A 27 años del Estallido de la Paz

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Federico Anaya Gallardo

 

Si la guerra es problemática, más lo es la paz. En el año 1994 el EZLN hizo la guerra al Estado mexicano con todos los medios a su alcance. Estos no eran muchos, pero fueron suficientes para aterrorizar a su potente enemigo. A la sorpresa de que los pequeños y marginales rompiesen la entrada triunfal al primer mundo que nos anunció el México salinista se sumaron otros portentos en aquél Año Admirable. Entre los primeros, que el grupo de insurgentes no se moviese como guerrilla sino como ejército (comentario hecho por alguien que sabía del tema, el farabundista Joaquín Villalobos). También sorprendió la agilidad con la que el EZLN viró de una confrontación armada directa a una táctica de negociación pública y de apoyo abierto a la oleada insurreccional civil que el levantamiento inició. Decenas de grupos campesinos y movimientos municipales en Chiapas aprovecharon el entusiasmo causado por los rebeldes y medraron hábilmente en el desconcierto de las élites. La ofensiva cívico-militar del neozapatismo en Noviembre de 1994 coronó este flujo del movimiento.

 

Sin embargo, otros actores desconfiaban del resultado final. Tanto en el Consejo Estatal de Organizaciones Indígenas y Campesinas (CEOIC) de Chiapas como en el espacio de la mediación había muchos que temían que el crescendo neozapatista terminaría por provocar una violentísima contra-ofensiva de parte del gobierno federal. En resumen esquemático, ni la dirigencia nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD) ni la diócesis católica de San Cristóbal de Las Casas simpatizaban con el llamado a derrocar los ayuntamientos e instaurar consejos municipales populares. Estas dudas condenaron al fracaso los movimientos que, pese a la falta de consenso estadual, tomaron algunas presidencias municipales a principios de 1995. Y la combinación de ese intento fallido con las dudas que lo provocaron convencieron al ala dura del nuevo gobierno federal de romper el diálogo.

 

El neozapatismo recuerda el 9 de Febrero de 1995 como el día de la traición, porque el Ejército Mexicano avanzó dentro del territorio controlado por el EZLN desde un año antes a la mitad de pláticas para reiniciar el diálogo. En Mayo-Junio de ese año, el entonces subcomandante Marcos, en voz de Durito, reconocía que: “Se llegó enero de 1995 y el Sup andaba con sus ingenuidades de que el gobierno sí estaba dispuesto al diálogo” (La historia de los espejos, Liga 1). Yo creo que, del mismo modo que el EZLN y personas como Amado Avendaño apoyaban la ampliación insurreccional del teatro de guerra a finales de 1994; en el campo gubernamental había quienes pensaban que reabrir el diálogo en Febrero de 1995 sería un error. En ambos lados de la guerra había halcones.

 

El problema es que, del mismo modo que los halcones neozapatistas no habían logrado sostener a sus simpatizantes en Chicomuselo y otras cabeceras municipales  en Enero de 1995; los halcones zedillistas no capturaron a la comandancia ezelenita en Febrero siguiente. Aunque el Ejército Mexicano ocupó la “zona de conflicto” y se instaló permanentemente en Las Cañadas, su ataque a traición causó indignación. La reacción social superó todas las expectativas. Al tiempo que las columnas militares entraban en territorio neozapatista, en muchas ciudades mexicanas (incluso en algunas notoriamente conservadoras) se generalizaron protestas bajo la consigna de “Todos somos Marcos”.

 

El margen de maniobra neozapatista había sido restringido por el poco entusiasmo insurreccional de la diócesis católica y el PRD en Noviembre-Diciembre de 1994. Dos meses después, en Febrero de 1995, las manifestaciones urbanas en contra de la guerra en Chiapas arrinconaron a la Administración Zedillo (de por sí debilitada por la crisis financiera iniciada ese invierno). Este contexto de debilidad política de los dos actores beligerantes permitió la consolidación de un extrañísimo esquema de tregua constitucional. Ante la ineficacia de los guerreritas, las palomas de ambos polos retomaron la iniciativa. Y así estalló la paz.

 

La Ley para el Diálogo de 1995 no surgió de la voluntad del Poder Ejecutivo, sino de su necesidad de salvar cara. Los legisladores federales, tanto los del partido del gobierno como los de oposición, sacaron las castañas del fuego que los dos ejércitos habían reencendido. Correctamente, y siguiendo la intuición de que la amnistía debía ser el eslabón final de un proceso de negociaciones detalladas (intuición señalada un año antes por el EZLN, la mediación y el primer Comisionado para la Paz) la Ley estableció un esquema cuatripartito en el que los dos actores centrales (EZLN y Gobierno Federal) están acompañados de dos instancias facilitadoras del diálogo, una más cercana al EZLN (la Comisión Nacional de Intermediación, CONAI) y una más cercana al Gobierno Federal (la Comisión de Concordia y Pacificación, COCOPA).

 

La COCOPA es la encargada de convocar a las demás partes en esta mesa de cuatro lados para negociar un arreglo permanente y definitivo de paz. Puede suspender el diálogo y proponer esquemas nuevos para reanudarlo. Ciertamente, la COCOPA puede declarar que el diálogo se ha roto. Pero esta declaración es una cuestión de terribles consecuencias. Mientras el diálogo permanezca, incluso en estado de suspensión prolongada, como ha sido desde 1998 y hasta la fecha) las órdenes de aprehensión contra los rebeldes no pueden ejecutarse y el Poder Ejecutivo no puede realizar acciones armadas directas –como la de Febrero de 1995– en contra del EZLN.

 

Ahora bien, la COCOPA está formada pluralmente por diputados y senadores de todos los partidos –más un representante de la legislatura chiapaneca. La presidencia de la comisión bicameral es rotativa, lo que refuerza la regla de tomar siempre decisiones por consenso. Estas características permiten a la COCOPA jugar siempre un papel institucional-gubernamental, pero claramente diferenciado del que asuma el gobierno –no importando cuál sea el resultado de las elecciones (¡y ya han ocurrido cuatro presidenciales!). Esto último significa que el esquema de una COCOPA pluripartidista permite que el escenario de negociación obligada entre los dos beligerantes se haya mantenido más allá de los vaivenes democráticos.

 

Los diálogos organizados bajo la Ley se iniciaron a fines del Verano de 1995, pero sólo una de las cinco mesas programadas concluyó sus trabajos, en Febrero de 1996. El resultado de esa primera mesa son los famosos Acuerdos de San Andrés. Cómo llevar esos acuerdos a la Constitución federal, entre otros asuntos, llevaron a una crisis del diálogo en 1998 que ha mantenido en suspenso las pláticas desde entonces (24 años). Sin embargo, en ese largo periodo, ningún titular de la Presidencia de la COCOPA ha deseado ser el responsable de declarar cerrado el diálogo y ser el/la causante del reinicio de la guerra.

 

Si bien es cierto que el escenario descrito implica una gran ambigüedad, también lo es que la Ley para el Diálogo sigue vigente y –en ese plano extraño que es la formalidad constitucional– ha evitado el regreso de las hostilidades. La COCOPA de hoy parece a muchos un fantasma, pero existe y sesiona de vez en cuando. En un país de abogados formalistas, quien hoy desée romper formalmente la paz que logró la Ley de Diálogo en 1995 deberá ir a esa comisión y convencer a senadoras y diputadas de declarar formalmente rotas las negociaciones.

 

En por mientras, la paz estallada en 1995 siguió y sigue en Chiapas. Ha sido perturbada por paramilitares a sueldo del Ejército Mexicano y por la irresponsabilidad endémica de la élite criolla chiapaneca. En varias regiones se han reconstituido cacicazgos peligrosos tanto para la población como para el Estado. Pero, también es verdad que el EZLN construyó un andamiaje civil de gobierno popular que allí sigue –con suerte diversa en distintas regiones. Y también es cierto que municipios que no fueron en su día neozapatistas han logrado avances notables en materia de reconocimiento de los derechos indígenas. Un cuarto de siglo no es poca cosa. Por ello es que el debate entre las FLN y el EZLN sobre la “precedencia” a todomundo nos parece cosa tan ajena.

 

Liga usada en este texto:

 

Liga 1:

https://palabra.ezln.org.mx/comunicados/1995/1995_06_09.htm

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