El pasado como lección, no como arma: aclarando mi postura ante las FLN

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Neil Harvey
Profesor-Investigador
Departamento de Ciencias Políticas
Universidad Estatal de Nuevo México
[email protected]

 

Las recientes declaraciones de Fernando Yáñez (comandante Germán) en contra del Subcomandante Galeano por haber roto con el método marxista de los setentas y otras supuestas faltas (Proceso, 20 de noviembre del 2021 y 31 de diciembre del 2021) reflejan un modo de pensar que simplemente no corresponde a las necesidades y aspiraciones del movimiento zapatista que se ha construido a partir de 1994 en las comunidades indígenas. También son particularmente preocupantes por las divisiones que pueden causar al interior de las comunidades que luchan por construir su autonomía con libertad, justicia y dignidad en un momento de muchas otras presiones y ataques documentados por los mismos zapatistas.

Como una persona que valora el trabajo que han desarrollado las comunidades zapatistas desde 1994, expreso mi desacuerdo con las declaraciones de Fernando Yáñez.

En mayo del 2013 fui invitado por la Casa de Todas y Todos a participar en la elaboración de un texto sobre el periodo de 1969 a 1983 para contextualizar los documentos originales que Yáñez decía que tenía en el archivo de las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN). La idea fue que yo hiciera una contextualización de la historia de este periodo que permitiera conocer mejor a las FLN en el periodo antes de 1983. Me decía que como yo había publicado otros textos sobre el zapatismo, incluyendo mi libro “La rebelión de Chiapas: la lucha por la tierra y la democracia” (Ediciones Era, 2000), que los documentos de los militantes de las FLN de los setentas podrían ser interesantes porque no eran conocidos y permitirían conocer esta historia hasta ahora oculta.

Me parecía interesante pero no acepté inmediatamente. Quise primero consultar con la comandancia zapatista en Chiapas. Participé en La Escuelita, en el Centro de Integración Indígena y Capacitación Integral – Universidad de la Tierra (CIDECI-UNITIERRA), en agosto de 2013 (y sobre lo cual publiqué “Principios y modos zapatistas” La Jornada, 30 de agosto del 2013. Ver Link aquí). Al mismo tiempo, durante la Escuelita consulté a los comandantes que estaban ahí sobre la propuesta de Yánez y ellos dijeron que ni estaban a favor ni en contra y con esta respuesta pude decidir libremente.

Decidí que podía ser útil saber más de la historia de las FLN y las lecciones del pasado, sobre todo si se pudieran conocer los documentos originales escritos por sus militantes. Mi intención nunca fue ni es la de apoyar a Germán en una disputa con el Subcomandante Marcos/Galeano o con las bases de apoyo zapatistas, sino simplemente escribir sobre el periodo en cuestión, 1969-83, con las nuevas fuentes que Germán tenía y estaba dispuesto a compartir para que se conocieran.

Incluso en el tercer ensayo de esta serie (que va de 1978 hasta 1983), analizo críticamente las posturas adoptadas en algunos documentos originales de las FLN, sobre todo sus Estatutos de 1980, y dejo claro las diferencias entre su modelo centralizado y jerárquico y, por el otro, la forma en que las mismas comunidades indígenas transformaron ese tipo de estructura para crear relaciones más horizontales e incluyentes.

 

La razón que me dio Yáñez y los colaboradores de la Casa de Todas y Todos para explicar su interés de publicar los documentos de las FLN, fue por un asalto que hubo en dicho espacio en Monterrey, cometido por vándalos que habían causado destrozos en la casa y por ello querían asegurar que su archivo quedara intacto y con la posibilidad de dar a conocer el pasado, basado en sus documentos originales de las FLN.

Otra razón que me dio Germán fue su deseo de poder difundir la historia de las FLN entre 1969 y 1983 utilizando como fuente primaria su archivo de los escritos de los militantes de la organización en el periodo referido, a diferencia de los documentos policiacos de la época y de aquellas investigaciones académicas que se basaban en gran parte en dichos documentos policiacos. Jamás me mencionaron que estaban molestos por un supuesto deslinde atribuido por él a la comandancia indígena y al subcomandante Galeano (según revela Adela Cedillo en su entrevista titulada “Este afán de purismo ha aislado y debilitado al EZLN,” publicada en Pie de Página el 29 de enero pasado). Ahora veo que Germán y sus colaboradores no fueron honestos conmigo y estaban escondiendo su deseo de posicionarse en contra del subcomandante Galeano y la comandancia indígena sin tomar en cuenta ni mucho menos valorar todo el trabajo y todos los logros del zapatismo a partir de 1994 a pesar de los ataques que las comunidades zapatistas han sufrido y que siguen sufriendo.

Por otra parte, quiero aclarar que participé en ese proyecto de la Casa de Todas y Todos al mismo tiempo que publiqué textos sobre los avances y desafíos de la autonomía zapatista con el fin de demostrar la importancia, lo novedoso y la vigencia del zapatismo, a diferencia de aquellos que decían que los zapatistas estaban rebasados, aislados, confinados, etc. (Por ejemplo, “Practicando la autonomía: el zapatismo y la liberación decolonial, un artículo que publiqué en El Cotidiano en el 2016). También apoyé la decisión del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) de apoyar la campaña para lograr la presencia de María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, en la elección presidencial del 2018 (ver mi artículo “CNI, EZLN y el Poder de Abajo,” La Jornada, 16 de octubre del 2016). Claro, mi postura no fue compartida por Germán y La Casa de Todas y Todos.

En el verano del 2017, terminé el último de mis textos sobre el periodo de 1978 a 1983. En ese texto hablo de un cruce de caminos entre la reinserción del grupo de las FLN en Chiapas y los movimientos campesinos-indígenas que ya estaban activos. En “Cruce de Caminos: luchas indígenas y las Fuerzas de Liberación Nacional (1977-83),” con base en los mismos documentos de las FLN, critico su modelo centralizado, jerárquico y vanguardista. Al mismo tiempo argumento a favor de la necesidad de reconocer las formas de organización política propias de las comunidades indígenas. Me parece que este sigue siendo el meollo de la disputa hoy en día entre Germán, que todavía insiste en la vigencia de su modelo y, por otro lado, la larga experiencia de luchas indígenas y campesinas desde antes y después del 94, en que las comunidades han construido formas novedosas e importantes de autonomía, no solamente para México sino para el mundo, precisamente con una dirección indígena que el subcomandante Galeano ha respetado y reconocido, y de la cual habla con datos actualizados Mayvelin Flores en la entrevista “Por qué vale la pena cuidar el zapatismo,”  publicada en Pie de Página, el 5 de febrero pasado.

Por ejemplo, en “Cruce de Caminos,” página 27, planteo lo siguiente (lo que constituye mi argumento central):

“…es preciso señalar las tensiones entre una estructura vertical de un movimiento armado, producto de las mismas condiciones clandestinas en que operaba, y los anhelos de una participación más amplia de las nuevas bases sociales que se iban integrando. A la larga, estas diferencias se vieron reflejadas en el papel que llegaron a jugar las mismas comunidades indígenas a través de la experiencia de la rebelión zapatista en 1994 y el desarrollo posterior del EZLN basado en el principio del ‘mandar obedeciendo,’ el cual fortalece a la organización comunitaria en cuanto a las decisiones y acciones del movimiento.”

Mis últimas palabras escritas en el tercer y último ensayo que publiqué en esta serie en el 2018 dan cuenta de mi postura (Páginas 47-48):

“Si bien la lucha armada ofreció la esperanza de un cambio radical en Chiapas y México, no fue la única forma de participación y de hecho coexistió con otros esfuerzos que reivindicaban la identidad étnica, la práctica religiosa y la organización económica. Después de 1983, el EZLN tuvo que adaptarse y entender esta nueva realidad local y las diversas experiencias y aspiraciones de sus habitantes para ir transformándose en un movimiento con una amplia base popular que sacudió al país y al mundo el primero de enero de 1994.”

Hay suficientes puntos en mi análisis de los documentos de las FLN para entender por qué hacían lo que hacían los militantes de las FLN, pero también porque su modelo de organización, a mi juicio, ha sido rebasado por los años, y sobre todo por las mismas comunidades. Es necesario estudiar el pasado para conocerlo mejor y sacar lecciones que nos puedan servir hoy en día. Pero es, a mi juicio, un error utilizar el pasado como un arma cuando lo que se necesita ahora es la unidad para resistir los ataques tanto físicos como verbales en contra del presente y el futuro del zapatismo, vengan de donde vengan.

 

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