La sociedad cortesana

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Querida lectora. Abandono el Valle del Río Grande del Norte y los desafueros de García Cabeza de Vaca para retornar a esta muy noble, leal e imperial “cibdad” de “México-Temixtitan”... que es uno de los nombres originales de la hoy capital federal mexicana. Una leyenda colonial recuerda el encontronazo entre el marqués de Guardiola y el marqués de Aguayo en un estrecho callejón de aquésta metrópoli. Las carrozas de ambos toparon frente a frente y ninguno cedería el paso, señalando que el otro debía reconocer el mejor linaje y retirarse primero. Así estuvieron días embotellados, hasta que el Virrey mandó parar y ordenó a ambos señorones que echaran reversa al mismo tiempo.

Aunque mi tema no es tan viejo, sí trata de un escandaloso sainete entre dos “grandes señores” de nuestra augusta urbe, quienes se comportan como los dos marqueses de la leyenda. Uno es don Guillermo Sheridan Prieto (n.1950) y el otro don Alejandro Gertz Manero (n.1939). El primero es un connotado crítico literario, experto en Octavio Paz y la obra de la generación de Los Contemporáneos –y dueño de una prosa satírica maravillosa. (No exagero. Aunque no comparto sus gustos y fobias, me encanta leerle.) El segundo es nuestro actual Fiscal General de la República quien con este cargo culmina una larga carrera como servidor público en el área de seguridad pública –iniciada cuando, en 1976, coordinó la “Operación Cóndor” mexicana (la primera campaña moderna contra el narcotráfico en nuestro país).

¿Por qué pelean los marqueses Sheridan y Gertz? Muchas personas dirán que combaten porque don Guillermo es un acervo crítico de la “4T” (lo cual es verdad) y porque don Alejandro es un representante de esa “4T” (lo que va contra toda lógica). Esta es una explicación muy superficial. El pleito entre los dos señores es interesante porque nos dará excusa para discernir mucho más profundo el modo en que se comportan las élites de nuestra sociedad. Estas élites se organizan primariamente alrededor del prestigio, por  la apariencia de nobleza. De esto escribió mucho, y bien, Norbert Elías (La sociedad cortesana, 1933-1966.)

Primero, analicemos a don Alejandro Gertz. Es un abogado chapado “a la antigua”. (Nada extraño: ¡tiene 82 años!) Aparte de su práctica en seguridad pública, tiene intereses humanistas amplios. Ha enseñado en aulas universitarias, ha escrito y ha publicado. Licenciado por la Escuela Libre de Derecho en 1961, en 1963 impartió la cátedra de Derecho Constitucional y en 1964 la de Derecho Administrativo. Para 1965 agregó las de Introducción al Estudio del Derecho, Derecho Mercantil y Derecho Diplomático. En 1968 obtuvo el doctorado el Derecho por la UNAM. En 1976, el Fondo de Cultura Económica publicó su libro La Defensa Jurídica y Social del Patrimonio Cultural de la Nación. Esta publicación de Gertz se explica porque entre 1970 y 1975 trabajó en el INAH. Igualmente, en 1982, luego de su gestión en la “Operación Cóndor” publicaría La estadística computacional al servicio de la impartición de justicia. (Ligas 1 y 2.)

Desde siempre, la enseñanza del Derecho ha privilegiado la contratación de profesores de asignatura, buscando que quienes imparten las clases tengan experiencia práctica (forense). Esto tuvo muy buenos resultados hacia el Medio Siglo (circa 1950) cuando libros como el Derecho Administrativo de Gabino Fraga (1899-1982) resumían para las y los estudiantes las experiencias del autor en la nueva Administración Pública Federal que el régimen postrevolucionario estaba creando. Los alumnos más brillantes de ese tiempo, como Ernesto Gutiérrez y González (1927-2005), siguieron la misma trayectoria: intensa práctica forense y recapitulación académica para sus propios estudiantes. En 1951, el título de la tesis de licenciatura de Gutiérrez y González era “Los contratos de adhesión no son contratos, son guiones administrativos” y su teoría para explicar la naturaleza de los organismos descentralizados nació de su propia práctica al acompañar la fundación de Caminos y Puentes Federales de Ingreso (cito de memoria una de sus clases en 1988). Fraga murió dos años antes de que naciera el Sistema Nacional de Investigadores (SNI, 1984), pero con todo lo venerada que era su obra, él jamás habría podido ingresar al mismo. Gutiérrez y González vivió 21 años junto con el SNI pero nunca ingresó a él. Sólo era licenciado. (¡No se puede ser SNI sin doctorado!) Que hubiese ganado por oposición sus cátedras de Derecho de las Obligaciones y de Derecho Administrativo en la prestigiosa Facultad de Derecho de la UNAM, o que sus libros se volviesen clásicos en la enseñanza universitaria del Derecho, no significó nada para el nuevo sistema de evaluación de las excelencias académicas. Como sea, a don Ernesto el SNI le tenía sin cuidado.

Contrario a Gutiérrez y González, el marqués Gertz ha deseado por años ser parte de la nueva aristocracia académica. Al menos desde 2010 solicitó ingresar al sistema. Y sistemáticamente fue rechazado. Tenía el doctorado desde 1968, obra publicada desde 1967 y, al momento de solicitar ingreso, adscripción en una institución de educación superior (IES, la Universidad de las Américas de Puebla). Contrario a muchos rechazados, Gertz tenía los medios y habilidades para litigar su caso. Presentó queja ante el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) y, cuando éste rechazó su petición, se amparó hasta lograr que se la aceptasen. Hoy existe una Recomendación del CONAPRED que señala que las normas del Reglamento SNI eran arbitrarias y por lo mismo discriminatorias. Pese a lo anterior, CONACyT siguió rechazando a Gertz. Y don Alejandro siguió litigando. (Y sigue haciéndolo. El marqués es terco.)

Notarás, lectora, que el detalle el largo litigio que sostuvo el Gertz contra CONACyT no se menciona mucho en el escándalo que causó su reciente admisión en el SNI. Pero, por ejemplo, el otro marqués de mi historia, don Guillermo, comentó el pasado 22 de Junio de 2021 en su columna de El Universal: “La vanidad del fiscal le exigió con tal enjundia ponerse la medalla de académico que siete veces, durante 10 años, se querelló en vano contra las evaluaciones colegiadas negativas, hasta que tuvo la obviamente buena idea de saltarse a las comisiones evaluadoras.” (Liga 3.) Una verdad a medias. En una década, siete veces litigó Gertz contra CONACyT, pero al final no se saltó nada. El CONACyT debía cumplimentar una recomendación de CONAPRED. Sobre lo último, don Guillermo dice que ese Consejo “velozmente juzgó” el caso y dio la razón a don Alejandro. Inexacto. CONAPRED había rechazado la queja de Gertz y éste debió obligar vía amparo a que aceptase su caso. Lo que el marqués Sheridan no niega es que el marqués Gertz litigó largamente. Ya comentaré sobre esto.

El 6 de Julio de 2021 Sheridan regresó al tema: “Hace poco escribí sobre la sinuosa ruta que tomó el Conacyt para meter a Alejandro Gertz Manero, fiscal general de la República, al Sistema Nacional de Investigadores (SNI): crear una Comisión Especial Dictaminadora...” (Liga 4.) El camino no era torcido ni estaba fuera de la norma. Gertz había acorralado al CONACyT y este debía cumplir un mandato que se construyó –mediante litigio– por varios años antes de 2018. La presencia de Ernesto Villanueva en esa comisión especial indica que esta se formó cuidando que sus integrantes fuesen conocedores de derechos humanos y capaces de interpretar razonablemente sentencias y recomendaciones. De hecho, el marqués Sheridan nos aporta un elemento más para conocer el trabajo de la comisión: en su artículo del 22 de Junio, critica que Villanueva haya votado a favor de Gertz cuando “apenas en mayo [anterior] escribió ‘Gertz Manero, el estulticia” (es decir: el tonto), en el que acusa al fiscal de dañar a la 4T, de usar a la fiscalía como ‘agencia de propaganda’, de ignorar ‘el sistema penal acusatorio’ y, en suma, de ser un inepto y un incapaz.” El marqués Sheridan se refiere a una columna de Villanueva en El Heraldo de México del 24 de Mayo de 2021. (Liga 5.)

Que Villanueva haya resuelto a favor de Gertz en el caso SNI no significa que haya dejado de opinar lo que opinó de Gertz como fiscal general. ¿Puede un fiscal inepto e incapaz (Villanueva dixit) haber visto violados sus derechos humanos por decisiones discriminatorias del SNI en la última década? La respuesta es SÍ. Y si así se ha corroborado (CONAPRED dixit) lo razonable es que CONACyT recule y haga resarcimiento del daño causado a Gertz.

Lo que me sorprende es la furia con la que el marqués Sheridan reaccionó. La clave está en su columna del 6 de Julio: “Para conocer la ‘obra notable’ de mi nuevo colega en el SNI, me hice de uno de sus libros como ‘autor único’: Guillermo Prieto (Biografía), publicado por la Secretaría de Educación Pública en 1967.” Recala, lectora, en la expresión mi nuevo colega. El marqués se escandaliza de que alguien de “diversa categoría” haya sido admitido en su “exclusivo grupo”. Una clásica actitud de la sociedad cortesana de Elías.

Más interesante es el modo en que el marqués Sheridan destroza la obra de Gertz. Nos reporta que el libro de 1967 no cita adecuadamente las fuentes usadas por el autor y por lo tanto, le acusa de plagiar dos biografías previas de Prieto (una de Salvador Ortiz Vidales, de 1939; y otra de Malcolm MacLean, de 1960). Gertz ha aclarado que la edición claramente indica las fuentes que él consultó... en la bibliografía. (Liga 6.)

Aquí debo señalar un detalle relevante que tiene que ver con la edad académica de Gertz. Cuando se publicó su biografía de Prieto (1967) México estaba aún lejos de estandarizar los “aparatos críticos” de sus obras académicas a los mecanismos de cita internacionales. En este sentido no es extraño que Gertz parafrasease a Ortiz y MacLean sin usar comillas o con una nota de pie o un paréntesis que indicase la página de donde se tomó el texto parafraseado. A esto se refiere el marqués Gertz (2021) cuando subraya que la obra la publicó hace 54 años. Pero otra parte de su argumento lo data cronológicamente en los 1960s: don Alejandro aseguró en su respuesta a don Guillermo que “es una práctica reconocida en ese ámbito de investigación el señalar las fuentes bibliográficas de donde se tomaron diversos datos, pasajes y antecedentes, que es indispensable respetar en su esencia...” No. Esa ERA una práctica reconocida. Hoy ya no es común... por lo menos no en la super-institucionalizada Academia.

De mi propia experiencia investigando historia potosina puedo decir que versiones de ciertos hechos del pasado se encuentran en la Historia de Primo Feliciano Velázquez (1948) en forma muy cercana a la que podemos leer en la Historia de Manuel Muro (1910). En estos casos se puede hacer la “genealogía” de la versión a través de sucesivos textos. Una obviedad: las Historias de Muro y Velázquez no usan los modernos sistemas de cita. Es decir, que el marqués Sheridan acuse al marqués Gertz de no citar adecuadamente, con reglas de 2021, en un texto de 1967 es... ridículo.

Aparte, debería recordarse que la razón de la publicación de Gertz en 1967 no era “académica”. En 1967 el entonces abogado era un joven funcionario federal que, en funciones de secretario particular del subsecretario de asuntos culturales de la SEP, colaboró en la celebración del centenario de la República Restaurada con una obra sin pretensiones escolares o de investigación sistemática. ¿Significa eso que en 2010 o 2021 ese libro deba ser desestimado por no cumplir con los mecanismos de cita, como exige el marqués Sheridan? No. El requisito SNI era haber publicado. Introducir, como hace don Guillermo, otros criterios que desmenucen lo publicado es un acto de arbitrariedad –probablemente del estilo que don Alejandro alegó en sus quejas y amparos.

A partir de 2018, la nueva administración de CONACyT ha procurado reformar sus reglas eliminando espacios de arbitrariedad. Por ejemplo, ha desaparecido la norma que señalaba que la persona candidata debía publicar sus libros “en editorial de reconocido prestigio”, porque no se aclaraba qué es prestigio ni cómo es que el mismo se reconoce. La nueva norma señala que la editorial en que se publique debe contar con un sistema de evaluación por pares –es decir, un sistema equivalente al que las IES aplican hacia dentro de sus claustros académicos. Esta reforma y otras han nacido de reclamos de muchas personas investigadoras que, igual que Gertz, se habían quejado de la arbitrariedad de CONACyT. Ello debería poner en contexto el caso de don Alejandro. Pero a don Guillermo no le interesa: su problema es que “alguien ajeno” pretende “equipararse conmigo”. Sheridan reclama a Gertz su vanidad y soberbia. Las suyas son perfectas equivalentes. Dos marqueses encerrados en su estrecho callejón.

Ligas usadas en este texto:

  • Liga 1:
  • https://web.archive.org/web/20160304120610/http://sitl.diputados.gob.mx/LXI_leg/curricula.php?dipt=498
  • Liga 2:
  • http://sil.gobernacion.gob.mx/Librerias/pp_PerfilLegislador.php?Referencia=6909814
  • Liga 3:
  • https://www.eluniversal.com.mx/opinion/guillermo-sheridan/la-grandeza-del-estulto
  • Liga 4:
  • https://www.eluniversal.com.mx/opinion/guillermo-sheridan/gertz-manero-la-sombra-del-plagio
  • Liga 5:
  • https://heraldodemexico.com.mx/opinion/2021/5/24/gertz-manero-el-estulticia-299065.html
  • Liga 6:

Gertz justifica plagio al estilo de Peña Nieto; “Es una forma de corrupción”: Sheridan

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