Gabinetes plurales

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Federico Anaya Gallardo

 

En Democracia (a mí me gusta mejor la palabra poliarquía) uno aprende de todos los jugadores –y mucho más de los adversarios. Es extraño, lectora, pero cuando Leo Zuckermann alegó ver personajes de una novela de Martín Luis Guzmán en el pleito de Scherer vs Gertz vs Sánchez Cordero tenía un punto de razón. Contrario a lo que nos enseñó el canon del viejo régimen priísta, los gabinetes de una Administración presidencial son siempre espacios plurales, adonde se confrontan no sólo personalidades, sino incluso proyectos de Nación.

 

Véase, para un ejemplo cercano, la colisión contínua de Carlos Salinas de Gortari (n. 1948, secretario de Programación y Presupuesto) contra Jesús Silva-Herzog Flores (1935-2017, secretario de Hacienda y Crédito Público) en la Administración de la Madrid (1982-1988). Progresistas como Carlos Tello Macías y Rolando Cordera han querido ver en ese enfrentamiento el último duelo entre los nacionalistas-revolucionarios (Silva-Herzog) y los neoliberales (Salinas). Aquélla lucha específica la ganó el salinismo –cuando en Junio de 1986 logró sustituir a Silva-Herzog por un egresado del ITAM y Yale, Gustavo Petricioli (1928-1998).

 

Pero el conflicto era más complejo. Ya nadie lo recuerda, pero Francisco Labastida Ochoa (n.1942) fue secretario de Energía, Minas e Industria Paraestatal (SEMIP) hasta que en Abril de 1986 regresó a su natal Sinaloa como candidato oficial a gobernador. La llegada de Labastida a Culiacán fue un caso de promovere-removere pues su sillón en el gabinete fue ocupado por Alfredo del Mazo González (1943-2019) … el “hermano que nunca tuvo” Miguel de la Madrid –y uno de los ejecutores de la política de privatizaciones de los salinistas.

 

¿Era Labastida distinto a del Mazo González? No podemos saberlo con certeza, pero si nos atenemos al modo en que enfrentó la insurgencia electoral panista en Sinaloa acaso podamos ubicarlo mejor. Labastida le ganó la gubernatura a Maquío Clouthier en una disputada elección y durante su sexenio se preocupó seriamente por reformar la ley electoral para responder “institucionalmente” a los reclamos democráticos de los neopanistas “bárbaros del norte”. Junto a esas reformas, Labastida se preocupó de restablecer la alianza del PRI sinaloense con la estructura ejidal de modo que al tiempo que el PAN se fortalecía en las zonas urbanas, el PRI mantuviese su hegemonía rural. Por lo mismo, yo ubico a Labastida en el bando nacional-revolucionario de aquélla época.

 

Otro priísta presuntamente ligado con el grupo nacionalista que se oponía a Salinas habría sido Rodolfo Félix Valdéz (1922-2012) quien salió de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes para contender por el Gobierno de Sonora en 1985. De los oponentes a Salinas en el gabinete delamadridista, sólo Manuel Barttlet Díaz (n.1936) sobreviviría hasta el fin de la Administración. De los “seis destacados priístas” a quienes el presidente hizo desfilar ante la nomenkltura del partido oficial para transparentar la sucesión presidencial, Barttlet fue el único que ofreció a la Corriente Democrática encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Porfirio Muñoz Ledo un espacio para debatir sus posturas. Algunos creemos que si Barttlet hubiese sido el candidato, la Corriente Democrática hubiera permanecido dentro del PRI.

 

La lealtad de los nacionalistas que no se salieron del PRI en 1987 permitió a Salinas ser reconocido Presidente Constitucional pese a la oleada neocardenista del 6 de Julio de 1988. Como resultado, Bartlett obtuvo la federal Secretaría de Educación y el candidato priísta ganador en Veracruz, Fernando Gutiérrez Barrios (1927-2000), se quedó con Gobernación. Gobernadores “eficientes” en controlar en su entidad la emergencia neocardenista, también llegaron al gabinete. Este es el caso de Enrique Álvarez del Castillo (1923-2006) que deja la gobernatura de Jalisco para ser el primer procurador general de la República de Salinas (1988-1991).

 

La presencia de “dinosaurios” en la Administración Salinas no fue permanente y asegún el presidente ganó en concertacesiones lo que había perdido en las urnas, fue deshaciéndose de los políticos tradicionales que le habían asegurado el triunfo en 1988. Álvarez del Castillo fue degradado en 1991 a director general de Banobras. En 1992 Bartlett salió de la Administración Salinas para ser gobernador de Puebla. En Enero de 1993 Gutiérrez Barrios salió de Bucareli alegando motivos de salud. Esta “purificación” del gabinete implicó perder herramientas políticas de negociación con la sociedad. Por ejemplo, la renuncia de Gutiérrez Barrios polarizó la situación de Chiapas pues Salinas trajo a México, como su reemplazo en Bucareli, a Patrocinio González Garrido (1934-2021) quien gobernaba despóticamente aquélla entidad. Tanto para el EZLN como para la diócesis católica de Samuel Ruiz, esta fue una de las  últimas señales de que no había nada que negociar con el gobierno federal.

 

Que Labastida no era salinista se vió con claridad al asumir como tercer secretario de Gobernación de Zedillo (1997-1999) luego que la Masacre de Acteal desbancó a Emilio Chuayffet. En ese momento, el presidente Zedillo ya estaba definitivamente enemistado con Salinas. Labastida ganó la candidatura priísta de 2000, pero una de las razones de la frialdad de Zedillo hacia la campaña oficial era, precisamente, que Labastida no representaba completamente el proyecto de Nación neoliberal (el enfrentamiento Zedillo-Salinas no era ideológico). De hecho, los neoliberales se sentirían más a gusto bajo las dos Administraciones presidenciales panistas que siguieron.

 

La afiliación de Bartlett al ala nacionalista es más clara si se recuerda su posición dura en contra de los excesos neoliberales durante su campaña como precandidato presidencial priísta en 1999 y en su actuación como senador (de 2000 a 2006 por el PRI y de 2012 a 2018 por el PT). Destaca especialmente su defensa de las industrias Estatales de energéticos y contra el duopolio televisivo. Cuando en 2006 Bartlett vió que el candidato priísta (Roberto Madrazo Pintado, n.1952) no podía derrotar al PAN, llamó al voto útil a favor de López Obrador. Esto ocurría al mismo tiempo que destacados salinistas, como Luis Téllez Kuenzler (n.1958), se sumaban a la campaña de Felipe Calderón.

 

Volvamos al gabinete delamadridista (1982-1988). Allí estaba Luis Martínez Villicaña (1939-2011) como secretario de la Reforma Agraria. En 1986, en el mismo año electoral que Labastida, abandonó el gabinete para contender por la gubernatura de Michoacán. Esta candidatura fue combatida dentro del PRI por el gobernador saliente, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quien deseaba dejar el cargo a su secretario de Gobierno, Cristóbal Arias Solís (n.1954). La imposición de Martínez Villicaña fue uno de los elementos que alienaron al grupo de Cárdenas con la Administración de la Madrid. El sexenio villicañista (1986-1992) fue interrumpido por el triunfo arrollador de Cárdenas, en ese estado, en la presidencial de 1988. El gobernador solicitó licencia apenas Salinas tomó posesión y luego ocupó altos puestos federales sin relevancia política (Caminos y Puentes Federales 1988-1993 ó Aeropuertos y Servicios Auxiliares 1993-1994).

 

Esta descripción del muy conflictivo gabinete presidencial 1982-1988 nos muestra con claridad que hacia dentro de una Administración Federal pueden coexistir varios proyectos políticos –y que estos no son necesariamente compatibles en el largo plazo. La omnipotencia presidencial era una leyenda pedagógica de los priístas –como colectivo– que les permitía escurrir responsabilidades hacia arriba al tiempo que se aseguraban un árbitro final en sus cruentas disputas políticas y burocráticas. La presidencia imperial de Enrique Krauze es tan sólo la versión de eso mismo, visto desde el espejo opositor de Derechas. Para que no hubiese más matanzas en la carretera México-Cuernavaca se necesitaba no sólo un partido-sombrilla para todos (eso lo aportó Calles en 1929) sino un presidente fuerte que arbitrase por seis años una coalición gubernamental y aceptase retirarse al fin de su periodo (eso lo aportó Cárdenas en 1940-1946).

 

Sin embargo, cuando el régimen priísta nació en los 1940s aún no funcionaba como lo retratataron Krauze y Jorge G. Castañeda. Lectora: si te parecieron complejas y enredosas las biografías de los nacionalistas-revolucionarios de la Era de la Madrid, déjame contarte un precedente más duro de pluralidad dentro de un gabinete presidencial mexicano. Todos sabemos que en 1946 Miguel Alemán Valdés (1900-1983) fue el primer candidato presidencial del PRI (que abandonó ese año sus siglas previas, PRM). Lo que ya nadie recuerda es que Alemán también fue postulado por el Partido Comunista Mexicano. Y, lo más interesante para nosotros, es que frente a él contendió, por el PAN, Ezequiel Padilla Peñaloza (1890-1971)… quien había sido secretario de Relaciones Exteriores en la misma Administración Ávila Camacho adonde el priísta Alemán había sido secretario de Gobernación.

 

Así las cosas, Zuckermann le atina muy en lo general a un fenómeno serio y estructural. Las divisiones intra-gabinetes son normales, siempre han existido y, en ocasiones de crisis grave de la República, pueden generar opciones electorales opuestas en los siguientes comicios. Allí está la contienda Alemán-Padilla de 1946 y la Salinas-Cárdenas de 1988.

 

Bien dice el buen libro: vanidad de vanidades, no hay nada nuevo bajo el sol.

 

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