Covid 19 y la frialdad de los números: un primer corte

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Pedro, “El Mago”, Septién acuñó una memorable frase: “al final, solo queda la frialdad de los números”. El gran cronista deportivo, especializado en béisbol, cerraba sus transmisiones en radio y televisión con la lacónica frase: “al final, solo queda la frialdad de los números”. Con esto, El Mago Septién indicaba que al finalizar el juego solamente importaba el resultado: cuántas carreras anotadas, cuántos hits, cuántos errores. Si el manager de un equipo había jugado de manera agresiva o no, si el pitcher abridor había terminado el partido o si habían entrado relevistas, si el bateador emergente había pegado de hit (o no), si el shortstop había cometido un error o si la perfecta jugada de squeeze play fue decisiva para ganar el partido, en fin, si las miles de decisiones asumidas durante el partido condujeron a la victoria, o a la derrota, no importaban en lo absoluto. Al finalizar el encuentro lo único que quedaba en los registros y las tablas clasificatorias era la frialdad de los números: las carreras, los hits y los errores.

Al finalizar la epidemia de Covid 19 en México, fecha que aún se ve lejana, sólo quedará la frialdad de los números, excepto que, a diferencia de un juego de béisbol, detrás de cada número hay miles de personas y sus familias, hay enfermedad, muerte, empleos perdidos, empresas cerradas, proyectos cancelados, enorme incertidumbre, violencia doméstica, hay dolor. Las historias de vida detrás de los números aún no han sido contadas, sin embargo, será necesario conocer de cerca las vivencias ocultas en las estadísticas a fin de hacer el cabal recuento de los daños del Covid 19 en nuestro país. Ese trabajo fino, de indagación periodística e investigación académica, está por hacerse. Ahora bien, injusto o no, lo cierto es que dentro de algunos meses, en algunos años, la criba de la memoria cernirá una enorme cantidad de detalles para decantar solamente aquella información que en lo individual resulte significativa, mientras que en lo colectivo permanecerán los datos duros. Si las decisiones para hacer frente a la pandemia en nuestro país fueron acertadas, o no, si la curva se aplanó mucho o nada, si realmente hubo un pico o más bien fue un puercoespín epidémico, en fin, ese debate será irrelevante, o al menos secundario, frente a la frialdad de los números.

Es evidente que ningún país, ningún gobierno, ninguna sociedad, estaba preparado para la pandemia de Covid 19. Y cada país, cada gobierno, cada sociedad, ha afrontado la enfermedad y sus profundas secuelas sociales y económicas en función de sus posibilidades, de sus características demográficas, de sus instituciones, de su sistema de salud, de su fortaleza o debilidad económica, de sus relaciones políticas internas, etc. En fin, al menos declarativamente cada gobierno ha hecho, y ha dejado de hacer, lo que ha podido, lo que ha considerado lo mejor para su país, o para ciertos intereses. De allí que resulte incorrecto, y hasta absurdo, comparar los números arrojados por la pandemia en un país con los de otro: cada país, y cada región, tienen características que hacen, si no imposibles, al menos sí incorrectas las comparaciones. Si bien no es adecuado comparar los números de la pandemia de un país con los de otro, sobre todo si son altamente asimétricos entre sí, eso no significa que no sea posible y necesario analizar las decisiones y los datos en cada país, e incluso por región y por ciudad.

En mi opinión, y solo para nuestro mexicano domicilio, los datos arrojados por el Covid 19 tienen que estimarse con criterios multidimensionales que den cuenta de al menos los siguientes ángulos del prisma de problemas implicado: i) por un lado, la dimensión sanitaria, estimada no sólo por el número de personas contagiadas, las recuperadas y las fallecidas, sino también, y de manera prioritaria, por la capacidad hospitalaria para atender los casos de mayor gravedad; asimismo, será necesario hacer una valoración de los impactos en la salud de la población derivados del confinamiento y el regreso a la “nueva normalidad” en padecimientos como obesidad, adicciones, hipertensión, enfermedades cardiacas, entre otras; ii) la dimensión económica, valorada tanto por la inevitable caída del Producto Interno Bruto (ni modo, mientras no haya otros indicadores, hay que acudir a la información disponible) como por la estabilidad monetaria, la inflación, las fluctuaciones en la balanza comercial y de pagos y, sobre todo, por el cierre de unidades económicas y la pérdida de empleos, temporales y definitivos; iii) una tercera dimensión que deberá ser evaluada está relacionada con las muchas consecuencias violentas del confinamiento, en particular las agresiones domésticas, tanto físicas como sexuales, psicológicas, etc.; quizás esta sea la dimensión con menos información disponible; iv) relacionada con la anterior, pero al mismo tiempo como una dimensión específica, la ponderación de los saldos dejados por la epidemia en México tiene que dar cuenta de las consecuencias emocionales en la población: depresión, estrés y ansiedad, cuando menos. Sin el recuento de los datos duros de al menos estas cuatro dimensiones, y de las historias de vida detrás de los números, la valoración de las consecuencias del Covid 19 en nuestro país estará inacabada.

A reserva del corte definitivo (si llega algún día) de la epidemia en México, es posible observar algunas señales que avizoran un desenlace más bien sombrío, tanto en la dimensión sanitaria como en la económica, y presumiblemente también en las violencias y las subjetividades. En la gestión de la crisis, ha quedado de manifiesto que las decisiones de contención del virus han sido tomadas tanto con criterios epidemiológicos, como económicos. No se explica de otra forma que el fin de la Jornada Nacional de Sana Distancia (del 23 de marzo al 30 de mayo) haya ocurrido precisamente cuando los contagios y los fallecimientos estaban al alza. Si los datos proporcionados por la autoridad sanitaria federal son correctos, es probable que en los próximos días presenciemos un incremento en el número de fallecimientos: son las personas muertas por exponerse en la “nueva normalidad”. Quizás no hubo opción: el imperativo económico se impuso, con el consiguiente saldo de contagios y fallecimientos. Al día 21 de junio, los casos confirmados acumulados sumaban 180,545 y los fallecimientos 21,825; de mantenerse la tendencia, en unas semanas se rebasará la cifra que en algún momento se manejó como la máxima de decesos que se alcanzarían, 30 mil. Al parecer, la frialdad de los números indica que la pandemia en nuestro país está lejos de haber sido “domada”.

En el plano económico, las cifras hasta el momento tampoco pronostican una salida medianamente satisfactoria de la pandemia. De acuerdo con la información proporcionada por el IMSS y el INEGI, hasta el mes de mayo se reportan más de un millón de empleos formales perdidos, en tanto que más de 12.5 millones de personas han dejado de percibir ingresos, la mayoría trabajadores informales. Por su parte, el Banco Interamericano de Desarrollo estima que los empleos formales perdidos en México por el Covid 19 podrían llegar a 2.9 millones. A estos números hay que añadir otro dato: de los 50 mil millones de pesos destinados a los créditos de 25 mil pesos para apoyar a las micro y pequeñas empresas, solamente se han ejercido 30 mil 179 millones de pesos, es decir, el 60% (https://www.jornada.com.mx/2020/06/19/economia/024n1eco?fbclid=IwAR3HphYTurXdv4J_-gIoZj05En5B1JC0lFSEAnnonu4Uzq98NUKtXE1xLxA). De acuerdo a estas cifras, al parecer los instrumentos de apoyo a la economía de las micro y pequeñas empresas no han sido los adecuados, o tal vez los mecanismos de acceso a los recursos no han sido los mejores, en cualquier caso, lo cierto es que ejercer solamente 6 pesos de cada 10 es un contundente dato que obliga a revisar la estrategia en su conjunto. Además, hay que estimar la caída del PIB, que en el mejor escenario será de -3.9% (Secretaría de Hacienda), de -4.6% (Banco de México) en un escenario de medianía, de -9% (Citibanamex) en un escenario funesto, e incluso hay analistas que señalan una caída de más de dos dígitos (JP Morgan). La frialdad de los números, hasta el momento, nos permite conjeturar que las medidas tomadas para mitigar los efectos del Covid 19 en la economía no han sido suficientes o no han sido efectivas.

Por otra parte, la experiencia de otros países nos indica que los rebrotes del virus son altamente probables, por lo que las medidas de confinamiento, indeseables sin duda, deben imponerse nuevamente. China y Alemania, dos países que se han destacado por la exitosa gestión de la pandemia, se han visto obligados a poner en cuarentena a miles de personas debido a la detección de nuevos casos, cuando se estimaba que la propagación del Covid 19 se había controlado. De darse una situación similar en nuestro país, los saldos del Covid 19, tanto en materia de salud como económicos y emocionales, serían todavía más funestos. Por desgracia, la posibilidad de un rebrote no es lejana sobre todo porque el sistema de semáforos no parece ser el idóneo, en un país en el que el color amarillo o ámbar es señal para acelerar a fondo.

Afirmar que México saldrá adelante de esta crisis sanitaria y económica es decir nada, es una frase hueca, un lugar común. Por supuesto que México saldrá adelante, hasta el momento ningún país ha desaparecido por efecto del Covid 19, el problema está en cómo saldrá. Y allí, sin entrar al análisis de las estrategias del gobierno federal y de los gobiernos estatales y municipales, apelando exclusivamente a la conseja del Mago Septién, hasta el momento la pizarra no favorece al país. En fecha que aún parece distante habrá que hacer el recuento último: la frialdad de los números finales.

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