Bahréin, la revolución olvidada

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Ricardo González Bernal

Coordinador del Programa Global de Protección de Article 19

@R1card0G0nzalez

 

 

Bahréin, la revolución olvidada

 

 

El pasado 8 de agosto, el destacado activista a favor del diálogo interreligioso y defensor de los derechos humanos Maytham Al Salman, fue arrestado en el aeropuerto de Manama; volvía a Bahréin después de participar en una conferencia de la ONU. Al Salman es acusado de "incitación al odio contra el sistema de gobierno" y de "difundir noticias falsas.” Aunque fue puesto en libertad 12 horas después, los cargos en su contra siguen en pie y tiene prohibido viajar hasta que tenga lugar el juicio.

 

Los cargos, al parecer, fueron el resultado de una serie de trinos en Twitter que promovían la igualdad y la no discriminación entre sunitas y chiítas, los dos grupos mayoritarios musulmanes. Durante su visita a Naciones Unidas, Al Salman ofreció una entrevista en donde expresó temor ante la posibilidad de que el gobierno de Bahréin reprimiera a la población chiíta que vive en la isla de Sitra, al este de la isla principal de ese país.

 

No es el único caso en el que el gobierno de Bahréin ha arrestado a activistas o personas que defienden derechos humanos. Durante los últimos cuatro años, el régimen de la familia Al Khalifa ha arrestado a cientos de personas, asesinado a decenas y sometido a torturas y acoso a un número incalculable por exigir el respeto de derechos humanos y la instauración de un sistema democrático en el país.

 

Otros casos de arresto de voces del disenso en Bahréin incluyen al defensor de derechos humanos Nabeel Rajab y al líder de la oposición Sheikh Ali Salman. Ambos han sufrido el acoso judicial y actualmente tienen prohibido viajar al extranjero.

 

Bahréin es un pequeño archipiélago en el Golfo Pérsico. Dada la cantidad de petróleo y gas natural en su territorio, es un país que ha experimentado una opulencia económica enorme. Sin embargo, esto no se ha visto reflejado en el respeto de los derechos humanos y libertades.

 

Bahréin fue uno de los regímenes que temblaron con la ola de revoluciones que tuvieron lugar durante el 2011, ésas que fueron nombradas de manera arbitraria y casi ingenua por los gobiernos y medios de comunicación occidentales como la “primavera árabe”. Al igual que en Egipto y Libia, en Bahréin la historia continuó más allá de la brevísima atención que le otorgaron los medios de comunicación.   Durante los últimos cuatro años, Bahréin se ha convertido en uno de los regímenes más represores y ha logrado evadir cualquier tipo de escrutinio internacional gracias a su influencia y poderío económico.

 

YouTube está inundado de videos que dan cuenta de la represión de las protestas callejeras. Miles de usuarios usan Twitter de manera pública o bajo anonimato para difundir información sobre la represión sistemática del gobierno. La respuesta del gobierno alcanza sin problemas el calificativo de draconiana. Disparos de armas de fuego en contra de manifestantes. Detenciones arbitrarias de manifestantes y voces disidentes dentro y fuera de internet. Tortura y tratos inhumanos en contra de quienes permanecen bajo arresto. Monitoreo y espionaje digital masivo.

 

Además de la situación que viven en Bahréin quienes ejercen el derecho a la protesta, quienes han migrado (de manera documentada o sin documentos) son sometidos a condiciones laborales semejantes a la esclavitud. Como otros países de la región, Bahréin es uno de los receptores de migraciones económicas provenientes de Filipinas, Sri Lanka, India y Bangladesh. Abusos laborales absolutamente inaceptables, como la servidumbre forzada y la explotación, son práctica común.

 

Bahréin no está solo en la tendencia represora y la explotación de migrantes, ambas son prácticas comunes en la región del Golfo Pérsico. Las monarquías que gobiernan esos países han legislado un cúmulo de leyes con el objetivo de reprimir cualquier asomo de disenso. El encarcelamiento de activistas, miembros de la oposición política y personas defensoras de derechos humanos es una práctica común que se ha propagado bajo la indiferencia de los Estados Unidos y la incapacidad de la comunidad internacional para ejercer presión.

 

La conjunción de diversos factores, como la represión post 11 de Septiembre y post “primavera árabe”, así como la efervescencia religiosa ante la expansión de la esfera de influencia del grupo armado conocido como Estado Islámico, ha dado el pretexto perfecto a los gobiernos de la región para reprimir el disenso y sofocar cualquier demanda a favor de un proceso de democratización.

 

Tal pareciera que estas monarquías olvidan una lección insoslayable de la historia: todo movimiento a favor de los derechos humanos y la expansión de las libertades eventualmente triunfará.

 

Aquel proceso libertador que inició con el derrocamiento de las dictaduras en Túnez, Libia y Egipto, se propagó en toda la región… Cuatro años después, las monarquías anquilosadas del Golfo Pérsico continúan temblando.

 

 

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