A bote pronto (Machismo a lo seguro)

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Alejandro Mosqueda Guadarrama

Camarógrafo, editor y documentalista

Facebook: Moga Aleko

Machismo a lo seguro

El asunto de la sexualidad masculina nos lleva a revisar y a reflexionar sobre algunos puntos que son fundamentales en la forma en que los hombres aprendemos y vivimos el ser hombre.

Partimos de la valorización de actitudes, formas de sentir y de ver el mundo que son consideradas masculinas, y de la desvalorización de actitudes, formas de sentir y de ver el mundo, consideradas femeninas. Esto en la práctica, en la vida cotidiana, se refleja en la forma de educar tanto en la familia como en la escuela; en la forma de asumir los mandatos sociales para hombres y para mujeres, los cuales están muy bien diferenciados para el funcionamiento de la sociedad, con privilegios para nosotros los hombres y con costos para las mujeres.

Se establecen roles muy bien diferenciados para hombres y para mujeres que se traducen en desigualdades y en la desvalorización de algunas emociones y sentimientos, así como de sus manifestaciones, consideradas “de mujeres” o femeninas. Esto nos lleva a los hombres a generar máscaras que nos permitan ocultar estas emociones y sentimientos.

Hay una serie de mandatos sociales para los hombres, los cuales nos plantean estar permanentemente tratando de demostrar que somos hombres (como el ser valiente, competitivo, egoísta, arriesgado, exitoso, fuerte física y emocionalmente, potente sexual, deseado, conquistador, sabelotodo, heterosexual, dominante, admirado, autoridad, autosuficiente, proveedor, agresivo, audaz, mujeriego, buen bebedor, simpático, aceptado, no contar con nada que tenga que ver con lo considerado femenino, etc., etc.), de tal suerte que los sentimientos y las emociones tendrán que ser manifestadas en esta lógica de los mandatos sociales o, dicho de otra forma, sin perder la “hombría”.

Estas ideas introyectadas desde que nacemos, en la sexualidad nos llevarán a tener un comportamiento que demuestre –supuestamente- “hombría”, y entonces nos vamos llenando los oídos de frases como: “un verdadero hombre nunca se niega a la posibilidad de tener una relación sexual”, “puedo vivir mi sexualidad como yo quiera porque no me pasará nada”, “las relaciones sexuales son cuando yo quiera y como yo quiera”, “a mí nadie me dice que no; cuando me dicen que no es solo por hacerse del rogar”; “como hombre puedo tener más de una pareja sexual”, “el hijo es de mi mujer”, “yo no soy un impotente sexual, es ella la del problema”. Palabras más palabras menos, ¿acaso no las han escuchado por ahí?

La sexualidad en los varones se convierte en el gran escaparate para demostrar que se es hombre, y hay una intención permanente de “vivir una sexualidad muy activa”, y si en la práctica no es así, por lo menos nos quedan las máscaras para aparentarla.

Al asumirnos como sujetos que deben tener el control de todo lo que esté a nuestro alcance y de nuestras acciones, la sexualidad se racionaliza de tal forma que las emociones, gustos y deseos no tienen lugar, eso se lo dejamos a las mujeres (“las mujeres son muy sentimentales”, se dice en diferentes ambientes).

A lo anterior hay que sumar una serie de mitos y prejuicios que tenemos los hombres respecto a la sexualidad: para empezar, un verdadero hombre debe ser heterosexual; todo contacto físico es seguro que llevará a una relación sexual; los hombres tenemos más deseos y necesidades sexuales que las mujeres; lo importante en la relación sexual es la penetración; los hombres somos los que llevamos la iniciativa en la relación sexual, porque nosotros somos los que sabemos; una mujer con iniciativa sexual es digna de toda desconfianza; el rendimiento sexual (ser bien aguantador) es muy importante, así como llevar al orgasmo varias veces a la pareja (aunque esto en la práctica no ocurra muy a menudo... pero no importa, ya se encontraran algunas justificaciones. Los hombres tenemos muchas preocupaciones encima, ¿o no?).

Así, ejerciendo el poder que las relaciones de género nos otorgan, y claro que siempre dentro de las reglas establecidas: ser el activo, ser heterosexual, ser el sujeto y no el objeto, en la sexualidad encontramos nuestra realización como “verdaderos hombres”.

¿Y el placer?... ¿y el deseo?... ¿y las emociones? Con esta forma de vivir la sexualidad masculina, en muchos momentos quedan –las emociones, el placer y el deseo- en segundo plano; lo importante se reduce a la esfera de las simulaciones para demostrar que se es un “verdadero hombre”, que se tiene el poder de acuerdo con los parámetros de la masculinidad hegemónica. De tal forma, se hace cuestionable la realización verdaderamente placentera de la sexualidad masculina, me parece. Sigue pesando más lo que se supone que debo hacer y expresar (para reafirmar mi masculinidad), que lo que realmente quiero y deseo hacer. Desde una esquina –me imagino- se ufanan los mandatos sociales. Caminamos dóciles tratando de alcanzar el desiderátum social.

Para darle un toque final a todo lo anterior, socialmente hay “reglas” que no se deben quebrantar: hombres y mujeres somos heterosexuales y la relación sexual se hace “como es normal”. Con esto se reduce el potencial de la sexualidad y se sigue queriendo mantener en lo “anormal” y “pecaminoso” toda una gran variedad de manifestaciones y prácticas que tiene la sexualidad de mujeres y hombres.

Se ha generado una gran cantidad de mitos y prejuicios sobre la homosexualidad, los cuales generan acciones de verdadera irracionalidad (desde el despido laboral hasta el homicidio). La homofobia se ha convertido en parte de las características de la masculinidad: el rechazo, marginación y ataque a las personas homosexuales no es cuestionado en los diferentes círculos en que nos movemos. Es más cuestionable y sospechoso un hombre que no tenga manifestaciones homofóbicas. Esto, a pesar de que las cosas han ido cambiando un poco y en mucho solo es un discurso políticamente correcto.

El uso del condón está lejos de ser un efecto de relaciones en condiciones de equidad o de comunicación y apertura. El condón, por ahora, es tema para otra reflexión.

Me quedo pensando en eso de “negociar el uso del condón”. Pues sí, a ese extremo se llegó, hace años, para abordar el tema. Dicen, no me consta, que diciembre es uno de los meses de mayor actividad sexual… ¿qué tanto se incrementarán en septiembre y octubre los nacimientos?

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