"Nada que festejar sin nuestras hijas e hijos": testimonios de madres de desaparecidos

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"Nada que festejar sin nuestras hijas e hijos": testimonios de madres de desaparecidos

Texto: Luz León y Paola Atziri Paz

“Yo quisiera salir a buscar a mi hija a una fiesta o con sus amigas, pero ahora salgo a buscarla a los Semefos, a las cárceles y a los hospitales”, aseguró en el Día de las Madres Guillermina Hernández Alarcón, mamá de Selena Giselle, desaparecida desde el 2010.

La realidad de la señora Guillermina la viven miles de madres en nuestro país, quienes este 10 de mayo no asisten a festivales, desayunos o comidas, sino a una marcha para mostrar que para ellas se trata de un día de memoria, resistencia y lucha.

Según la Comisión Nacional de Búsqueda, en México existen más de 60 mil personas desaparecidas. Sus madres no desean flores o un día de asueto, lo que exigen a las autoridades es que encuentren a sus hijos o hijas.

Guillermina busca a su hija desde hace nueve años. Selena Giselle Delgado Hernández desapareció el 29 abril de 2010, cuando tenía 14 años, justo 20 días antes de sus XV, en Ecatepec de Morelos. Desde ese día, la vida de Guillermina cambió por completo, pues en ningún momento deja de pensar en su hija. Cada que decide no abrir su farmacia es porque tiene cita con el procurador o una búsqueda y no porque necesite un día de descanso.

“Lo único que quiero es verla, la extrañamos mucho y la amamos mucho”, dice la mamá de Giselle mientras relata lo difícil que es vivir así, incluso siente que no tiene el derecho a divertirse en fiestas, pues siente culpa y pese a que se concentra para pasarla bien, le gana el llanto.

Guillermina tiene otros dos hijos, pero Giselle era quien le ayudaba y salía con ella a todos lados. Hoy, está a punto de cumplir 24 años y en su familia hay dos sobrinos nuevos que no conoce. “Es muy difícil ver a sus compañeras de misma generación, veo como ellas tienen una vida normal, incluso unas ya tienen hijos, y yo no sé cómo esté mi hija”, cuenta la señora Hernández con un nudo en la garganta.

Pese a que existen pistas sobre la localización de Giselle, las autoridades aún no la han encontrado. “Cada dos años me dejan saber de mi hija, me entero que la ve un vecino o alguien, pero cuando voy a buscarla ya no está en esa zona”, dice Guillermina con esperanza, pues asegura que no se ha enfermado porque se mentaliza: “si me muero yo, quién va a buscar a mi hija”.

Lo que más desea Guillermina en este día de las madres es que su hija sepa que lo único que quiere saber es cómo está, que está bien y que si es necesario, ella la va a ayudar. “Yo no puedo vivir sin ella, siento que a veces no puedo ni respirar porque pienso en ella si llueve, no sé si tiene para taparse, si estoy comiendo que si tendrá comida, la extraño mucho”, señala.

Guillermina con un cartel y fotografías de Giselle. Fotografía: especial.

 

No hay nada que festejar porque nos falta una

María del Carmen Volante Velázquez, madre de Guadalupe Pamela Gallardo Volante, desaparecida desde el 5 de noviembre de 2017, cuenta que es el segundo año en el que esta fecha no la pasa con ella.

Hace tan sólo un par de meses cambió el estatus de su hija de “ausente o extraviada” a “desaparecida” luego de que se abrió la Fiscalía Especializada para la Búsqueda, Localización e Investigación de Personas Desaparecidas de la CDMX (FIPEDE), y aunque el caso se encuentra en el área de Antisecuestros por la tecnología y porque presuntamente tienen mejores estrategias para localización, no hay resultados sobre el paradero de su hija.

Doña Mary afirma que el cambio de presidente no ha ayudado para tener algún avance y cuestiona cómo es que las autoridades vuelven a cambiar al ministerio público y al policía de investigación, pero siguen sin ver avances. “Estos meses han sidos los más difíciles para nosotros como familia porque la ausencia se siente mucho más”, asegura.

La vida para la señora Mary cambió radicalmente tras la desaparición de Pame, una joven que el pasado mes de septiembre cumplió 24 años de edad. Tuvo que dejar su trabajo ante la necesidad de salir a buscar a su hija, ya que día a día no sólo se despierta con el dolor de la ausencia sino con la firmeza de acudir a toda dependencia y lugar que sea necesario. La desaparición de una hija es un golpe muy duro a nivel emocional y también económico, aunque esto último sea lo menos con tal de encontrarla, precisa la mamá de Pame.

Ante la ineficiencia de las fiscalías y ministerios públicos para iniciar las investigaciones, son las familias quienes hacen las búsquedas, recopilan datos y pruebas para integrarlas a las carpetas. Esto ha implicado que el gasto de su hogar desde hace 1 año y medio ha estado a cargo tanto del padre de Pamela como de su hermano José Eduardo, pero esta situación también ha mermado en los demás integrantes de la familia, pues su hijo Esteban ha perdido lo poco que tenía de su negocio.

De pronto la voz entrecortada de Mary deviene en lágrimas y palabras dirigidas hacia su única hija, esperando la escuche en el lugar donde esté: “Sabes que tu familia te ama, hija; tus hermanos te siguen buscando. Como madre sabes que eras la princesa de la casa. Tu ausencia y tu desaparición ha sido muy difícil para la familia. No hay nada que festejar porque me falta una y tenemos que seguir luchando día con día  con el dolor de no tenerla, con el dolor de su ausencia (...) Nada más te puedo decir hijita que no pierdas la fe, donde estés, donde te tengan, lucha para encontrarte. Te amamos, tu familia te ama”.

María del Carmen cargando un cartel de Guadalupe Pamela durante la Marcha de la Dignidad. Fotografía: Luz León

Fernanda Caballero es madre de Braulio Bacilio Caballero, quien desapareció hace dos años y ocho meses en el paradero del metro Pantitlán cuando tenía 13 años. “Todos los días he vivido con angustia, desesperación y muchas veces coraje porque no sé nada de mi hijo”, señala Fernanda en medio de grandes silencios y respiraciones profundas.

La señora Caballero no ha descansado en su búsqueda, tiene una hija menor quien también ha vivido la ausencia de su hermano. “En las noches mi cerebro está piense y piense en Braulio, lo sueño. A veces hasta siento que en cualquier momento está afuera y me levanto a ver si está”, dijo a Rompeviento TV.

El caso de Braulio Bacilio, quien el pasado 5 de abril cumplió 16 años, ha estado inmerso, como la mayoría de casos en nuestro país, en irregularidades y omisiones. Por esta razón, Fernanda ha dejado a su esposo la responsabilidad de relacionarse con las autoridades. “Es molesto porque nunca hicieron su trabajo, pidieron datos, información y los policías nunca fueron a buscarlo”, cuenta con enojo la señora Caballero, quien además recuerda que apenas vieron un reportaje sobre unos celulares que se habían robado: “ahí se movieron rápido y encontraron los celulares, y ¿con las personas?”, reprochó.

“Una como madre se queda con este dolor y tristeza, no sabe si su hijo está vivo, si ya está muerto, no sabes ni siquiera dónde quedó”, dice Fernanda, quien asistió por segunda ocasión a la marcha del día de las madres.

Respecto a qué le diría a Braulio, Fernanda respondió entre lágrimas: “Que lo extraño mucho, que lo amo demasiado, que si algún momento le falle como mamá me perdone, siempre va a contar conmigo, lo único que desearía sería volver a verlo, tenerlo un instante conmigo (…) su hermana la extraña mucho y sus abuelitos. Hemos hecho todo lo posible por buscarlo”.

Fernanda Caballero cargando un cartel de su hijo Braulio. Fotografía: especial.

Felipa Martínez, de 65 años de edad, es una de las madres que buscan a sus hijos. Esta es la primera vez que asiste a la marcha, porque justo hace un año, el 10 de mayo de 2018, desapareció Bruno Alonso Avendaño Martínez en Tehuantepec, Oaxaca.

Bruno había aprovechado sus vacaciones para ir a visitar a su madre y Felipa recuerda que ese día ellos estaban muy felices. “El dia 10 de mayo de hace un año, precisamente, mi hijo estaba conmigo, era feliz, fue de vacaciones porque todos los años iba a verme. Pero la noche del 10 para el 11 de mayo mi vida cambió, todos los días y en todo momento pienso en él”, dice la señora Felipa en medio de las lágrimas que corren en su rostro, y continúa: “si ando caminando es por la ilusión de verlo”.

Bruno tiene ahora 35 años y pese a ser miembro de la Marina desde 2011, las autoridades de Oaxaca no solo fueron negligentes y omisas; sino se declararon incompetentes en la búsqueda. A partir de noviembre de 2018, el caso se turno a la Fiscalía General de la República en CDMX, pero no hay un sólo avance en las investigaciones. Sin embargo, doña Felipa asegura que nunca va a descansar hasta encontrar a su hijo menor. “Si me escucha, me ve, ve lo que publicamos, quiero que él piense que no lo hemos olvidado, nunca jamás lo olvidaré, siempre lo recordaré y lo seguiremos buscando, ¡hasta que lo encuentre!”, dice Felipa.

Felipa Martínez cargando la imagen de su hijo Bruno durante la Marcha de la Dignidad. Fotografía: Luz León.

"Una madre nunca olvida, la verdad es difícil olvidar a una hija, es muy difícil evitar que una madre tenga esta angustia y esta desesperación", así como tampoco puede festejar estos días porque le falta una parte de su vida, asegura Victoria Delgadillo Romero, madre de Yunery Citlalli Hernández Delgadillo, quien desapareció el 28 de noviembre de 2011 en Xalapa, Veracruz, junto con 13 jóvenes más. 

En medio del dolor y el desasosiego su motor para mantenerse en pie es saber qué pasó con su hija, así como tener a su lado a los dos hijos que dejó su Yunery, a quienes cuida desde aquel lunes en el que no volvió a ver a su hija.

Cuando Yunery desapareció acababa de cumplir 26 años, hoy a siete años y medio no hay avances en la búsqueda, y por el contrario, debido a que su caso es de larga data y por el aumento de desaparecidos en esta parte del suroeste mexicano, su carpeta se va quedando rezagada mientras que las fiscalías siguen sin encontrar a las miles de personas desaparecidas.

Las madres de personas desaparecidas también tienen que enfrentare a la insensibilidad e incomprensión de los jefes de los centros de trabajo, ya que muchas veces en lugar de ofrecer apoyo o acompañarlas en el tortuoso camino de la búsqueda de verdad y justicia, condicionan su permanencia como trabajadoras. Es así que Victoria eligió buscar a su hija, por lo que se vio obligada a renunciar a su trabajo en tanto que no le permitían salir a realizar las búsquedas y acudir a los sitios en los que se le citaba para las indagatorias.

Decidir por la vida ha significado para ella poner todo: su amor para resistir ante la indolencia de las instituciones, su tiempo, sus fuerzas, su amor y sus recursos. Al terminarse sus ahorros también tuvo que vender y empeñar muchas de sus cosas, tanto para pagar lo que se necesita en los procesos de búsqueda como para sobrevivir junto con sus dos nietos, quienes en 2011 uno asistía al jardín de niños y el otro a la primaria. 

“Esa ausencia mía yo sé que les ha afectado (a sus nietos) porque luego no estoy al cien con ellos porque tengo que andar buscando a mi hija. Tengo otras dos hijas casadas, ellos me ayudan a cuidar, a quedarse con ellos mientras yo ando en la búsqueda”, detalla Victoria, quien durante estos años se ha unido a otros colectivos de madres y padres en búsqueda de sus hijos en Veracruz, estado en el que se elevaron las desapariciones tras la guerra del gobierno mexicano contra el narcotráfico.

Victoria no ha descansado ni un sólo día para volver a ver, besar y abrazar a su hija y en esta fecha desea que su hija la escuche donde quiera que esté.

Un suspiro antes de soltarse en un profundo llanto, como señal de querer que el dolor salga de su hogar, es el preámbulo para recordarle a Yunery que la espera y que su casa nunca dejará de serlo: “Ojalá y en realidad pudiera mi hija escucharme. Todos estos años la he extrañado, la necesito, la necesitan sus hijos. Si ella me pudiera escuchar yo sé que correría aquí a casa conmigo y con sus hijos porque éramos muy buenas amigas, más que su madre yo era su amiga. Su ausencia para mí ha sido muy difícil porque había una buena comunicación con ella, una buena relación de madre e hija (...) Yo sé que ella no se fue por su voluntad ni está en ningún lado en donde ella pudiera estar; yo sé que está en contra de su voluntad porque ella adora a sus hijos, era buena madre. Como la encuentre, en el momento que encuentre a mi hija, se lo voy a decir: me hizo mucha falta, que la amo y la necesité mucho tiempo. Si no estuviera con vida cuando la encuentre, también se lo voy a decir”.

Victoria Delgadillo con la imagen de su hija Yunery Citlalli, junto a familiares de víctimas de desaparición. Fotografía: especial.

Yolanda Espíritu Mota tiene a dos de sus hijas desaparecidas: Ivonne Amador Espíritu e Iriana Itzel Luna Espíritu, a quienes no volvió a ver desde el 14 de octubre de 2011 en Xalapa, Veracruz.

Ivonne e Iriana no regresaron a casa después de salir a cobrar su sueldo como custodias en un centro de prevención y reinserción social. Yolanda no sólo espero esa noche de viernes a que regresaran sus hijas a casa, lleva ya 7 años, 6 meses, y 24 días sin poder descansar cuando se va a dormir, su preocupación no cesa ante la incertidumbre y el desconsuelo de no saber algo sobre sus hijas.

Ahora ha reducido también sus días de trabajo a tan sólo uno a la semana para poder trasladarse de una ciudad a otra, y cuenta que parece una interminable travesía todo lo que ha tenido que pasar para pedir información sobre el paradero de sus hijas e incluso junto con su familia ha ido a buscarlas hasta la frontera, pero no han encontrado algún rastro de ellas.

Tras evocar uno a uno los detalles ocurridos desde la desaparición de sus dos hijas, procurando entender cómo fue que esto pasó, afirmó que su preocupación creció al ver sus recámaras con la puerta cerrada y no poder comunicarse por teléfono con ellas, tratando incluso de no alarmar a su familia hasta que no pudo más.

“Las ando buscando, que no piensen que no las he buscado; las estoy esperando y como sea que regresen a su casa, esta es su casa y por eso aquí estoy, todo tengo, no he cambiado nada porque estoy en espera de ellas. Las quiero, a todos mis hijos los quiero, pero ellas son la prioridad”, es el mensaje que envía la señora Yolanda a Ivonne e Itzel.

Yolanda Espíritu cargando las imágenes de sus hijas Ivonne Amador Espíritu e Iriana Itzel. Fotografía: especial.

Nuestro amor de madre es la fuerza para encontrar a nuestros hijos

Para Hilda Hernández Rivera, madre de César Manuel González Hernández, uno de los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, Guerrero, los obsequios y las mañanitas cambiaron desde que supo que su hijo fue desaparecido de manera forzada en uno de los estados más violentos y con el mayor número de personas desaparecidas.

No sólo esta fecha se volvió un día cualquiera e incluso duele aún más ante el vacío de no tener con ella a César sino también su vida cambió de manera drástica desde el 26 de septiembre de 2014: “Se modificó totalmente, no teníamos conocimiento de este tipo de situaciones, que existían las desapariciones, cambian totalmente una vida familiar en su entorno (...) Te acoplas, vas viviendo tu vida aunque no la planeas. Todo va saliendo conforme lo tienes que ir viviendo y asimilando, pero ha sido muy difícil”.

Hilda Hernández cargando a Cesar Manuel. Fotografía: Especial.

Para Hilda, quien cuenta que la entidad en la que vive las condiciones son diferentes a las de Guerrero, donde los 43 estudiantes fueron presuntamente desaparecidos por las Fuerzas del Estado, en este tipo de situaciones dolorosas e indeseables las familias tienen que estar unidas y acompañarse.

“Lo amo, nunca dejaremos de buscarlo, ni a él ni a sus compañeros. Desde el momento en el que sabes que vas a hacer madre, lo amas con todas las fuerzas de tu alma, es algo que nadie te puede quitar ni te deben quitar. Por él y por todos los demás desaparecidos, como madres, es un día de exigencia”, comenta Hilda al preguntarle qué le gustaría que César supiera de ella este día.

Durante estos 55 meses y 14 días de búsqueda, para Hilda no sólo han sido tiempos difíciles sino también de una fuerza impensada que se ha consolidado al conocer a otras madres con el mismo dolor, a quienes en este día también les envía un mensaje: “No dejemos de luchar, tenemos que ser constantes. Nuestro amor de madre que tenemos es la fuerza que le da a nuestros hijos donde quiera que estén para poder saber de ellos, para poderlos encontrar”.

Hilda Hernández y Mario González cargando el cartel de su hijo Cesar Manuel. Fotografía: especial.

 

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