Desortografía

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Columna: LINGUARUM

Esthela Treviño, @etpotemkin

Rompeviento TV, 2 de febrero de 2023

 

Nota bene. Este artículo, por amor de todos los dioses del supramundo, debe leerse. Todo el encanto o sosería, usted es quien juzga, de la altergrafía que presento no puede capturarlo el podcast. Eskrito esto, prosedo.

La ortografía, esa sí, entra con sangre y lágrimas...o no entra. Cada vez hay menos orto; este prefijo aparece en otras palabras: orto-pedia (‘pie’), orto-doncia (‘diente’), orto-doxia (‘opinión’), orto-gonal (‘ángulo’), entre otras pocas más. Orto proviene del griego orthos, algo recto, derecho. Grafía, ‘escribir’, también del griego graphein y del latín graphia. Orto-grafía: escribir (co)recto; luego, algo que sigue la norma.

He preferido llamar desortografía a la alternativa filológica cacografía, del griego kakos, ‘malo’. Quizás sea mejor algo como altergrafía para deshacernos de la imposición de una norma de la elitista y patriarcal Academia Española la que, además, es obtusa.

La sabiduría popular atribuye la desortografía, a que los desortografiados no leen y menos escriben, entonces no reconocen las grafías (letras) correctas que deben usarse. Es decir, se sostiene que las faltas de ortografía son un sello de los iletrados. Algo de razón lleva este razonamiento. Desde luego, un alfabetismo funcional (como prefiero llamarlo), puede explicar no solo la desortografía sino una capacidad reducida de lectura.

Pero la historia es mucho más compleja. Así, sabemos de letrados con desortografías evidentes:

Gabriel García Márquez, un famoso por ello y, quien, además, nos convocaba a «jubilar la ortografía».

Juan Ramón Jiménez (Platero y yo), cuya jota era «más hijiénica» que la «blanducha g».

Jane Austen (Orgullo y Prejuicio) realmente no sabía ortografía ¡ni puntuación! como se descubrió más tarde.

Se conocen como terribles ortógrafos a Hemingway, Thomas Wolfe y Fitzgerald, este último, por cierto, señalaba entre comillas las palabras de ortografía dudosa.

Se cuenta que Agatha Christie, quien sufría de dislexia, tenía enormes dificultades con la ortografía.

Y, por último, Einstein era desortografiado, y de él también se ha especulado que era disléxico.

Nadie puede decir que alguno de los citados en los párrafos anteriores era alfabeta funcional. Tampoco se sostiene la anécdota, si bien simpática, de gente que habla con faltas de ortografía. En todo caso, es a la imbersa: la jente eskribe komo abla, o debería, según Juan Ramón Jiménez.

De fonos, fonemas y letras

Es preciso recalcar que todos los sistemas de escritura existentes son intentos por representar los sonidos naturales de las distintas lenguas.

ABCedarios. Hay lenguas con alfabetos como el español, el náhuatl, francés, armenio, y muchos más, que intentan representar un conjunto de rasgos distintivos de los sonidos, o fonemas, en grafías o letras.

Pongamos por caso la letra ‘b’ (la ‘v’ también), en español: simboliza(n) el fonema /b/: un sonido bilabial, oclusivo, oral y sonoro. En contraposición, /p/ es un sonido bilabial, oclusivo, oral y sordo. La única diferencia distintiva entre /b/ y /p/ es que /b/ es sonora y /p/ es no sonora (sorda). Entre [poka] ‘poca’ y [boka] ‘boca’ sí hay una distinción en el español. En esta lengua /p/ y /b/ contrastan, en árabe no.

Por otra parte, la letra ‘x’, presente tanto en el alfabeto del español como en el del náhuatl corresponden a sonidos distintos: [ks] español, [∫] ‘sh’ en náhuatl.

Alfabetos silábicos o silabarios. Hay lenguas que tienen alfabetos silábicos como el sistema de escritura devanāgarī, que ilustro parcialmente,

que utilizan el hindi y nepalí entre muchas otras. La mayoría de las lenguas del Sudeste Asiático utiliza alfabetos silábicos: tibetano (Tibet, Bhutan), thai (Tailandia), telugu (Filipinas) y sundanés (Indonesia) entre otros. Pero el japonés, el cherokee (Carolina del Norte, EEUU), y el lolo (sur de China) también poseen este tipo de sistema de escritura.

Estarán de acuerdo conmigo que ninguna grafía va reproducir un sonido natural del mazahua, o del tamil o del árabe o del japonés. La correspondencia entre letra o grafía y sonido o fonema es meramente convencional, artificiosa, y tiene que aprenderse a fuerza de práctica, mucha práctica. Los sonidos de cualquier lengua no, esos los “adquirimos” sin darnos cuenta siquiera.

Causas posibles de la desortografía

De algún modo, Jiménez, con su ortografía peculiar, ciertamente deliberada, ofrece una explicación para la desortografía. Lo veremos con más detalle en la propuesta de una altergrafía para el español mexicano.

La dislexia es otra causa ya conocida, bastante investigada por la ciencia, para explicar problemas con la ortografía, entre otros problemas espaciales. Asimismo, la agrafia (pérdida de la habilidad de escribir), disgrafia (discapacidad neurocerebral de aprendizaje de la escritura) y ciertas afasias, todos déficits neurológicos, pueden provocar disfunciones en el procesamiento ortográfico.

Hay ciertos fenómenos puramente fonológicos, que podrían explicar ciertas “faltas” de ortografía; por ejemplo, usted cómo pronuncia, ¿‘kuitlakoche’ o ‘güitlakoche’? Una marca conocida lo escribe en sus latas “Cuitlacoche”, otra “Huitlacoche”.

Picsa, pecsi, itsmo, polvadera, metereológico, mounstro, pelegrino, sesto, ándelen, se considerarían desortografías. Pero en todos ellos ocurren fenómenos fonológicos bien conocidos atribuibles a propiedades estrictamente de procesamiento lingüístico.

El ejemplo que ilustro con la siguiente imagen es un caso de análisis o disección sintáctica (‘parsing’) de la cadena hablada, al igual que uno de desortografía:

Ese es un bellísimo ejemplo de que «escribimos como hablamos» o, dicho con más justeza, de que grafiamos como hablamos. Si quien rotuló ese anuncio lo hubiera escrito así: SI BA A (H)ABER POLLO ASADO hubiera hecho un análisis sintáctico adecuado, con todo y falta(s) de ortografía. Aquí, lo que importa es que ambos textos, emitidos por uno y escuchados por otras transmiten el mismo mensaje: o un rotundo “sí” ‘habrá pollo asado”, o un condicional ‘si fuera a haber pollo asado’. Ya saben, cosa de acentos. Claro, sabemos que, aunque plausible el mensaje, no se está diciendo, por ejemplo: SÍ VA A VER POLLO ASADO, o sea, “sí verá (o veremos) pollo asado”.

Quién no recurre al ya conocido, incierto e irremediable haber qué pasa, o haber si nos vemos, con o sin hache. En sentido fonético es semejante al anterior: [aber] puede tener dos posibles análisis léxico-sintácticos: HABER, verbo existencial: “tiene que haber miel de abeja”, o A VER, la preposición «a» más el verbo de percepción VER: “a ver al cine”. Lo interesante del caso, es que los hablantes no reparan en esa posible distinción. En haber qué pasa, mi hipótesis es que ni se reconoce el verbo existencial ni el de percepción; [aber] se ha resignificado como una expresión de incertidumbre.

 

Altergrafía o laissez-faire

Tenemos dos caminos, simplificar el abecedario para facilitar una “mejor o más congruente ortografía” o dejar al libre arbitrio, laissez-faire, a los escribientes. Más, mucho más grave que la ortografía, es la o el arte de escribir, pero ese es otro tema.

En onor a Juan Ramón Jiménez, ¿por ké simplifikar? lo sito con altergrafía:

[...] por amor a la sensiyes, a la simplifikasión en este kaso, por odio a lo inútil. Luego, porke kreo ke se debe eskribir como se abla, y no ablar, en ningún kaso, como se eskribe. Después, por antipatía a lo pedante. ¿Ké nesesidad ai de poner una diéresis en la «u» para eskribir «vergüenza»? [...] Antiguamente la esklamasión «Oh» se eskribía sin «h», komo yo la eskribo oy, i «hombre» también. ¿Ya para ké nesesita «hombre» la «h»; ni otra, «hembra»? ¿Le añade algo esa «h» a la mujer o al ombre? [1]

Ago la siguiente propuesta para amabilisar la ortografía del español meshikano, me niego a escribir mejikano, menos meksikano:

a

b:        bote, bara, nuebo, embidia (o enbidia)

ch: chato, nicho, tacha, lucha. Fonema /t∫/.

d:        día, dedo, adrede

e

f:         flaco, fama, alfiler

g:        ganas, gota, giño, seguro, lengua, aguitar, guero

i

j:         jefe, jitano, jamás, jurar, jentío, rejente, ajitar

k:        kasa, kemador, tako, akí, keso, kilo

l:         lado, alta, kostal

m:       mano, alma, ermitaño

n:        nunka, andén, kansión

ñ:        ñáñara, kuña, pesuña, daño

o

p:        pato, pikudo, espiar

s:        sabio, selda, nesesario, reseta, ejersisio

r:         pero,  karo,  sero,  poro, piedra, kolor

rr:       prro, karro, serro, porro, serrucho

t:         tapa, akta, miente

u

y:        yamar, tayer, rayar.

 

Análisis:

  1. Nos kedamos con «b» y sale «v», ambas grafías kon el mismo sonido: baso, tabla, nerbios, abeja, abiador, sabio, biejo, etsétera.
  2. Retenemos la «s» para tal sonido: «ese». Por tanto, desterramos la «c» ke suena como «s»: reseta, lanse, alkanse. Y eliminamos la «z» porke suena como «s»: sapato, empesar, asote, asul.
  3. Conservamos «k» y abolimos tanto la «q», con una ‘u’ muda, como la «c», que suenan como «k»: keso, kitar, sekía; kasa, arka, takto. ¡I no más doble «c»!: leksión, aksión, conduksión.
  4. Akabamos con la tiranía de la «h» muda, como desía Unamuno: ora, aora, almoada, onor, anelo, aumar, adesión.
  5. Sale la «w» ¿ké sonido representa?
  6. Retenemos la más ekonómika «y» i sale la «ll»: yamar, biyete, soya, ayuno.
  7. Sale la «x», ¿ké sonido representa? ¡éksito sin eskusas!
  8. Entra la ch [t∫], ke sí es un sonido del español, ¡chingaos, cómo no!
  9. Entra rr ke, aunke el kontraste está restrinjido a sierta posisión, es un sonido distinto de «r» ‘ere’: karo ≠ karro «karo vs. karro».
  10. La «g» se reserva para la antigua ‘g’ + ‘u’ muda: ‘guerra’ se buelbe geRa. Así ke fuera la diéresis: no más güero, agüita, argüir, aora: guero, aguita, arguir y gisar’.
  11. Dejamos la «j» para: ‘jente, ajitar, lójica, alerjeno’. Y ¡jenjibre! bamos a poder eskribir jenjibre, las dos con «jota».

 

La orto o kako grafía demuestra ke es totalmente ajena a la Gramática, así, en mayúskula. Lo del asento lo dejamos para después, porke ese es otro punto de desespero de kienes sí lo usan, usamos, a beses de más, ejemplo: «de» preposición y «dé» de «dar», a beses de menos, mejor dicho ¡las más de las beses!.

Si bien el abesedario puede simplifikarse enormemente i ser más amable para la eskritura, eso rekiere aprender, rekiere esfuerso; a ber ké pasa; biéndola bien, esta frase es una bonita paradoja: un kontundente espaldaraso para.. pues... [aber].

El otro método, el laissez-faire (ayá los franses, ke lidien kon su indesifrable ortografía) se asienta en la lei del mínimo esfuerso: eskriva como le pege su gana, ora de una forma, hora de otra. Este, sí, es mucho más ekonómico en términos de aprendisaje, o de la inesesariedad del mismo i, por tanto, más rápido.

Sin embargo, ambos métodos inkurren en un kosto, sobre todo el método más ekonómico. Aunke, ese costo podría traer un benefisio no solo inesperado, sino deseado: nos obliga a leer con atensión porke para el serebro es información nueva.

 

[1] J. R. Jiménez, «Mis ideas ortográficas», Universidad de Puerto Rico, 1953.

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