Dilemas éticos en tiempos de política como vocación

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Edurne Uriarte Santillán

Rompeviento TV, 8 de junio de 2022

 

para Ine, Nat y Oli

 

Elegir qué está bien y qué está mal es el dilema cotidiano de la vida, privada y pública. El universo de valores orienta nuestra conducta, nuestras convicciones y compromisos en todos los ámbitos de la interacción humana. Este conjunto de normas, vivo y complejo, suele agruparse en dos términos: la ética y la moral. Uno de los espacios que permanentemente expresa tensiones sobre lo correcto y lo incorrecto es la política, en que las disyuntivas siempre conllevan consecuencias colectivas e históricas.

 

Pese a algunas diferencias de tradiciones epistemológicas, en lo cotidiano utilizamos la ética y la moral casi de manera indistinta. Así recupera también la Real Academia Española sus definiciones, en tanto la moral se refiere a las normas que regulan el comportamiento individual y colectivo de las personas. Por otro lado, la ética es tanto la acción conforme a la moral como el conjunto de normas que se estudian y enseñan sobre la conducta de las personas. Orientados por credos religiosos, ideologías políticas, convicciones como la perspectiva de género, resolvemos situaciones de diversa índole: interrumpir un embarazo, apoyar o no la eutanasia, elegir un partido político, participar de una marcha, etcétera.

 

Bien y mal son palabras recurrentes en nuestras opiniones sobre el gobierno de AMLO, por ejemplo, las tensiones éticas han estado presentes desde la candidatura de 2018 con aliados como los partidos Encuentro Social y Verde Ecologista, o su visión democrática en contradicción con políticas públicas como el aborto. Las acciones de AMLO detonan discusiones sobre la «verdadera izquierda» o la moral política.

 

En relación con la moral, el presidente ha hecho particular énfasis en la de los funcionarios. La suya es una «república amorosa», en la que uno de los primeros debates al inicio del sexenio fue la reimpresión de la Cartilla Moral, de Alfonso Reyes. Más de uno brincó, ¿de dónde venía eso de moralizar la vida pública? Más de uno acusó también al presidente de mezclar sus creencias religiosas con las funciones públicas. Esta última acusación, por cierto, reaparece con frecuencia; a veces con razón.

El énfasis de su filosofía ética, personal y de gobierno, se expresa en frases como «abrazos, no balazos»; «las personas debemos ser buenas y no aspirar solo a las riquezas», «la revolución de las consciencias», entre muchas otras. No faltan los especialistas que nos invitan a pensar que AMLO es un predicador y, las mañaneras, la misa del día. Lo cierto es que son discusiones que no habíamos tenido antes por parte de mandatarios previos, que más bien encabezaban bandas de funcionarios que hicieron de Los Pinos una cañada al estilo de las películas de vaqueros: un escondite de bandidos.

 

De todas las frases de AMLO, la que me interesa destacar es «la política es optar entre inconvenientes». Considero que esta expresión refleja la complejidad de la ética en la política, tanto para quien la ejerce como para los que nos toca observar y entender. Como veremos en un momento, mientras el presidente habla del buen gobierno, le vemos tomar decisiones que inquietan y hacen que nos preguntemos ¿qué tiene que ocurrir en ese nivel de la política para que una persona como AMLO —sin acciones de corrupción comprobadas, con una larga trayectoria de lucha, con un deseo de imprimir una mística política y una intención de influir en la ética de la vida pública— tome decisiones que nos resultan tan contradictorias?

En el noticiario Momentum constantemente nos invitan a pensar en las condiciones desde las cuales los actores políticos toman decisiones. En ese espíritu, recurrí a la caja de herramientas de la teoría sociológica para dejar aquí algunas ideas que quizá sirvan para, juntos, entender en voz alta.

 

Elegir entre inconvenientes: ética, pactos y manos sucias

 

La elección entre inconvenientes significa tomar una decisión entre opciones que son, de origen, problemáticas. Ninguna opción es conveniente, todas presentan obstáculos y es necesario escoger para avanzar y, como nos dice Doctor Who, «a veces las únicas decisiones que tenemos son malas, pero tenemos que decidir». De esta manera, todo indica que Andrés Manuel López Obrador toma decisiones que piensa y calcula a partir de un conjunto de posibilidades. No necesariamente conocemos las alternativas, pero sabemos que tiene dos condiciones importantes: por un lado, que está frente a un Estado plagado de problemas y de corrupción y, por otro, que ha sido elegido con un alto respaldo ciudadano para meter las manos en ese Estado y dar los primeros pasos hacia el gobierno que muchos de nosotros queremos.

 

La figura del ahora presidente es imponente. Se dice que difícilmente tendremos un político así en años, y coincido. Es tentador ver en él a un caudillo o político carismático, ya Enrique Krauze nos ha dado ejemplo de esta línea de pensamiento. Al mismo tiempo, AMLO es un político que se asume como un sujeto histórico, con vocación para la función pública, con ideales y compromisos. Es peje, pero no lagarto, como él mismo dice. Desde estas características vamos a jalar algunos hilos de la teoría social.

 

Podríamos decir que AMLO se asume como un político con vocación, en el sentido en que lo utilizó Max Weber (1886-1920), y a quien recurriremos nuevamente. En la conferencia “La política como vocación”, el sociólogo define la política dentro del Estado, entendido este como «una unidad de dominación», institucional, que monopoliza el uso legítimo de la violencia dentro de un territorio y una comunidad delimitada. En este contexto se desenvuelven las personas que se dedican a la política como profesión, una empresa que lleva implícita la tensión entre los medios que existen y los fines que se persiguen. Es decir, una presión entre la ética que puede ejercer el político y su contexto, donde ningún fin se explica sin el hecho mismo de que el Estado debe garantizar el control del territorio y de la violencia.

 

El segundo elemento que tomamos se refiere a las tres cualidades del político: la convicción, la responsabilidad y la mesura. La convicción y la responsabilidad son, para Weber, dos formas de ética que representan un equilibro frágil entre la pasión —la causa, los ideales— y la consciencia de las decisiones y sus consecuencias. Ambas formas de ética son elementos complementarios de la vocación política. El tercer elemento es que la política es un pacto tácito con los demonios del poder. En este sentido, ninguna ética en el mundo escapa al hecho de que siempre habrá situaciones con soluciones dudosas o cuestionables, y la política implica luchas y pactos con los demonios de los distintos poderes.

 

Lo anterior es limitado, recordemos que la teoría siempre es más grande, sin embargo, nos sirve para las siguientes reflexiones. En primer lugar, que AMLO ha tomado las riendas del Estado; es decir, de nuestro territorio y de la violencia. Sus opciones están delimitadas por esta condición tan crucial y los inconvenientes que enfrenta exigen el cuidadoso balance entre los medios con los que cuenta y los fines que encabeza. Los medios son los que le confieren las instituciones, las redes que se dan en el poder, los funcionarios en los que se apoya, por ejemplo. Los fines que encabeza son las convicciones y compromisos: acabar con la corrupción, disminuir la brecha de impunidad, atender las causas de la violencia, entre muchos más.

Segundo, que, a partir de los discursos y acciones de AMLO, podríamos preguntarnos cuándo apela a las convicciones y cómo encabeza la responsabilidad. Un caso que considero un ejemplo relativamente sencillo para ilustrar esta situación es el operativo fallido en Sinaloa, en 2019, para capturar a Ovidio Guzmán, hijo de «El Chapo» y que concluyó con su liberación. Una manera de ver «el culiacanazo» —como le llamaron los medios— es que este evento expresa una convicción —no repetir los operativos de otros tiempos— y una responsabilidad, en tanto el propio AMLO encabezó la decisión y priorizó la vida de las personas.

 

Lo anterior, lo sumo al tercer elemento que indica que la política es pactar. ¿Con quién pacta el presidente? Me inclino a pensar, por ejemplos como el anterior, que AMLO pacta con el Estado, aunque quizá no siempre con el Estado que quisiéramos. Me explico. Frente al deseo de una conciencia cívica más participativa, tenemos decisiones que estrechan más la relación con las fuerzas armadas y las fortalecen; ante la convicción de no tolerar la corrupción y la impunidad, vemos una excesiva parsimonia con gobernadores como Alejandro Murat, en Oaxaca; o bien, mientras se implementa una política exterior de mayor autonomía frente a Estados Unidos, son cuestionables las decisiones en materia de migración y la Guardia Nacional en las fronteras.

 

Detrás de «el culiacanazo», y de cada ejemplo mencionado, hay elecciones entre inconvenientes para hacer funcionar nuestro Estado, y entre diversos pactos y luchas por el poder. A diferencia de las explicaciones recibidas sobre el primer caso, los otros ejemplos no son eventos sino procesos continuos con vacíos informativos; huecos que son llenados de alguna forma. Mientras los opositores ven oportunidades de ataque con campañas que abiertamente intentan minar la credibilidad del presidente y su fortaleza —como la de días recientes en que, sin pruebas, siembran la posibilidad de alianzas con el narco—, los que respaldamos el proyecto reforzamos las convicciones y la pasión.

 

«El pueblo es sabio», dice AMLO, y creo que hay verdad en la expresión, en tanto todos somos intelectuales, diría Gramsci, y todos hacemos política en nuestras vidas, diría Weber. El problema es que no todo el pueblo es escuchado y aquí hay, posiblemente, un desbalance ético más, de convicciones y de responsabilidad. En esta línea, considero que nuestro presidente necesita un poco de distancia, un poco de mesura en el sentido de Weber; hacer una pausa para reconocer aliados y dejar de lado un momento a los adversarios.

La política es meter las manos y ensuciarse, por eso los opositores buscan con fervor dónde están metidas esas manos. Hasta ahora, vemos a AMLO en el Estado, limpiando la basura que nos heredaron, como lo muestran el cartón de Rocha que les comparto a continuación.

 

Lo que no tenemos claro es a qué costo y con qué consecuencias para el mediano y largo plazo. La prensa es nuestro intermediario con este ámbito de la vida pública, y en ella también hay tensiones y pactos; no permitir que estos influyan en nuestras lecturas, combatir las mentiras y las manipulaciones, es nuestra oportunidad para entender mejor qué ocurre en nuestro presente, y parte de las convicciones y responsabilidades a nivel de la opinión pública.

 

Weber dice que para llegar a lo posible es necesario intentar repetidamente lo imposible. Y, al mismo tiempo, no olvidar que el diablo es sabio por viejo, no por diablo. Las ideas cierran aquí, con el deseo de seguir abriendo el debate y el entendimiento, y colando una breve pero afectuosa felicitación a Rompeviento TV por su aniversario. Para la siguiente entrega quisiera invitarnos a pensar qué es la información y cómo son los espacios vacíos que llena la ciudadanía.

 

Mientras fabricamos las letras de la sopa, y como no me decido, les dejo dos canciones esta vez. La primera, de David Byrne, Good and Evil, porque el bien y el mal nos construyen como personas, y como personas, sólo existimos en sociedad. La segunda, del gran Piporro, de aquellos tiempos del «Prrr» que no conocieron los más jóvenes y que nos recuerda que los cambios son lentos, contradictorios e impredecibles, pero posibles.

 

Good and Evil. https://www.youtube.com/watch?v=OtYWbJrcaOI

El candidato: https://www.youtube.com/watch?v=beGI38bvk-4

 

Referencias:

  1. José Antonio Crespo. “La «revolución de las consciencias»”. En El Universal, México, 25/05/2022. Opinión en línea: https://www.eluniversal.com.mx/opinion/jose-antonio-crespo/la-revolucion-de-las-conciencias
  2. Manuel Toscano (2017) “Max Weber: la convicción y la responsabilidad” en Letras Libres. México. Artículo en línea: https://letraslibres.com/revista/max-weber-la-conviccion-y-la-responsabilidad/
  3. Max Weber (2016) “El político como vocación”. En El político y el científico, México, ediciones Coyoacán, pp.7-80.
  4. Capítulo ocho, temporada ocho de Doctor Who (New Who): “Mummy on the Orient Express”.
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