Tamales: tributo a los dioses
Por Jesús Pérez Pelayo
Muy probablemente algunos de nosotros disfrutaremos de las delicias culinarias precolombinas este segundo día del mes de febrero. Ya sea por seguir la tradición al pie de la letra, por inercia cultural o, incluso, por antojo, pero degustaremos unos ricos y calientes tamales, cortesía del día de la Candelaria.
¿De dónde viene la tradición?
Los mayas, según sus mitos de creación, fueron hechos de maíz por las manos de los dioses, luego de que éstos habían intentado crear vida con otros materiales. El resultado del maíz fue una nación poderosa y perfecta, de la que todavía hay rastros en el sur de México y Centroamérica. Como los mayas, otras culturas prehispánicas también ofrecían maíz como tributo a los dioses. Los tamales son una de las formas de esas ofrendas.
Este signo religioso-festivo tan importante, el tamal, sobrevivió a la conquista ideológica acaecida a partir de 1521 en el hoy México, y hasta la fecha tiene presencia en los festejos mexicanos.
La parte judeocristiana de la tradición del 2 de febrero hizo presencia junto a la politeísta por medio de la imposición. A principios del segundo mes del año gregoriano, los europeos católicos celebraban la fiesta de Nuestra Señora de la Candelaria, sobretodo en algunas regiones de España.
Sumado a la advocación mariana, los católicos agregan en la misma fecha el recuerdo del pasaje bíblico en el que el niño Jesús es presentado en el templo para ser miembro de la iglesia y, como requisito, es circuncidado.
Candelaria es un nombre poético pues recuerda la gran cantidad de candelas o velas que se usaban en los festejos europeos para iluminar el camino, razón por la cual, también es conocida como “fiesta de la luz”.
Con esta pequeña historia en la mente, llevemos a la panza una buena dotación de tributos a los dioses. Y ya entrados en identidades con el cambio de nombre de la Ciudad de México, por qué no, convirtámoslas en “guajolotas”, que bien merecido lo tenemos.
