Imagen: Vogue Portugal
“Solo nos quedan 10 años” se lee en la fotografía con la imagen de Tim Blacks, editor de “The Business of Fashion”, cubriéndose los costados del rostro tratando de expresar el pánico que existe ante la crisis climática de la cual la industria del textil es responsable al emitir un total de tres millones 61 mil 828 toneladas de CO2 (kt) y consumir 93 billones de metros cúbicos de agua anuales, siendo la segunda industria que mayor desgaste genera al planeta en uso y consumo de recursos.
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Según datos expuestos por The Fashion Law, fabricar unos jeans consumen ocho mil 182 litros de agua, lo que equivale al consumo de 16 personas en México del total del agua durante un año, según los cálculos realizados por la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA). Este es el impacto de la segunda industria más poderosa del mundo, la más influyente en la forma de consumo en México: la moda.
Han pasado 5 meses desde que se firmó el “Pacto de la Moda” o “Fashion Pact G7” durante la Cumbre del G7 en la ciudad de Biarritz, Francia. El pacto es un esfuerzo de la industria textil internacional para generar nuevas formas de colaboración que permitan producir de forma menos invasiva para el ambiente, incluyendo además una serie de acuerdos basados en los estudios y propuestas de distintas áreas. Es por ello, que más de 32 marcas de moda firmaron, resaltando las grandes como Adidas, Burberry, Chanel, H&M, Gap, el grupo Inditex, Nike, Nordstrom, Prada, el conglomerado Kering, grupo PVH y Stella McCartney.
El objetivo se ha fijado en tres grandes áreas: el clima, la biodiversidad y los océanos. Afirman la “Revolución de la moda” está próxima, el compromiso deberá cumplirse en 2030 siendo la más grande promesa de la industria el promover un cambio a la neutralidad de emisión de carbón y contaminación del agua.
A pesar del esfuerzo de estas firmas, los documentos que pueden ser consultados en The Fashion Pact se muestran ambiguos describiendo acciones a realizar pero que en ningún momento explican el proceso de transición, los verdaderos impactos en cuanto a la generación y uso de nuevos recursos que sean “sostenibles”, lo que implicaría el cambio de relación entre los trabajadores en distintas áreas de la industria y, la transición hacia una forma de labor y ejecución a nivel social en el caso del consumidor, quien será el que decida lo que demanda en mayor o menor medida. El cambio de paradigma se presenta como un reto, el cual está plagado de buenas acciones pero no de planes que guíen hacia acciones concretas que permean en todo el tejido social, económico y laboral.
Según datos de Global Fashion Agenda, solo el 40 % de las marcas de la industria textil logran avanzar en el proceso comercial y de impacto social-ambiental. El 60n% de la industria se encuentra lista para promover los principales rubros de los tratados implementando acciones que supondría una transformación. Los días corren, el silencio empieza a inundar la ejecución mientras el ruido mediático empieza a tener eco.
Casas editoriales internacionales de gran peso se han atrevido a anunciar “valores” con los cuales pretenden promover una agenda articulada que permita llevar la conversación que definirá a las sociedades y su forma de consumo, así lo ha afirmado la casa Condé Nast, quienes en el mes de diciembre de 2019 lanzaron un comunicado explicando el manifiesto firmado por lo editores de Vogue:
“Hablamos con una voz unificada en 26 ediciones que defienden los valores de la diversidad, la responsabilidad y el respeto por las personas, las comunidades y nuestro medio ambiente natural.”
Editores de Vogue
La importancia no es menor en México cuando la industria textil representa 509 mil empleos y el 2.4 % del total del PIB. El 76 % de lo producido por esta industria se distribuye entre la población activa dentro. Su mercado externo representa 5 mil 190 millones de dólares y el interno 4 mil 474 millones, lo que representa altos índices de oportunidad de crecimiento dentro de la balanza comercial, según datos del propio INEGI durante 2019.
La sustentabilidad conlleva desarrollo, colaboración, crecimiento, coordinación y una red que permita transformar. Vincular el problema con la realidad de un país con más mano de obra que creativos, con una economía desigual y una sociedad aspiracional, así como involucrar profesionales en ecología, biología, economía y voces comprometidas con el ambiente pueden ser las piezas claves para realizar un proceso viable de integración y responsabilidad tanto para el consumidor como para la empresa productora.
