El paisaje de las desérticas tierras del noreste también tiene su encanto. Ante la carencia de lluvias, la vegetación se integra por la multiplicidad de sus cactus. Sus formas y toda su fauna son un atractivo a lo largo de cientos de kilómetros en las calurosas y somnolientas carreteras de Nuevo León y Coahuila.
El panorama cambia cuando se acerca a la llamada Región Carbonífera donde predomina un inusitado ir y venir de cientos de camiones sucios, cargando el carbón mineral con el que se alimentan las dos importantes plantas de la CFE ubicadas en el pequeño poblado de Nava, en Cinco Manantiales.
Nuestra primera escala rumbo a Allende fue el municipio de Sabinas, el corazón de la zona carbonífera. Nos detenemos a la entrada y descubrimos el agradable restaurante “La Estaca”, nombre con significado “incómodo” para los que ya nos adentramos en el mundo de la delincuencia organizada.
Bebemos, disfrutamos los sagrados alimentos y reímos con los múltiples letreros que adornan el espacio del Bar. Esa noche, mientras compartimos alegremente nuestra bebida en un antro, sucedió un evento que me recordó en dónde estamos y hacia a dónde nos dirigimos: mi oído percibió el tenue sonido de disparos lejanos. Tiempo después comencé a recibir mensajes de colegas en mi móvil alertando sobre el asesinato de un empresario en Sabinas.
No le conté nada a Melva.
Al día siguiente, temprano, nos enfilamos rumbo a Allende. Aún sin conocer que apenas un año atrás ahí vivían los hermanos Miguel Ángel y Omar Treviño Morales, Z40 y Z42 respectivamente.
En el pequeño poblado habitado en ese entonces por unos 22 mil ciudadanos, se casó Omar Treviño con la hija de un rico ganadero. Ahí también construyó una gran “discoteca” que fue inaugurada por el dúo de moda, las Ha*Ash.
El líder máximo de los Zetas, Heriberto Lazcano, operaba desde un lujoso rancho ubicado entre Allende y Villa Unión, el cual presuntamente compró a un medio hermano de Humberto Moreira.
Además, en ese pequeño poblado se empaquetaban los cargamentos de 500 kilos de cocaína que se contrabandeaban cotidianamente por el puente internacional que conecta Piedras Negras con Eagle Pass.
Cuando los hermanos Treviño Morales radicaban en Allende, en las entradas al pueblo se colocaron retenes operados por “Halcones”, o por los policías municipales que tenían en su nómina, quienes solicitaban a cada persona que intentaba ingresar, una identificación y si era “fuereño” se le interrogaba sobre los motivos de su visita al pueblo.
Antes de cruzar la garita del kilómetro 53 de la “Carretera Federal 57” que conduce a Piedras Negras, tomamos la desviación hacia nuestro incierto destino. Un kilómetro antes de entrar al pueblo está edificada una caseta de la policía de Fuerzas Especiales del Estado de Coahuila, denominada Grupo de Armas Tácticas y Especiales (GATES), y a unos metros adelante se coloca el retén. En ese momento los halcones estaban platicando a la orilla del camino. No nos detuvieron. Por el espejo retrovisor alcancé a ver a uno reportando nuestra presencia a través de una radio frecuencia.
El paisaje en Cinco Manantiales cambia radicalmente. Árboles frondosos y campos verdes permiten percibir que el subsuelo alberga grandes mantos de agua.
Como todo pueblo del noreste, predominan sus casas de “sillar” -un especie de adobe- de un piso. Calles trazadas a partir de la “main”, avenida que conduce a la plaza principal donde se asientan los tres poderes: la presidencia municipal; la iglesia; los comercios y bancos.
En las redes sociales se habían compartido algunas de las residencias destruidas por los Zetas. Ya en la “Boca del Lobo” nuestro primer objetivo fue recorrer sus polvorientas calles para localizarlas pero temíamos adentrarnos a lugares alejados del centro. La primera búsqueda resultó infructuosa.
Conocí a fondo la tragedia de Allende hasta que viajé en abril del 2013 a la ciudad de Austin para cubrir el Juicio de José Treviño Morales, el hermano mayor del Z40 y Z42. Como testigos de la fiscalía, rindieron testimonios los líderes y operadores que realizaron el contrabando de drogas de los Zetas.
Al filo de las 17:00 horas del 18 de marzo de 2011, arribaron a Allende unas 45 camionetas tripuladas por 200 sicarios provenientes de Tamaulipas, el convoy era escoltado por cuatro patrullas de la policía municipal.
Alertado por un informante, el Z40 tuvo conocimiento que en la Unidad de Operaciones Sensibles de la Policía Federal, una persona de su organización lo había traicionado con la Drug Enforcement Administration (DEA). En venganza, soltó a sus despiadados sicarios para cazar en Allende y Piedras Negras a los principales jefes responsables del tráfico de drogas, junto con sus familias: “Poncho” Cuéllar, Héctor Moreno y José Luis Garza Gaytán. Los tres eran miembros de familias ricas y ya habían huido a Texas junto con esposas e hijos, así que los sicarios cazaron al resto de sus extendidas familias, sus trabajadores domésticos o amigos cercanos. Fueron los policías locales quienes los llevaron a sus residencias.
Ese día, los pistoleros capturaron en Allende a unas 80 personas entre mujeres, menores y ancianos. En Piedras Negras, cazaron y detuvieron a 40 personas más, y otras tantas fueron secuestradas en Monclova y la Región Carbonífera.
Después de los hechos, el alcalde que ganó la presidencia municipal detalló que ese operativo conjunto realizado entre sicarios y policías locales, desaparecieron más de 300 personas.
Tras nuestra primera pesquisa fallida, el siguiente paso era bajarnos del auto y conseguir testimonios sobre lo ocurrido, con las limitaciones que impone hacer periodismo en una zona dominada por el crimen organizado, donde las cámaras y grabadoras están prohibidas… También la libreta y el lápiz. Incluso si cuestionas a la persona equivocada puedes tener serios problemas para tu integridad.
