¿Dónde están los intelectuales orgánicos?

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Edurne Uriarte Santillán

Rompeviento TV, 11 de mayo de 2022

 

Probablemente han escuchado hablar de los intelectuales orgánicos, porque es un término en acción. El presidente ha usado este concepto para señalar a un grupo de académicos y escritores que gozó de prestigio en sexenios previos y que fue beneficiado económicamente por los poderes en turno. Con el actual gobierno, este grupo cambió de estatus y, de manera casi simultánea, se han posicionado nuevos académicos, científicos y escritores en la opinión pública. Algunos tienen una mirada más cercana al proyecto del presidente y, como lo han expresado abiertamente, se les ha llegado a señalar como los nuevos intelectuales orgánicos.

 

Ambos grupos han sido definidos por la contraparte, aunque por criterios propios. Los primeros por los beneficios económicos que recibieron y, los segundos, acusados de tener cercanía ideológica. Unos y otros guardan estrechos vínculos con la academia y centros de investigación científica, este hecho es parte de la «legitimidad» de sus posicionamientos. De esta manera, además de su producción académica, algunos son actores políticos que influyen en la opinión pública y, en algunos casos, en la vida de las instituciones gubernamentales y de los partidos políticos. Aunque la agrupación de estos intelectuales orgánicos es más bien un estereotipo, vale la pena ir a la definición original y pensar juntos en voz alta.

 

El concepto de «intelectual orgánico» viene de Antonio Gramsci (1891-1937). El filósofo y teórico marxista identificó en los intelectuales a un grupo de la pequeña y mediana burguesía italiana que podían funcionar como bloques mediadores del Estado y de la administración pública, con los campesinos. Entre sus reflexiones, se cuestionó si estos grupos eran autónomos, o bien, si diferentes grupos sociales producían sus propios intelectuales. Derivado de estos cuestionamientos, Gramsci concluyó un par de ideas que aquí vamos a recuperar.

 

La primera es que cada base económica de producción (feudalismo o capitalismo, por ejemplo) genera especialistas del conocimiento —técnicos, economistas, científicos en general—. Estos son orgánicos en tanto existen como parte constitutiva del sistema y tienen una función dentro del campo económico. En este sentido, el término intelectual no es autónomo y agrupa una vasta escala de individuos y grupos generados por el sistema de producción, que va desde los creadores de la ciencia, el arte, la filosofía, etcétera, hasta “los más humildes «administradores» y divulgadores de la riqueza intelectual […]”.

 

Lo anterior es así porque para Gramsci, la actividad intelectual se encuentra en todos los seres humanos, pero no todos cumplen una función intelectual en la sociedad; además, estas funciones se ejercen en distintos niveles sociales y con distintas responsabilidades. Esto nos lleva a la segunda idea y es que los intelectuales no se definen por la acción misma de pensar y crear conocimiento, sino por sus relaciones y la intermediación con la sociedad civil y el Estado. Así es como define, por ejemplo, a los intelectuales tradicionales, dedicados a crear conocimiento.

 

Estos especialistas son resultado de procesos históricos y condiciones sociales preexistentes, que dan continuidad histórica al grupo, pese a los cambios políticos y sociales. Gramsci ofrece como ejemplo el caso de los eclesiásticos que, en la historia, constituyeron una fuerza que monopolizó el pensamiento científico y filosófico durante una parte importante de la historia y, para ello, construyeron importantes redes con el poder económico y político. De acuerdo con el filósofo, aunque estos intelectuales tradicionales, desde tiempos antiguos, se han definido como autónomos e independientes de los grupos sociales dominantes, esta es una perspectiva asumida por ellos, y no es del todo verdadera.

 

Si comparamos estas nociones con la forma en que se utiliza coloquialmente el término de «intelectual orgánico», es poco lo que podemos relacionar, sin embargo, con los hilos teóricos que rescatamos de Gramsci, es posible apuntalar algunas ideas sobre la noción de «intelectuales orgánicos» y nuestra vida pública, más allá del cliché.

 

Intelectuales, orgánicos y tradicionales

 

A diferencia de los siglos del monopolio eclesiástico del conocimiento, los intelectuales de nuestro tiempo se forman dentro del sistema educativo que abarca instituciones públicas y privadas, nacionales y globales, con fundamento en el conocimiento científico y filosófico secular del mundo moderno. Desde estos horizontes se educan científicos y técnicos, especialistas que como administradores, funcionarios o intelectuales ocupan espacios dentro del andamiaje económico y político —orgánicos en tanto surgen del sistema, y tradicionales, aquellos que adquieren alguna especialización—. Por supuesto, la realidad siempre es más amplia y podemos encontrar formas de organización educativa muy diferente, como las que implementan las comunidades zapatistas, pero que no pueden ser mencionadas en esta ocasión.

 

De esta manera, aunque nosotros veamos personas e incluso algunos grupos, en realidad los intelectuales son actores que forman parte de instituciones creadas dentro de un gran sistema político y social. Ahora bien, ante la diversidad de intelectuales que tiene nuestro país, nosotros tenemos las baterías enfocadas en los intelectuales que tienen una presencia activa como analistas y líderes de opinión. En este sentido, son relevantes no sólo por su autoridad académica sino por su liderazgo en la definición de la vida pública.

 

Además de orgánicos, estos grupos de intelectuales cumplen con funciones tradicionales del conocimiento. Como señalamos, hay al menos dos grandes grupos en escena actual: los que cambiaron su estatus, y su posición de liderazgo, y aquellos que ocupan nuevos espacios. Sus posiciones son una guía para ver un poco más allá de las acusaciones que se hacen mutuamente. Los primeros suelen ejemplificarse a partir de los grupos asociados con Letras Libres y Nexos; ambos formaron parte estructural de la política y la economía al punto de gozar de presupuesto público —como se ha demostrado— para financiar a sus medios. Para precisar más, tomaré una cita de un artículo de Letras Libres y que dice lo siguiente:

Según Gramsci, el intelectual tradicional se caracterizaba por reclamar constantemente su autonomía y su singularidad. Un gesto que es perfectamente reconocible en la tradición del intelectual público mexicano de la era del partido-Estado, antes y después del 68: Daniel Cosío Villegas, Octavio Paz, Gabriel Zaid, Fernando Benítez, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín.

 

El artículo apunta, entre otros argumentos, a la defensa de este grupo y la crítica que ejercían. En este sentido, es interesante que el medio confirma la existencia de intelectuales de tipo orgánico —de élite, incluso—, aunque no reconoce la forma en que estos legitimaban al gobierno en turno. Al mismo tiempo, llama la atención que su participación en el sistema quizá no dependió tanto de su posición ideológica (en un vistazo sabemos lo distintos que son los personajes mencionados), sino porque era una crítica tolerada y aceptada por el propio sistema político y económico. No sé si estén de acuerdo, pero esta forma de sostener una parte de la crítica al gobierno, si no la única, invita a la lectura sobre la historia de los intelectuales de nuestro país y sus relaciones con el poder.

 

Lo anterior abre nuevas interrogantes sobre las relaciones que van a sobrevivir y aquellas que se tejerán ante la reconfiguración de la vida intelectual y política de nuestro país. Sin duda es visible, al momento y, hasta donde tenemos noticia, que ninguno de los nuevos grupos recibe presupuesto del gobierno y, con muy pocas excepciones, son dueños de medios de comunicación como los anteriores. A su vez, y pese al deseo transformador de muchos de nosotros, es difícil afirmar que el andamiaje construido por casi dos siglos de vida independiente ha cambiado en los últimos tres años en México. Si bien las posiciones son otras, los personajes son una mezcla de novedad y permanencia.

 

Esto es apenas un muy pequeño acercamiento a lo mucho que podemos observar si miramos más allá del cliché discursivo y de las acusaciones que unas y otras corrientes políticas se señalan. Como vimos, el intelectual orgánico no está definido por una contraparte, sino por una red de relaciones, así como posiciones con el Estado y diversos elementos de la sociedad civil que Gramsci propone. El autor hace una fascinante invitación a pensar dónde está lo orgánico y lo tradicional que podemos ver sobre nuestros intelectuales.

 

En la siguiente entrega platiquemos sobre el compromiso político de nuestros analistas e intelectuales: ¿es mejor que declaren su afinidad? ¿Es verdad que hay análisis crítico libre de posición política? ¿Cómo funciona la neutralidad intelectual en la realidad?

 

 

Referencias consultadas:

  1. Antonio Gramsci (1967) La formación de los intelectuales, México, Grijalbo.
  2. Rafael Rojas, “¿Qué es un intelectual orgánico?” En Letras Libres, en línea, 12 de abril de 2019. Enlace: https://letraslibres.com/politica/que-es-un-intelectual-organico/
  3. Pasquale Voza, “Gramsci: intelectuales, intlectuales organicos e intelectuales tradicionales” en El Porteño, 2 de octubre de 2021. Enlace: https://elporteno.cl/gramsci-intelectuales-intelectuales-organicos-e-intelectuales-tradicionales/#more-22596
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