Bolsonaro y López Obrador, ¿dos populistas en América Latina?

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 El año pasado México y Brasil celebraron elecciones federales en las que se tildó a los presidentes electos de populistas. La población en ambos países optó por elegir a impetuosos oponentes del establishment político: al mexicano Andrés Manuel López Obrador (con el 53.2% de los votos) que enarbolaba proyecto democrático de arraigo popular, y al brasileño Jair Bolsonaro (con el 55%) signado por una corriente conservadora y neofascista, quienes inocularon la participación electoral en sus respectivos países.

 

Debido a la vaguedad en el apelativo populista no sólo a nivel teórico, también en el argot político y en los debates de la opinión pública, populista resulta ser desde un insulto en el sentido demagógico, hasta una forma de organización sociopolítica encabezada por un líder, carismático y elocuente de quien se exalta su fuerza y  audacia para enfrentarse, por sí “solo” a un grupo dominante en el poder. [1]

 

Jair Bolsonaro y Andrés Manuel López Obrador fueron electos con un gran número de votos como consecuencia, entre otras cosas, de un fuerte rechazo a la clase política de ambas naciones; ambos rompieron con el status quo anterior y proclamaron una “nueva forma de hacer política”; fueron demonizados por medios de comunicación y la clase política tradicional y a la fecha siguen polarizando políticamente a la sociedad.

 

El Informe Latinobarómetro 2018 destacó, entre otras cosas, la coincidencia de ambos países al optar el año pasado por presidentes “extra muros” del sistema político, lo que supuso “una fuerte queja” al grupo en el poder, en Brasil a un candidato identificado con la extrema derecha y en México a un militante de izquierdas.

 

Previo a las elecciones en ambos países, esta encuesta reveló que las poblaciones en Brasil (90%) y México (88%) opinaron casi unánimemente que “se gobernaba para unos pocos”.[2] Brasil resultó con más baja aprobación del gobierno con 6%, seguido de México con 18%,[3] asimismo, un 41% en el primero y 38% en el segundo respondió que “A la gente como uno” daba lo mismo un régimen democrático que uno no democrático”.

 

Del mismo modo, 52% de los brasileños y 48% de los mexicanos respondió tener una democracia con grandes problemas. La baja aprobación de los gobiernos en América Latina, y particularmente en estos países es un indicador del “declive de la democracia”, intrínsecamente relacionada con que los presidentes predecesores estuvieron relacionados con escándalos de corrupción.

 

La ex presidenta brasileña Dilma Rousseff fue alejada de su cargo en 2016 tras un Impeachment ejecutado por el Congreso ante la supuesta corrupción en el déficit público entre 2014 y 2015. A Enrique Peña Nieto se le relacionó con diferentes actos ilícitos, entre ellos el caso de “La Casa Blanca” y otros más ligados con Grupo Higa, quien no ha sido juzgado civil o penalmente por corrupción, enriquecimiento ilícito o abuso de autoridad.

 

Asimismo, el caso de la brasileña Odebrecht –protagonista del mayor escándalo de corrupción por sobornos a funcionarios públicos, políticos y empresarios en al menos nueve países de América Latina–, alcanzó a políticos como Lula Da Silva, e involucró al presidente Michel Temer, en Brasil y, en México, a Emilio Lozoya coordinador internacional de la campaña de Peña Nieto y director de Petróleos Mexicanos (Pemex en el periodo de 2012 a 2016), quien actualmente enfrenta una orden de aprehensión conseguida por la Fiscalía General de la República.

 

El caso Odebrecht y demás casos de corrupción surtieron notables efectos en las elecciones políticas por las que Brasil, luego de probar con gobiernos de corte progresista,[4] optó por Jair Bolsonaro, un ultraderechista destacado en los medios por sus discursos xenófobos, racistas y homofóbicos. Por su lado, México aplaudió el 1 de julio de 2018 el triunfo de Andrés Manuel quien en cada acto de campaña llamó a la unión popular y prometió acabar con la corrupción.

 

Bolsonaro y López Obrador representaron en América Latina una respuesta populista a las crisis políticas y económicas de Brasil y México, pero con contenidos diametralmente opuestos; el primero, un populista que encabeza una “democracia autoritaria”, que impuso el poder de otra élite a la mayoría, que representa una fuerte amenaza a los derechos humanos y enarbola un modelo económico que impulsa políticas que fomentan el poder oligárquico.

 

El segundo, un populista más cercano a la “socialdemocracia” con arraigo en una base popular que considera la opinión ciudadana[5] e impulsa medidas sociales con sellos anti-elitistas para combatir los intereses de los grupos económicos y políticos que durante décadas monopolizaron el control del Estado y, con ello, López Obrador continúa imponiendo agenda en la discusión política.

 

A seis meses de gestión del brasileño y siete del mexicano, los gobiernos de ambos representan la continuidad de sus campañas electorales, pero con grandes diferencias en los índices de aprobación y en el corte de sus políticas públicas y programas de gobierno.

 

Bolsonaro ha dejado patente su presión a la prensa, su postura en contra de la comunidad LGBTI+, contra las mujeres, y ha hecho un guiño al antisemitismo.[6] Con una economía al borde de otra recesión, con dificultades para generar consensos en el Congreso, con tres ministros despedidos, el despido masivo de personal en universidades y un polémico recorte del 30% por lo que ha enfrentado una de las mayores manifestaciones (más de un millón de personas de acuerdo con datos de la Agencia prensa Latina) en al menos 200 ciudades de 27 estados de Brasil, el pasado 15 de mayo, se ha desplomado su popularidad y su gobierno Registra la peor evaluación desde el año 1990 en Brasil con tan sólo el 33% de aprobación de acuerdo con la encuesta del Instituto Datalfoha.

 

En tanto, Andrés Manuel cuenta hasta el momento con 72.7%% de aceptación de acuerdo con la encuesta de El Universal, aún y con todas las polémica generadas por sus decisiones como la cancelación del Aeropuerto, los recortes a las estancias infantiles, la disminución presupuestal a Conacyt, el ajuste salarial a los altos funcionarios del gobierno o la decisión de cancelar las licitaciones de las rodas petroleas hasta que las empresas privadas cumplan sus contratos y demuestran una mayor productividad que Pemex.

 

El arribo de estos personajes al paisaje político latinoamericano, sus gestiones personalistas del Estado, las tensiones que eventualmente han generado en el funcionamiento institucional y la aplicación de las polémicas políticas públicas de cada proyecto han dado mucho de qué hablar y, sin duda, con tan solo unos meses han cambiado el rostro de la democracia en ambos países.

 

[1] En el momento en que algún candidato es “tildado” de populista se genera una serie de lugares comunes en el debate público debido a la mala fama que tiene este término entre cierta intelectualidad y algunos sectores de la sociedad. Sin embargo, en el ámbito académico existen diferentes enfoques que explican por qué surge y qué es el populismo de acuerdo con el momento histórico, el contexto, su relación con la democracia y su relación con la ideología de izquierdas o derechas.

 

[2] Pese a que ningún país de América Latina piensa “minoritariamente que se gobierna para unos pocos”, es de destacar que Bolivia con un 60% y Uruguay con 65% son los países que menos perciben que se gobierna para unos pocos, esto es, son los países que creen que se gobierna para todo el pueblo, dos democracias que además perciben una mejoría en la economía de sus bolsillos, lo que contrasta con la percepción de México y Brasil que además creen que la economía de sus países es uno de los más importantes problemas.

[3] El Salvador con 22%, Argentina, Nicaragua y Paraguay con 23% (Latinobarómetro, 2018: 44)

[4] Sin embargo es preciso aclarar que luego en el momento de las encuestas previas a su encarcelamiento Lula Da Silva encabezaba con un amplio margen las mismas.

[5] Mejía, 2019 “AMLO somete a ‘consulta’ si debe responder a tuits de Trump”, Milenio 29/03/2019 https://www.milenio.com/politica/amlo-pregunta-pueblo-contestar-trump-amor-paz

 

[6] Una vez que el ejército brasileño rindió homenaje al militar alemán Eduard Ernest Thilo Otto Maximilian von Westernhagen condecorado por Hitler

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