Elecciones: el penalti, el árbitro y el hooligan (Margensur)

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3 / Facebook: Alejandro Saldaña

 

 

 

Elecciones: el penalti, el árbitro y el hooligan

Con la enorme alegría del triunfo de la selección mexicana contra la alemana, van las siguientes notas político-futboleras. Muchas felicidades al equipo dirigido por Juan Carlos Osorio.

En el campeonato mundial de fútbol de Brasil hace cuatro años, la selección mexicana fue eliminada por su similar de Holanda con un penalti marcado sobre el final del partido. La eliminación fue producto de una supuesta falta cometida por Rafael Márquez al delantero Arjen Robben, quien en un alarde sobreactuado se tiró un clavado francamente grotesco. El árbitro marcó el penalti y con ello se consumó una de las más grandes afrentas al orgullo nacional del que se tenga memoria: se recuerda como un robo vil y descarado que impidió al equipo mexicano continuar en la justa mundialista (https://www.proceso.com.mx/376042/robben-admite-que-simulo-una-falta-y-se-disculpa).

Otra afrenta, mucho más grave, se está fraguando en el proceso electoral en curso: un robo vil y descarado. Un penalti marcado en tiempo extra para declarar ganador de la elección a quien en las encuestas se ubica actualmente en el segundo o tercer lugar (depende de la encuesta): el candidato de la coalición Todos por México, José Antonio Meade. El único problema es que Meade está al menos a 20 puntos de Andrés Manuel López Obrador lo que en términos futboleros equivale a estar en terreno propio, esto es, muy lejos del área reglamentaria para marcar la pena máxima.

Pitar un penalti por una falta inexistente a media cancha enfurecería no sólo al equipo castigado, sino sobre todo a sus hinchas y seguidores quienes difícilmente se quedarían observando pasivamente desde la tribuna. Si Meade se tira un clavado buscando le marquen un penalti de último minuto estando a 20 puntos de AMLO, acción que no podemos descartar, sería no sólo ridículo sino sumamente grave puesto que incendiaría al país entero. Como lo he mencionado anteriormente en este mismo espacio, sería un intento de golpe de estado de terribles consecuencias para México.

Hay suficientes evidencias para constatar que el fraude electoral está en marcha: desde la compra flagrante de copias de credenciales de elector, las amenazas a empleados públicos, la coacción a trabajadores en empresas, la entrega de recursos y “apoyos” a grupos sociales vulnerables, las tarjetas electorales, los millones de llamadas telefónicas, hasta los asesinatos de políticos (precandidatos, ex alcaldes, ex diputados, dirigentes, etc.) y candidatos: 113 hasta el momento (https://indicepolitico.com/alto-a-la-violencia-politica/). En cualquier país con una institucionalidad democrática más o menos saludable sería impensable un proceso electoral con tantas irregularidades e ilegalidades.

Las instituciones responsables del proceso electoral, el INE y la FEPADE, han sido cuando menos omisas ante las flagrantes violaciones al marco jurídico, inclusive ellas mismas las han prohijado, por ejemplo con el registro cachirul del mansito Bronco. En el fútbol de llano al árbitro que pita tendenciosamente se le grita claro y fuerte “árbitro vendido” y habida cuenta las evidencias acumuladas por doquier, el INE y la FEPADE entran en esta categoría. Los árbitros de las elecciones están vendidos, no se explica de otra forma su pasividad ante las incesantes violaciones a las leyes y la institucionalidad del proceso electoral.

En los pocos días de campaña electoral que restan, es previsible que las encuestas muestren lo inevitable: el incremento de puntos de López Obrador quien se beneficia no sólo de los indecisos que dejan de serlo, sino también de los votos potenciales arrojados por la debacle de la coalición Por México al Frente (mejor conocida como el Frente Frío), particularmente los de los perredistas. Pero al mismo tiempo es dable estimar que los números de Meade irán a la alza, en parte por recoger los votos anti AMLO dejados por el Frente Frío (el voto “útil”), en parte por la cargada promovida por gobernadores y líderes de sector y también, a qué dudarlo, por las encuestas cuchareadas a modo. El objetivo no es alcanzar a AMLO, sino simplemente aproximar a Meade al área grande para que allí se tire un panzazo y el árbitro (vendido) pite el penal correspondiente. Con que Meade esté a unos cinco puntos de distancia, la maquinaria fraudulenta el día de la elección hará su trabajo a través de la compra y sustitución de funcionarios de casilla, los ratones locos, los carruseles, el robo de urnas, las agresiones a los votantes, la destrucción de papelería electoral, entre muchos otros ilegales recursos de rancia estirpe priista. Ya lo anunció el vicecoordinador de la campaña de Meade, Eruviel Ávila: “estructura mata encuestas” (http://www.nacion321.com/elecciones/estructura-mata-encuesta-esta-es-la-verdadera-fuerza-del-pri). Luego del fraude operado en campo, los trucos cibernéticos de sofisticados algoritmos lo remacharían.

Parece imposible que ocurra un fraude de tales magnitudes, pero en 15 días la narrativa puede cambiar (lo ha dicho el mismo Meade) y lo que hoy se asume como una misión imposible, en dos semanas quizás no lo parezca tanto. Y aunque los números finales no le den al priista de clóset para el clavado del penalti del triunfo, el fraude electoral en curso quizás si le alcance al PRI para modificar la composición del Congreso, obtener algunas de las más de 2 mil presidencias municipales en disputa y presencia en los congresos locales en los estados donde hay elección de legisladores. No es sencillo debido a la loza de corrupción que cargan los priistas, así como a los pésimos resultados del “gobierno” de Peña Nieto, sin embargo, la intentona del fraude es inevitable: es parte de su identidad.

Hay otro factor en juego que es necesario referir: Donald Trump. El presidente del país vecino es un verdadero hooligan: violento, ignorante, pendenciero, misógino, racista y destructivo. Sería sumamente ingenuo suponer que el gobierno de los Estados Unidos se limitará a observar a distancia y con respeto el proceso electoral mexicano, puesto que la vecindad de nuestros países nos obliga a construir una agenda compartida de temas altamente complejos: migración, TLC y seguridad, por mencionar algunos.

“Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses” dijo hace más de 60 años John Foster Dulles, secretario de estado de Eisenhower, frase que se convertiría en una suerte de profecía apocalíptica autocumplida. Cientos de guerras y de golpes de estado patrocinados por los gringos han dejado evidencia de que en la defensa de sus intereses, el imperio es capaz de absolutamente todo. En esta tesitura es claro que el resultado de las elecciones en México es crucial para los intereses de los EU, sobre todo debido a su lento pero inexorable declive ante otras potencias, en específico China y Rusia.

Sin duda los candidatos afines a los intereses de los EU son Anaya y Meade, particularmente el segundo por la estrecha amistad del aprendiz de canciller, Luis Videgaray (quien destapó a Meade), con el yerno de Trump, Jared Kushner. Sin embargo, la amistad no ha brindado los frutos que Videgaray quisiera y es un hecho que el TLC no se renegociará antes del 1º de julio, lo que hubiera sido un formidable espaldarazo al candidato del PRI-Verde-Panal.

No hay duda que en la defensa de los intereses de su país (o de las empresas de EU) Trump es un factor que puede incidir en el fraude electoral en favor de Meade. Cuenta con los recursos financieros, militares, tecnológicos y políticos para tener un peso decisivo en el proceso electoral; inclusive dispone de alfiles provenientes de los cárteles del narcotráfico que a cambio de tratos favorables en sus condenas –actuales o futuras- estarían dispuestos a organizar feroces ejércitos de mercenarios extraídos de sus ingentes filas de sicarios. Si el hooligan que gobierna los EU decide intervenir en el proceso electoral por vía violenta es prácticamente imposible detenerlo.

El problema es el costo de la intervención. A los Estados Unidos no les conviene una frontera en llamas ni que el país esté aún más inestable de lo que ya se encuentra. No sería raro que el hooligan Trump intente (si no lo ha intentado ya) meter las manos en el proceso electoral mexicano, pero los intereses de las poderosas firmas norteamericanas quizás lo disuadan o de plano lo amarren. El triunfo de Andrés Manuel López Obrador no es visto ya como una amenaza para los intereses de EU, al menos para una parte de los poderosos corporativos estadunidenses, tal y como lo ha declarado Citi Group: https://www.forbes.com.mx/citi-preve-victoria-de-amlo-descarta-impacto-economico-en-corto-plazo/. Por el contrario, para los EU es mucho más conveniente, y seguro, tener un vecino al sur con instituciones sólidas, desarrollo económico y paz social. En un mundo globalizado en el que el comportamiento de la economía no puede deslindarse de los bloques geoestratégicos, la mejor apuesta de los EU es que México salga del marasmo, la corrupción y la violencia de los últimos dos sexenios.

Así las cosas, el escenario más probable es que AMLO triunfe en la elección sin que el penalti a favor de Meade logre marcarse, ni con los afanes del árbitro vendido ni con las bravuconadas del hooligan mayor. El triunfo de este domingo 17 puede repetirse en dos semanas más.

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Comentario 1
  • Milca Hernández Lechuga

    Qué lástima que un país tan hermoso se vuelve tan vulnerable a una política sucia llena de intereses personales por los políticos que no les importa vender a los mejores postores esta nación.. solo quince días para que se defina el futuro de México...!!

    Responder
    18 junio, 2018

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