La palabra Guerra

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Federico Anaya Gallardo

 

La semana pasada Momentum hospedó una magnífica sesión de la “Mesa Política de las Nerds” (Liga 1) en el que Elisa Godínez Pérez, Ingrid Urgelles Latorre y Renata Turrent abordaron los extraños eventos del pasado 22 de Junio de 2022 en el Campo Militar Número 1 de la Ciudad de México. Para una reseña clara de lo ocurrido, te paso la recomendación que ellas hicieron, lectora: lee la crónica de Marcela Turati en su página A dónde van los desaparecidos, publicada al día siguiente (Liga 2). El título que Turati dió a su crónica dice mucho: “Al abrir el Campo Militar #1 a víctimas de la ‘guerra sucia’ Sedena anuncia homenaje a militares ‘caídos’.” Y a mí me servirá de guía para empezar a hilar sobre los comentarios de las “Supernerds”.

 

Primero, veamos las comillas entre las que se pone “Guerra Sucia”. En la mesa, Godínez (10:44.00–10:50:00) sostuvo que es un error llamar Guerra Sucia a lo ocurrido y sugirió mejor los nombres de Terrorismo de Estado, Represión, Violencia Terrorista de Estado. El problema de estas denominaciones es que parten de dos supuestos teóricos muy bellos, pero no necesariamente verdaderos: (1) que los muy complejos Estados Constitucionales de Derecho siempre y en toda ocasión cumplen con las reglas que se han dado al lidiar con sus disidencias y (2) que cuando rompen sus reglas, esos Estados fácilmente retornan a las mismas, reconocen la falla y refuerzan las reglas.

 

En la realidad, cuando uno lee y escucha a las y los mexicanos que tomaron las armas en contra del Estado Mexicano entre 1965 y 1990, oímos a gente que fue a la guerra –ni más ni menos. Creo que la sociedad mexicana debe evitarles a estas personas la ofensa que el Estado Mexicano inflingió a aquél viejo combatiente cristero, el último que en su región aceptó amnistiarse, y a quien la Comandancia de la Primera Zona Militar (Palacio Nacional) respondió tajantemente que era imposible amnistiarle, pues se ignoraba que estuviera levantado. Hubo una guerra, punto. Una guerra asimétrica, una guerra desigual, una guerra en la que el Estado jugó sucio (rompiendo el orden constitucional), pero guerra al fin. Quienes pelearon esa guerra de liberación contra el Estado –y la perdieron– merecen ese punto de la verdad.

 

Segundo. Si hubo una guerra, entonces había al menos dos bandos combatiendo. Uno de ellos era el Estado Mexicano. Y, obviedad de obviedades, en las guerras todos los bandos tienen caídos. El mayor escándalo del 22 de Junio de 2022 fue que el general-secretario de la Defensa Nacional dijo : “Con orgullo les expreso que el propio mandatario autorizó inscribir los nombres de militares fallecidos con motivo de los hechos del pasado en el Monumento a los Caídos de las Fuerzas Armadas, como un tributo y un sentido homenaje a los soldados que cumplieron con su deber aún a costa de su vida”.

 

La declaración del militar fue, con toda razón, mal recibida. Luis Cresencio Sandoval debió terminar su discurso entre abucheos. Este, yo espero, será sólo el primer pago por su altanería –porque eso fue lo que mostró, de cara a las víctimas de la institución que hoy coordina. Pero me sorprende que sus palabras no hayan sido escuchadas con más atención. De hecho, en este punto, Turati no consigna verbatim lo que dijo el general-secretario, quien ubicó con claridad el Monumento en la “plaza del servicio a la patria” –que está en el Campo Marte de la Ciudad de México.

 

De hecho, la opinión pública pensó que el general-secretario hablaba de conmemorar a las bajas castrenses en un nuevo monumento. Animal Político incluso interpretó que de lo que se trataba era de “inscribir los nombres de militares fallecidos en la Guerra Sucia dentro del mecanismo” de esclarecimiento histórico. Este tuvo que aclarar, el 24 de Junio de 2022, que en “el plan de trabajo delineado entre la Comisión de la Verdad y SEDENA no [se] incluye ninguna reivindicación a militares caídos durante el periodo ni, por supuesto, homenajes a estos”. (Liga 3.) Sólo revisando con atención las varias notas se encuentra que el monumento ya existía.

 

Ese es un monumeno moderno, construido sin mucho escándalo en algún momento de las últimas dos décadas. Yo me tropecé con él un día que paseaba por Chapultepec hace cuatro años. Se trata de una estructura más bien anodina en la que no se explica mucho a quien la visita. Domina un jardín cerrado en el que hay esculturas donadas por los Estados de la Federación. La puedes encontrar junto al Auditorio Nacional, a espaldas de la vieja y fiera estatua de Joaquín Amaro –el general yaqui obregonista que fundó el Ejército moderno. (Paradoja simbólica: a Amaro los diseñadores lo dejaron afuera de la cerca del jardín.)

 

¿Quiénes son los caídos que se conmemoran en la Plaza del Servicio a la Patria? No es claro. Por el diseño parecería un espacio que conmemora a las y los militares caídos en la infausta guerra contra el narcotráfico iniciada en el calderonato. Ahora –gracias al general Cresencio Sandoval– sabemos que entre los nombres inscritos no están las tropas caídas en la Guerra Sucia y que recién el presidente López Obrador ha autorizado incluirlas en ese lugar.

 

¿Por qué no están esos nombres en ese, hasta ahora, poco publicitado monumento? No están porque el Estado Mexicano y su Ejército no han terminado de aceptar que entre 1965 y 1990 hubo una guerra y que en ella sus tropas cambatieron al Pueblo armado. La Guerra Sucia es el mentís más claro de la leyenda dorada del Ejército del Pueblo –esa que el presidente López Obrador y las fuerzas armadas deben repetir una y otra vez para mantener las apariencias.

 

En la mesa de las Supernerds se planteó que la ceremonia del 22 de Junio de 2022 en el Campo Militar Número 1 había implicado negociaciones y concesiones. Es obvio que una de las mercedes presidenciales fue que el Ejército “saque del clóset” a sus propios muertos. Pero, ¿para qué decirlo en la ceremonia? ¿para qué arriesgarse a ofender  las víctimas que allí estaban invitadas? Por eso dije que el jefe del Ejército fue altanero: menospreció a sus invitados –que iban allí llenas y llenos de dolor por sus muertos y mostró, envanecido, sus propias prendas… es decir, a sus propios caídos… ¡olvidando que esos soldados mexicanos murieron y fueron heridos obedeciendo órdenes injustas y luchando una guerra inconstitucional contra el Pueblo que habían juramentado proteger!

 

Hay una respuesta sencilla a tan imprudente altanería: La Guerra Sucia aún no ha terminado. Sus brasas están allí, justo debajo de la tierra que parece tranquila. ¿Ya olvidamos el escándalo que provocó –en las élites empresariales y la intelligentsia– la recordación de la valentía de algunos de aquéllos guerrilleros? ¿Ya olvidamos que las Fuerzas de Liberación Nacional –la última organización sobreviviente de aquélla guerra– se recuperó para dar otra batalla en 1994? ¿Ya olvidamos que el EZLN y varias derivaciones del EPR siguen levantados? De ese tamaño es la tarea de la Comisión para Acceso a la Verdad, Esclarecimiento Histórico e Impulso a la Justicia de violaciones graves a derechos humanos de 1965 a 1990. No están discutiendo muertos, sino Historia Viva.

 

Ligas usadas en este texto:

 

Liga 1:

 

Liga 2:

Al abrir el Campo Militar #1 a víctimas de la “guerra sucia” Sedena anuncia homenaje a militares “caídos”

 

Liga 3:

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