El corazón late a la izquierda

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Edurne Uriarte Santillán

Rompeviento TV

12 de octubre de 2022

 

Es un hecho biológico que el corazón late en nuestro cuerpo. A este músculo vital le hemos asignado un lugar en nuestra anatomía, el lado izquierdo. Una posición sin objeciones ni cambios y que también tiene un valor simbólico para definir nuestros valores políticos: con el corazón a la izquierda, se dice. Sin embargo, a diferencia de la anatomía natural y predispuesta de nuestro cuerpo, en la política predomina la discrepancia, la réplica; la objeción e identificación de individuos que se autonombran, o grupos sociales y políticos. Aun así, también podemos afirmar que hay un corazón político de izquierda. Existe socialmente, en su historia, en las identidades, en los estereotipos, tradiciones familiares y literarias, así como en relación con su antagónica derecha.

Los vientos de cambio en México, así como en América Latina, refuerzan la necesidad de orientarnos, de definirnos frente a los acontecimientos; ante el entusiasmo de contar con más gobiernos de izquierda; así como ante las grandes contradicciones que implica gobernar. Este ambiente que nos rodea invita a preguntarnos qué forma tienen nuestras definiciones políticas actuales.

 

El inicio de nuestro corazón político

La izquierda empezó alguna vez. La leyenda cuenta que inició en los tiempos de la Revolución Francesa, particularmente con el debate de la asamblea constituyente, el 27 de agosto de 1789. La distinción izquierda/derecha proviene de un acto práctico: votar a mano alzada. Para poder organizar la elección del momento, a la derecha quedaron los que estaban más a favor de la monarquía; a la izquierda, los que deseaban abolir los privilegios reales. Este acto simple de votar a mano alzada aún lo vemos en nuestro congreso, aunque hoy no importa su distribución en el espacio. Cada mano, cada voz, lleva implícita su etiqueta de izquierda o de derecha en una doble asignación, la de su bancada y la de nosotros.

Hacia la mitad del siglo XIX, izquierda y derecha empiezan a ser distinciones entre grupos sociales claros; por ejemplo, la burguesía y la aristocracia, las clases privilegiadas, frente a la emergencia del pueblo, de los sectores populares en la calle. Por estos tiempos surgen también los antecedentes de la izquierda mexicana. Las divisiones parten de movimientos sociales diversos. Los movimientos sociales rusos, por ejemplo, que definieron las luchas sociales de varios países. En América Latina, los siglos XIX y XX fueron testigo de luchas por la democracia, la igualdad y la justicia frente a eventos terribles como los golpes militares al Estado civil.

Muy lejos estaban aquellos asambleístas franceses, del siglo XVIII, de imaginar que sus acciones prácticas para reunir votos adecuadamente se convertirían en parte de la historia de las distinciones político-sociales de la humanidad. ¿Cómo podemos pensarlos a la luz de nuestras circunstancias?

 

La izquierda mexicana en el gobierno

Es un hecho concreto que, en 2018, la izquierda llegó a la presidencia mexicana. Esta oración, mientras se escribe, se inunda de cuestionamientos y contradicciones. ¿Es realmente de izquierda? Mi respuesta es sí, es de izquierda. La afirmación anterior levantará la ceja ʿizquierdaʾ de más de uno. Sin embargo, lo escribo sin matices porque para el presidente, su gabinete, la jefa de la Ciudad de México, entre otros actores que llegaron al gobierno aquel año, hay un proceso de transformación con una definición de izquierda que es, para ellos, real en sus discursos y acciones políticas. En este sentido, no parto de ninguna opinión personal o especializada, sino de la definición de las personas o grupos en la esfera pública. Así, para esta ocasión dejo fuera de la conversación si estas definiciones son adecuadas o no, y para quién.

Antes de seguir con el actual gobierno, no olvidemos que nos anteceden las presidencias del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que se mantuvieron en el poder 70 años, y que después negociaron una alternancia política con el Partido Acción Nacional (PAN), de 2000 a 2018. La izquierda mexicana se construyó en el marco de estos hechos, en oposición a los partidos mencionados, y su triunfo hace cuatro años no se pactó, fue un resultado legítimo del voto ciudadano.

Desde la llegada de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), los partidos que anteriormente ocuparon espacios de élite y de poder político, económico e intelectual, se han tenido que ajustar a ser oposición. Una oposición compuesta de personas y grupos con privilegios, que creció bajo el amparo del presupuesto público, del cual tomó ventaja por encima de sus consecuencias frente a condiciones de injusticia económica, política, social o cultural. Una derecha definida por otro, político y ciudadano, porque, a diferencia de la izquierda, se niegan a asumir una posición abierta. Suelen omitir definiciones o verse a sí mismos como centro.

Nuestra derecha, puesta en un sitio que nunca antes había ocupado, tiene una incomodidad evidente. Sin saber bien cómo colocarse, además de generar un bombardeo diario en contra de AMLO, han intentado manifestarse y sumarse a luchas sociales como el feminismo. Incluso, un grupo de legisladores del PAN instaló un antimonumento por las personas fallecidas en el accidente de la Línea 12 del metro de la Ciudad de México. Con ello, pasaron por encima de los colectivos que los crean, con absoluta falta de respeto a sus causas.

En general, la derecha da la impresión de ser un bloque mucho más homogéneo, aunque los intentos de unidad de los partidos políticos muestran matices que merecen todo un análisis. De manera simultánea, en estos vientos de cambio, la izquierda también se define.

Nuestra izquierda es múltiple. A diferencia de la derecha, saltan a la vista la división, el conflicto y las acusaciones de quién pertenece o no a este latido.

En relación con nuestra coyuntura actual, podemos decir que al menos un sector de los movimientos sociales, también está en una posición nueva. Fue un acto insólito la legitimidad con la que llegó Andrés Manuel a la presidencia. La solidaridad de múltiples esferas de la sociedad se sumó, con distintos niveles de entusiasmo, al voto masivo para él y para el partido de Regeneración Nacional, Morena, que obtuvo, y renovó, una mayoría simple en el Congreso.

Sin embargo, después del evento concreto de la elección, la solidaridad se ha fragmentado y revela distintas opiniones, posiciones y niveles de apoyo. Sin dejar de respaldar al presidente, y las iniciativas que ha presentado al poder Legislativo, en los aliados políticos también se percibe esta diversidad. Para llegar a la presidencia, Andrés Manuel sumó numerosas visiones, no siempre coincidentes. Aunque algunas eran radicalmente opuestas a la izquierda, como los partidos Verde Ecologista y Encuentro Social, la mayoría estaban unidas por fines similares de justicia social. En este caso podemos mencionar al Partido del Trabajo.

Una vez llegados a la meta, esta pluralidad ha mostrado sus auténticas diferencias; surgen problemas y contradicciones al punto en que se mira a AMLO como una «falsa izquierda». Todavía más cuando las posiciones del gobierno dejan de ser claras y generan dudas e inquietudes porque toman decisiones con implicaciones éticas para los ciudadanos, o que se contraponen a definiciones profundas de la izquierda como la actual relación con las fuerzas armadas. ¿Cómo se define la izquierda en este contexto?

 

Los latidos de nuestra izquierda

De regreso a finales del siglo XVIII, pensemos por un momento en ese evento a mano alzada en la asamblea francesa. Tenemos una circunstancia concreta en que se muestran las posiciones y los intereses de las personas. Lo que quiero destacar en esta reflexión es eso, precisamente, una definición marcada por una circunstancia concreta en que las personas se colocan; es decir, se sitúan. Si bien podemos mirar las diferencias ideológicas y las corrientes políticas, en este caso he optado por tratar de mirar con más detalle nuestro espacio y tiempo, y cómo se sitúan la izquierda y la derecha.

Quiero aterrizar lo anterior con una idea que tomo de la teoría social de Karl Mannheim (1893-1947). Como referencia general, les comparto que este sociólogo húngaro quería comprender el origen social del conocimiento. La caja de herramientas teórica siempre es más compleja, igual que la realidad, pero de Mannheim brevemente recupero que los humanos no pensamos individualmente, sino a partir de ciertos grupos y situaciones históricas sociales que determinan nuestro «estilo» de pensar.

Parte de conocer este origen social del conocimiento implica ver la «situación social» de los grupos; es decir, su disposición en tiempo y espacio. Las posiciones de izquierda y derecha descritas sobre el poder político pasan por una división principal, a partir de apoyar o no el proyecto de transformación, la llamada 4T. Todos los participantes, incluidos los ciudadanos, incluso desde las redes sociales, estamos aceptándola y alimentándola.

Esta definición se nutre también del propio AMLO, ya que su proyecto de gobierno tiene numerosos opositores, políticos y económicos; mantener vivo este apoyo de la ciudadanía, del pueblo, es su principal respaldo. Por otro lado, la derecha hace lo imposible por mermar la fuerza del presidente como un eje ideológico y simbólico. Aprovecha las respuestas desde la Mañanera para afirmar que el gobierno es el responsable de la polarización. En sus intentos escuchamos estridencias como que estamos ante una dictadura, y no falta el aventurado que llama a este gobierno fascista. ¿Por qué animarse a semejante definición, aunque no sea verdadera?

Pero hay un elemento más, y es que numerosas personas y organizaciones han manifestado diferencias ideológicas con López Obrador, así como de opinión sobre varias decisiones de gobierno. Esto ha generado tensiones reales con el presidente que, desde la Mañanera, tiende a minimizar e incluso deslegitimar causas ciudadanas, a menos que él las conozca de manera directa, simpatice con ellas o no toquen visiones y decisiones de gobierno que tiene claras. Los casos señalados reciben el apoyo de la opinión pública. En este sector hay personas y grupos que formaron parte de aquella solidaridad de hace cuatro años, al igual que casos como el zapatismo, que abiertamente se posicionaron con otra perspectiva.

Lo anterior refleja, a mi modo de ver, un hecho dentro del movimiento de transformación, y es que las posiciones políticas tienden a verse principal, y casi únicamente, en defensa o en oposición a López Obrador. Esta forma en la que nos ubicamos lo absorbe todo. Incluso, cuando surgen otros ángulos —porque no todas las posiciones tratan de AMLO—, y quedan enfrascados en un lugar políticamente incorrecto. Además de lo interesante que puede ser mirar cómo damos vida a esta división, considero que es necesario pensar en las implicaciones de definir nuestra izquierda/derecha, conservador/progresista, fifí o chairo. ¿Qué estamos respaldando, además de a nuestro presidente? ¿No estamos como la oposición, sin saber qué hacer con nuestra izquierda?

Si bien dan ganas de hacer alguna afirmación sobre quién es de izquierda y quién no, lo cierto es que es una batalla perdida. Siempre habrá identidades y posiciones que se aprecien con menos grado de contradicción que otras. Lo que dejo en esta reflexión es el deseo de mirar el campo de juego, que no es solo espacio, sino tiempo y circunstancia de esta situación política, identitaria e ideológica en la que estamos inmersos. Solo al profundizar en estas posiciones, escuchar atentamente con el estetoscopio, se revelarán con más detalle estos corazones: los intereses particulares; las relaciones familiares, profesionales, intergeneracionales incluso; así como formas de identidad, entre muchos otros aspectos.

La izquierda y la derecha no dejan de ser fuerzas emotivas. Las pasiones siempre están presentes y son aspectos de la vida a veces tan íntimos que se experimentan en la propia familia. Cierro con una pequeña experiencia personal. Mientras escribía estas líneas, leí por recomendación El olvido que seremos, del autor colombiano Héctor Abad Faciolince. Su libro narra la situación política de su familia, con presencia simultánea de posturas de derecha y de izquierda. Como él, muchas familias estamos ante estas definiciones desde casa. Yo tengo una raíz puesta en el País Vasco, pero no en aquel pueblo digno y combativo, sino en una línea religiosa y silenciosamente franquista. Con esta exhibición quiero reiterar que la mirada política siempre tiene personas y circunstancias concretas, a veces en duda y oposición. Tiene siempre rasgos contradictorios; reconocerlos, desde el propio análisis, permite cambiar y pulir nuestra sensibilidad política.

Aquí concluimos nuestro texto. La siguiente entrega tiene como tema el ejército: qué es para usted un soldado o la institución militar. En lo que sazonamos las ideas, cerramos, como cada quincena, con una canción, “Ellos dicen mierda”, de La Polla Records, un grupo rebelde del País Vasco.

 

“Ellos dicen mierda”, La Polla Records

https://www.youtube.com/watch?v=bXfP9D6XFNA

 

Referencias:

  1. Norberto Bobbio (1996). Derecha e Izquierda. Razones y significados de una distinción política, Madrid, Taurus. Libro disponible para su consulta en línea: http://tomasdeaquino.cl/upfiles/documentos/02052016_1113am_57278ab45b772.pdf
  2. Karl Mannheim (2004). Introducción a la sociología del conocimiento. México, FCE, 382.
  3. Roberto Pittaluga (2020). “Notas para una historia de izquierda”. En Prismas, 24., núm. 2, Bernal. pp. 346-353. Documento en línea:

http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1852-04992020000200346

  1. 2013/06/10. Gabriel Albiac. “La izquierda, anacrónica metáfora”. En ABC España. En línea: https://www.abc.es/espana/20131006/abci-moral-izquierda-derecha-201310060917.html
  2. 2022/06/09. Esthela Treviño G. “Curiosidades lingüísticas: extreme su derecha”. En En línea: https://www.rompeviento.tv/curiosidades-linguisticas-extreme-su-derecha/
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