Distanciamiento social: una medida de cuidado comunitario al alcance de pocos

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Quédate en casa es el principal mensaje que el subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, ha manifestado como una de las principales medidas para enfrentar la epidemia causada por la COVID-19 en México, debido a que el virus no es altamente mortal pero sí contagioso.

El domingo 29 de marzo, López Gatell alertó que la movilidad de la población solo se había reducido en una proporción menor a 30 % en la Ciudad de México pese a la insistencia del gobierno en el distanciamiento social y sus efectos para prevenir contagios y evitar el colapso del sistema de salud, como ha sucedido en otras partes del mundo como Estados Unidos, España o Italia.

Si bien es cierto que la epidemia expone con mayor claridad las condiciones de precariedad en las que viven millones de personas (57 % de la población ocupada en nuestro país tiene empleos informales y sólo 20 millones cuenta con servicios de salud y prestaciones) también es verdad que aquellos que pueden trabajar desde casa o quienes han dejado de hacerlo –con goce de sueldo– continúan mayoritariamente en las calles sin atender el llamado para mantenerse en casa.

Sin ahorros en medio de la pandemia 

La desigualdad instaurada por un sistema económico que distribuye la riqueza inequitativamente tiene como consecuencia que miles de familias vivan al día en México, sin el respaldo de un Estado que ante la pandemia, y sin ella, les garantice una vida digna.

Joaquín de 40 años de edad, renta un local en la calle Girasol casi esquina con Río Churubusco, en la Unidad Infonavit Iztacalco. Desde hace 13 años estableció una tienda de abarrotes que funge como sustento familiar. Su principal clientela son los alumnos de la Preparatoria 2 ubicada del otro lado de la acera, pero desde hace tres semanas, cuando las clases se cancelaron a causa de la pandemia, las ventas de su tienda descendieron drásticamente. 

Para Joaquín –como para millones de propietarios de un negocio familiar– quedarse en casa no es una opción. “No puedo hacerlo, en mi trabajo voy al día, gano al día, tenemos gastos que cubrir porque no todos son condonados. Desafortunadamente nuestro sueldo no nos da para ahorrar para estas emergencias”, dice con un aire de resignación.

Ante la situación, el señor Joaquín que asegura estar consciente del riesgo que corre pese a tomar precauciones, llamó a las personas que sí pueden quedarse en casa a que compren en las tiendas de abarrotes minoristas convencido de que en ellas se exponen menos a los contagios de COVID-19: “la ventaja de la tienda es que no se junta mucha gente, si va usted a un supermercado hay mucha gente y por más que se les pide que guarden sus distancias no lo hacen, aquí a lo mucho se juntan dos o tres personas, entonces aquí se puede tomar distancia sin problemas”.

La única ventaja que tiene Joaquín con su tienda, en comparación con otros pequeños negocios, es que puede permanecer abierta debido a que los productos que vende son considerados necesarios para esta crisis.

La incertidumbre de no poderse quedar en casa

Gabriela Mendoza, de 35 años de edad, no corre con la misma suerte. Desde hace 15 años, tiene una estética ubicada en Plaza Río Churubusco, en la colonia Infonavit, de la alcaldía Iztacalco. Hasta hace un año y cinco meses ella hacía todos los trabajos en el local que renta, pero tuvo la oportunidad de contratar a Karina, quien además de ayudarle con las labores que no implican cortar o pintar el cabello, se dedica a poner uñas postizas. 

Gaby, como la conocen sus clientas, reconoce que en esta pandemia no puede quedarse en casa. “Tengo que trabajar, primero, porque la dueña del local donde trabajo me dijo que ante esta situación no podía hacer nada, a lo mucho me dijo que me daba unos días para pagarle el mes de abril. Si cierro igual debo pagar. Segundo, porque le tengo que dar su sueldo a mi empleada porque haya o no trabajo, ella tiene que tener su sueldo”, aseguró Gaby, a diferencia de empresas que han corrido a sus trabajadores, a la vez que señaló que lo poco ahorrado es para subsistir. 

Karina, de 41 años vive con su papá, antes taxista y ahora empacador en un supermercado. Ambos viven al día, es decir, lo que generan en sus trabajos en un día les funciona para comer y comprar lo básico. Su padre se encuentra dentro la comunidad más propensa a enfermarse gravemente de COVID-19 y no puede ir más a empacar y ella necesita trabajar en la estética para que ambos puedan sobrevivir ante esta emergencia de salud. 

Sin embargo, Gaby y Karina enfrentan un nuevo problema. El pasado 2 de abril, el gobierno de la Ciudad de México informó que negocios como las estéticas, peluquerías, papelerías y negocios no esenciales deberán permanecer cerrados durante la contingencia por la COVID-19.

Gaby cuenta que personal de la Alcaldía fue a su local y le informó que su giro no es esencial en este momento, le solicitó no abrir más su negocio o de lo contrario podría recibir una multa. Ella dice entender la situación, pero no puede dejar de generar ingresos pues necesita pagar el sueldo de Karina. “Al gobierno le digo que nos apoye a los pequeños negocios para que nosotros le demos apoyo a nuestros empleados”, dice Gabriela que considera trabajar a domicilio o incluso hacerlo extramuros arriesgando su salud.

El privilegio del distanciamiento social, más allá de lo individual

Sin embargo, ante este panorama existen otros sectores de la sociedad que sí pueden quedarse en casa. Algunas personas pueden trabajar desde sus hogares con goce de sueldo, y son ellas quienes principalmente tendrán la posibilidad de evitar los contagios masivos de COVID-19 en México. Con dicha medida, promovida por la Secretaría de Salud (y que dado la emergencia sanitaria declarada el pasado 29 de marzo se mantendrá como mínimo hasta el 30 de abril) las personas que se pueden quedar en casa no sólo cuidan de ellas, también y tal vez sin siquiera pensarlo, contribuirán a la protección de otros y otras.

Para el epidemiólogo y experto en epidemiología hospitalaria, Óscar Hernández, el distanciamiento social es una acción de cuidado que va más allá del beneficio personal. “En cuanto la gente deja de ir a trabajar o asistir a sus actividades cotidianas, la densidad de personas en la calle y en el transporte público desciende drásticamente, entonces… ¿cuál es el beneficio para terceros del distanciamiento social? al no salir beneficias a los demás. Si yo no salgo, la gente ya no podrá tener contacto conmigo. Entonces se diluye la cantidad de personas en la calle y el transporte público y la probabilidad de contagiar el virus es menor. No va a llegar a cero, pero será menor. Así es como vamos a ayudar a la gente que no puede trabajar desde casa”.

Hernández ejemplifica estas medidas con el transporte público: si en un día normal en el metro resulta imposible conseguir una separación de un metro de distancia respecto a los demás usuarios, el distanciamiento debería reducir efectivamente el número de personas que viajan en un vagón, hasta ofrecer una distancia casi insalvable para la transmisión del SARS-CoV-2.

Los próximos días serán el momento crítico para saber si la estrategia de México aprendió de la epidemia del H1N1 hace una década y tomó las notas pertinentes de la experiencia reciente de Wuhan, Seúl, Madrid, Berlín o Lombardía, cuyos resultados llegaron con valiosos días de retraso a nuestro país.

Además de exigir al gobierno medidas de apoyo para aquellos sectores más vulnerables a causa de la economía de un país con más de 52 millones de personas en pobreza, situación de calle y de exigir a empresas no liquidar o reducir el salarios a sus trabajadores sin justificación, la apuesta es actuar de manera colectiva desde el privilegio de quienes sí  pueden quedarse en casa, es actuar por uno mismo y su familia, pero también por los otros y otras mas vulnerables a causa de la desigualdad económica.

A pesar de todas las imperfecciones, idealizaciones y los riesgos que conlleva quedarse en casa, especialmente para mujeres violentadas, se trata de la medida más eficiente que ahora tenemos para intentar aplanar la curva de contagios y sobrellevar de mejor forma la pandemia. Concientizar a quienes tienen la posibilidad de hacerlo puede ser la diferencia entre una epidemia larga y con contagios repartidos en los próximos meses o un pico en poco tiempo que colapse el sistema de salud de por sí frágil. 

Aunado a esto, se presenta la oportunidad de reconocer, aunque no es nada nuevo, que el sistema económico y político no permite que todas y todos tengan las mismas posibilidades para salvaguardar su vida ante una emergencia sanitaria como esta y que el distanciamiento social apenas es un pasó en las acciones que algunos  pueden tomar frente a esta pademia.

Información para negocios que deben cerrar ante la COVID-19, así como para quienes se queden en casa y requieran de ayuda:

El Gobierno de la Ciudad de México otorgará créditos a pequeños negocios: https://tramites.cdmx.gob.mx/fondeso/

El Instituto Nacional de las Mujeres recibirá en todo momento llamadas de emergencia por violencia intrafamiliar:

https://www.gob.mx/inmujeres/articulos/servicios-de-atencion-a-mujeres-en-situacion-de-violencia-de-los-estados?idiom=es

Los refugios para mujeres violentadas en el país: https://www.rednacionalderefugios.org.mx/red-nacional-de-refugios.html

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