¿Que nos cuerne el toro?

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Federico Anaya Gallardo

 

Julio de 2006, centro histórico de la ciudad de México. Caminábamos una buena amiga y yo a través del gran plantón que el obradorismo organizó del Zócalo hasta la Fuente de Petróleos. No podíamos evitar hablar de la historia reciente. Mi amiga rememoraba cómo, desde 1977, la izquierda había jugado con las reglas de la democracia; y cómo cada vez que se lograba un avance, el sistema autoritario cambiaba las reglas para enredar la lucha ó para sacar nuevas ventajas indebidas. Desconsolado ante la evidencia que ella me daba, respondí: “deberíamos aprovechar el enojo presente y optar por un Putsch desde Abajo”. Ella me paró, me vio directo a los ojos y enojadísima, me gritó: “—¿¡Y la Democracia?!” Por supuesto que mi amiga tenía razón. No debemos desesperar de la Democracia. Jamás.

 

Pero precisamente por ello debemos pasar lista de las victorias y de los engaños electorales. Hoy te ofrezco, lectora, una breve (e incompleta) lista de ellos.

 

Gracias a la Reforma Electoral de 1977, las oposiciones de Derechas e Izquierdas avanzaron mucho en las elecciones parlamentarias de 1979 y 1982, consolidando bancadas fuertes en la Cámara de Diputados. La cámara tenía entonces sólo 400 curules, 300 de mayoría y las recién creadas 100 curules “plurinominales”. Estas últimas se repartían sólo entre los partidos de oposición, pues el PRI estaba seguro de controlar la política local en todo el país. El arreglo le aseguraba una mayoría parlamentaria de 3 a 1. Pero, cuando la emergencia electoral de 1985 mostró que las oposiciones se consolidaban en diversos Estados, y que en 1988 podrían ganar (como lo hicieron) muchas diputaciones de mayoría, el PRI cambió la Constitución para que también el partido oficial participase en el reparto de plurinominales. Estas aumentaron a 200 “para no quitarle espacio” a la oposición. Aparte, se cambió la conformación de la Comisión Federal Electoral (CFE). Antes, cada partido con registro tenía un voto. A partir de 1987, cada partido recibió comisionados de acuerdo a su porcentaje de votos en la elección previa. De este modo, el PRI se aseguraba tener la mayoría. Aparte, la CFE era parte de Gobernación y era presidida por el “Señorsecretario”.

 

  1. Pese a las trampas de esas nuevas reglas, gracias a la emergencia electoral combinada del neocardenismo y el neopanismo, el PRI perdió muchas diputaciones de mayoría. En Guerrero y otros Estados los priístas debieron quemar urnas y reemplazar casillas para asegurarse la mayoría parlamentaria. (Por allí anda una foto del diputado Fox en San Lázaro, con una boleta semiquemada en cada oreja, de las que Salgado Macedonio llevó a “la más alta tribuna” para demostrar el fraude en el Sur y Rumbo de Acapulco.) Con todas esas malas artes, el PRI apenas logró 262 curules. Por lo mismo, las reformas estructurales que requerían cambios constitucionales las debió negociar Salinas con el PAN, sumando sus 101 votos a los 262 del PRI. Juntos sumaban 362 votos –32 más que los 330 requeridos para reformar la Constitución. Así nació el PRIAN. Entre los consensos de las dos Derechas fue consolidar la burocracia del IFE, de modo que no hubiese “sorpresas”. Ah, e hicieron difíciles las coaliciones, para que no se repitiese el fenómeno del Frente Democrático Nacional neocardenista.

 

  1. En la siguiente elección presidencial, la Rebelión neozapatista en Chiapas y las divisiones al interior de la oligarquía priísta obligaron, primero, a ciudadanizar el consejo general del IFE. Esto se hizo de emergencia, ya iniciado el proceso electoral 1993-1994. Para evitar que esto afectase demasiado al candidato oficial, se inyectó clandestinamente mucho dinero público para inflar el voto “institucional”. Ya ganador, Zedillo reconoció este abuso y en la reforma electoral de 1996, aparte de terminar la ciudadanización del IFE se creó el actual sistema de financiamiento electoral. Pero de nuevo, una victoria de las oposiciones democráticas se volvería un arma en contra de ellas.

 

La fórmula de financiamiento fue perversa. En lugar de determinar qué cantidad global de financiamiento público se requería para asegurar equidad en la contienda y luego repartir esa bolsa entre los partidos, el PRI calculó la cantidad que requería para luchar holgadamente en las siguientes contiendas. A partir de esa cifra se calculó de acuerdo al porcentaje de votos en la última elección el financiamiento de los otros partidos. (¿No había ganado Zedillo en 1994?) Ya no sería necesario hacer inyecciones ilegales de fondos públicos al partido oficial. Esas inyecciones se habían legalizado.

 

Hay que reconocer así de perverso, el PRI fue generoso. Era una táctica obregonista: muchos cañonazos de 50mil pesos. Así se otorgó a los opositores financiamientos proporcionales a los que el PRI deseaba seguir teniendo. Tanto el PAN a Derechas como el PRD a Izquierdas reconocieron la manzana envenenada. Los presidentes nacionales de ambos partidos, Felipe Calderón Hinojosa y Andrés Manuel López Obrador rechazaron en principio el arreglo. (Notar cómo ambos, desde entonces, se perfilaban como los líderes fuertes, a Derechas e Izquierdas, de la actual República.) Los panistas devolvieron la primera ministración a la Tesorería de la Federación. Los perredistas usaron el nuevo financiamiento para comprar libros de texto y los repartieron en las escuelas. Ambos actos no pasaron de ser símbolos. Las burocracias permanentes de ambos partidos terminaron aceptando el nuevo esquema de financiamiento –y con él seguimos.

 

Notar la mala leche conque el PRI iba concediendo en partes y de manera contradictoria las mejoras electorales. Ciertamente, las contradicciones del régimen autoritario eran tan grandes que entre 1996 y 2000 pudimos ver un “IFE bueno” lograr milagros. El primero fue que las oposiciones ganasen (¡al fin!) la mayoría en San Lázaro. Aquélla mañana del 1 de Septiembre de 1997, Porfirio Muñoz Ledo estuvo genial. Al responder al Tercer Informe Presidencial de Zedillo, le recordó la viejísima sentencia de las Cortes de Aragón a sus reyes: Recordad que nosotros juntos somos más que vos.

 

Pero, pese a las ventajas de aquél “IFE bueno” había dentro de él defectos de diseño. Uno central fue la creación de una burocracia dorada que empezó a “institucionalizar” (esa es la vieja palabra priísta para “cooptar”) a los críticos para volverlos leales al sistema. Entre los recién llegados, podría decirse que el brillo de los doblones les cegó… Nadie se fijó que la vieja maquinaria electoral de SEGOB se trasplantaba al IFE a través de la Secretaría Ejecutiva. (¿Ó acaso ya se nos olvidó que el ultra-priísta Felipe Solís Acero fue el Secretario Ejecutivo del “buen IFE”?) Y así hemos seguido. Fox y el PAN ganaron la Presidencia, pero no hubo justicia ni en Amigos de Fox ni en el Pemexgate. Eso sí, en 2012, ese IFE le impuso a un estudiante de doctorado de Michoacán un procedimiento administrativo porque logró que un amigo suyo (creo que un viejo profesor universitario) anunciara un mitin obradorista en su programita de radio de una estación de radio municipal. ¡Gasto no reportado! ¡Ave María Purísima!

 

Desde 2000 a la fecha hemos realizado varias reformas electorales. El IFE se volvió INE sin haber alterado sus hábitos burocráticos. El estadounidense James Q. Wilson ha demostrado la resiliencia de las actitudes administrativas “de nacimiento”, incluso cuando hay reformas que transforman los objetivos de una estructura de gobierno.

 

Sólo por hacer este tipo de recuentos y evaluación es que es valiosa la Iniciativa de Reforma Democrática que el obradorismo acaba de mandar al Congreso de la Unión. En las redes sociales de MORENA señalé que, para mí, el centro de la propuesta es el cambio en el sistema de elección del parlamento. Desaparecen las plurinominales, pero también las diputaciones de mayoría. Los 300 diputados que quedan se elegirán por un sistema de proporcionalidad pura en cada una de las entidades federativas. Una solución austera, elegante y federalista. Para entenderla hay que recordar por qué introdujimos la diferencia entre uninominales (por mayoría relativa en 300 distritos) y plurinominales (por representación proporcional en 5 circunscripciones electorales nacionales). Ese sistema de elección se ha pervertido varias veces y ya no se justifica. De allí la propuesta presidencial de este 2022.

 

Muchas lectoras me dirán que es fútil este debate, porque MORENA y sus aliados no cuentan con los 330 votos necesarios para la reforma constitucional en la Cámara de Diputados. Tienen razón. Acaso precisamente por eso es que la Iniciativa es tan radical. Igual que en la cuestión eléctrica, el obradorismo está planteando su programa político de largo plazo. Ojalá y el debate sea profundo. Esa es una de las salidas a esta trampa de Sísifo en que la oligarquía hace reformas con el único objeto de que a nosotros, el Pueblo, nos cuerne el toro.

 

No te preocupes lectora: venceremos.

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