Babadook y el trauma en las mujeres

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Primera entrega*

Por Érika Paz

 

Aprender a reconocer y respetar a nuestros “monstruos”, esos traumas que viven en muchas, creados, configurados por todo tipo de violencias vividas. A veces latentes, a veces interrumpidos de su sueño o liberados de su prisión por cualquier experiencia (no precisamente negativa), entonces se asoman, persiguen, atacan. Inimaginables para muchas personas, incomprensibles para otras.

Si eres mujer y has tenido alguna experiencia traumática, habrás comprendido casi inmediatamente: la angustia, los temores e inclusive los ataques de pánico se asoman de tanto en tanto y por lo regular en las noches, no te dejan dormir o te despiertan súbitamente, se presentan en forma de pesadillas que a veces recuerdas o a veces no, sólo sabes que invadieron tu tranquilidad.

Así  lo vive Amelia, protagonista de The Babadook (Kent, 2014), madre de Samuel. Él convive con Babadook, el monstruo que vive en su madre, un monstruo que a veces aparece más iracundo, incontrolable, violento y atemorizante. Pero Babadook avisa antes de llegar a través de las pesadillas, el cansancio o la distraccióm, o mediante el dolor de muelas de su madre. Signos de los que ella no es consciente pero su pequeño hijo, sí, quien es crucial para la exploración del trauma.

Pese a que Amelia le dice a su hijo “nada malo pasará”, Samuel sabe que no es así, promete cuidarla y se prepara para combatir al Babadook, pero su encargo trae consecuencias para él. Sus metáforas y cuentos son, no sólo indescifrables, sino sancionados por sus maestras y su madre, quien no se da cuenta de que a su corta edad, Sam es una extensión de ella.

La película, dirigida por la brillante Jennifer Kent, aborda el efecto que tienen las experiencias traumáticas de una mujer cuyas emociones son profundamente enterradas y el efecto que esto tiene a su vez en la infancia, en donde la crueldad y la violencia doméstica tienen lugar. Kent pone el foco por igual tanto en la madre como en su hijo, un niño de seis años que con toda su inocencia y amor hacia Amelia, le dice “aplastaré la cabeza de Babadook … prometo cuidarte si tú prometes cuidarme y no volveré a mencionar a Babadook”. Compasiva, Amelia insiste en que no hay Babadook y nada malo pasará.

La cinta recorre esa lucha piscosomática para reconocer el trauma, cuyo punto cúspide tiene lugar cuando maltrata a su propio hijo y su “otra yo” pone en riesgo la integridad personal de ambos. “No te dejaré dice Sam… Babadook no te deja, pero yo te amo y siempre te amaré”. Mediante el género del cine de terror, Kent nos plantea una metáfora de los monstruos y el terror que habita en las mujeres que viven un trauma y padecen estrés postraumático. Con una impecable genialidad, la directora lleva al espectador(a) de la fantasía a una realidad, dosificada, porque puede ser aun más espeluznante que una película de terror.

“Esto no es real, esto no es real”, se repite a sí misma. “Cuanto más me rechaces más fuerte me convertiré, empiezas a cambiar cuando estoy en ti –le dice Babadook a Amelia–, Babadook crece dentro de ti”. Las experiencias traumáticas, como puede ser la trágica muerte de un ser querido, así como todo tipo de violencia que viven las mujeres, las afecta no sólo a ellas, también a las personas que las rodean, en muchas ocasiones con graves consecuencias para las más vulnerables, como las niñas y los niños.

La importancia de nombrar la experiencia traumática, la violencia vivida y aprender a reconocerlas, aceptarlas y domarlas forma parte de la recuperación de las mujeres, cuya atención y acompañamiento es crucial. Julia Kristeva ha escrito que hay una oportunidad de reiniciar la vida psíquica, pero también tenemos oportunidad de desmontar el “tabú de la madre” que oculta la pluralidad de realidades (maternidades voluntarias, reflexivas o no, así como las no deseadas, las arrepentidas, las impuestas como destino divino, etcétera) e imposibilita reconocer –y por tanto atender– las dificultades socioculturales, económicas, emocionales, entre otras, que enfrentan las madres y junto con ellas, las niñas y los niños.

* Esta es la primera entrega de tres artículos que abordarán películas de mujeres cineastas, en el marco del #8M.

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