acudir a centros de salud muchas veces a horas de distancia de sus comunidades. Si las gasolinas incrementan sus precios, el impacto en los pueblos indígenas es muy diferente a las repercusiones en las ciudades, donde existen relativamente mayores posibilidades para sortear los altos precios. Años, siglos de explotación, racismo y exclusión han obligado a los pueblos indígenas a desplazarse hacia territorios cada vez más alejados e inhóspitos, por lo que el acceso a los medios de transporte es fundamental para preservar su vida, su tierra, su cultura. En esta perspectiva, el retiro del subsidio a las gasolinas representa un atentado contra los pueblos originarios del Ecuador.

Para el FMI, para la oligarquía ecuatoriana y su gobierno encabezado (todavía, aunque no por mucho tiempo) por Lenín Moreno, los planes de ajuste responden a una racionalidad económica neoliberal en la que los indígenas no tienen cabida alguna. No los ven, no los oyen, no les importan, salvo en tiempos electorales o como participantes en el mercado, pero en ambas circunstancias, tanto como ciudadanos como consumidores, son concebidos subordinadamente, como de segunda. El racismo del siglo XVI no ha hecho más que mutar; allí está, allí sigue, como lo expresan los expresidentes agrupados en IDEA, como lo manifiestan diariamente los seguidores de Fox y Calderón y, de manera por demás insultante, Claudio X. González y su admiración rastrera hacia los Estados Unidos.

De allí que las movilizaciones, en gran medida encabezadas por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, constituyan una lucha del sur contra el norte. Es una lucha por la defensa de conquistas sociales y de derechos adquiridos frente a las políticas del FMI. Es una lucha del sur colectivo contra el norte individualista. Es una lucha del sur diverso y plural que se defiende de las amenazas estandarizantes del norte. Es una lucha desde el sur en defensa del trabajo y de la tierra contra el poder del capital financiero del norte. Es una lucha de los muchos saberes y epistemologías del sur (Boaventura de Sousa dixit) contra el conocimiento racional y excluyente del norte. Es una lucha del sur en defensa de la vida contra los vientos de muerte del norte.

En esta perspectiva, el sur está en todos lados: en las comunidades rebeldes zapatistas, en las organizaciones comunitarias de Oaxaca, Guerrero y Veracruz, en las huelgas obreras en la General Motors de Michigan, en el combativo movimiento LGBTTTIQ, en las feministas y sus pañuelos verdes, en el justo reclamo de Greta Thunberg y lo que representa, en la denuncia de María de Jesús Patricio por el incremento de la represión a indígenas en el México de la 4T, en la resistencia afroamericana en toda América, en los migrantes y sus organizaciones, en los intelectuales y periodistas que trabajan por la verdad y no por el dinero, en los excluidos de siempre, en los excluidos de toda la vida. El sur está por todos lados, en todas partes, y hoy se bate con honor y valentía en Ecuador. La solidaridad del sur está con ellos, está con ustedes. No tengo la menor duda: ¡vencerán! ¡venceremos!

(Nota: en las últimas horas del domingo 13 el movimiento indígena y popular logró la derogación del decreto 883, con lo que se echó abajo el incremento a los combustibles. Se trata de un triunfo, parcial, del movimiento encabezado por la CONAIE cuya dirigencia estaba siendo rebasada por el movimiento indígena y popular. Aún está pendiente que los ministros y funcionarios responsables de la represión sean retirados del cargo y procesados judicialmente. El gobierno de Lenín Moreno ha ganado tiempo, pero solo eso.)

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