Diario de la cuarentena de una mexicana en Madrid

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Gabriela Martínez @gabrie_lamg 

Así viven en cuarentena dos mexicanos, una argentina, un italiano y una belga en Madrid

Madrid. Cuarto día, 8 de la noche. CLAP, CLAP, CLAP. Empiezan los aplausos del otro lado de la ventana. Nos unimos, cacerola incluida. “¡Corran!” Grita alguno de nosotros, no queremos perdernos la única actividad del día que nos vincula con el exterior. La vecina de arriba, una señora mayor que vive con su esposo, nos saluda sonriente —en la mañana C. le fue a decir que si necesitaban algo, aquí estábamos. Ella le respondió que si nosotros necesitábamos algo, allí estaban—. No logro ver bien a los vecinos de los edificios de enfrente, está oscuro. Pero los escucho y se me eriza la piel.

De repente, llegan dos ambulancias. Se paran en la esquina y salen tres paramédicos. Al vernos, nos aplauden de vuelta, alguno nos graba. Otro de ellos se pone una especie de traje de astronauta y entra a un edificio. Minutos después, sale con un anciano en silla de ruedas. CLAP, CLAP, CLAP. Redoblan los aplausos. No tenemos ni idea de lo que le pasa. 

Esta misma escena —sin contar la ambulancia— se repite todos los días a la misma hora, durante unos cinco minutos, desde el sábado en que el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, hizo entrar en vigor el estado de alarma. Ese fue el último día en que salimos. Un día antes, el viernes 13, la OMS declaró que Europa es el epicentro de la pandemia del COVID-19. 

Preciso, el lunes F. salió al super. Al volver, todos lo interrogamos como si no hubiéramos puesto un pie en la calle desde hace meses. “¿Viste gente? ¿Te paró la policía? ¿Se terminó el papel de baño?” El domingo empezaron las multas —de 100 euros a un año de cárcel— a las personas que salían más allá de lo necesario. 

No nos hará falta salir hasta dentro de unos días, cuando se termine la comida o cuando haya que tirar la basura. Hasta el próximo 28 de marzo, como mínimo, solo está permitido salir para: ir al trabajo, al super, a la farmacia, al médico, al banco, volver a casa, o por alguna causa de fuerza mayor. No se puede salir a correr pero sí sacar a pasear al perro. Pero como no tenemos, pues ya nos jodimos.

En casa somos cinco. Compañeros de máster, la mayoría, algunos pareja. Amigos, en cualquier caso. Hay cuatro periodistas y un escritor. Todos los días, sobre las siete, nos conectamos hasta Colima para tener una clase virtual de relajación-respiración-meditación con mi padre. Son los pocos minutos del día en que nuestra atención está en nuestras costillas o en nuestros talones y no en el maldito coronavirus. 

Como adictos a la información, toda nuestra atención está en la epidemia. Leemos noticias TODO el día, seguimos los comentarios de la gente en redes y nos reímos de los memes porque sino, no hay quien aguante. 

Hace unas semanas yo era del club de las escépticas. Creía que los medios exageraban —exagerábamos— en las coberturas (aunque sigo creyendo que no hacía falta mandar una alerta cada cinco minutos). El día que descubrí este mapa, el más actualizado que hay, no le di la importancia. Ahora no paro de consultarlo.

En México, donde vive mi familia, hay unos 93 casos (hoy, miércoles 18 de marzo por la mañana). Todavía recuerdo cuando se contaban con los dedos de una mano. Lo mismo pasó en España. Hasta que en unos días pasamos de tener unos cuantos casos, a tener un centenar, luego miles, y así hasta ser el cuarto país con más casos en el mundo. El virus estuvo en el país cuatro semanas sin ser detectado. Hoy hay casi 14.000 casos registrados y más de 600 personas han muerto. Aunque en realidad son más porque durante unos días se dejaron de hacer las pruebas a las personas que no estaban graves, pero otra vez se volverán a hacer para detectar los casos ocultos. En Italia hay más de 35.000 casos y casi 3.000 muertos. Bélgica tiene unos 1.500 y Argentina unos 80.

Pero estos datos no muestran la magnitud del problema. En solo unos días, en la Comunidad de Madrid, la región con más casos de todo el territorio, el número de pacientes graves se duplicó. Los ingresados en las unidades de cuidados intensivos (UCI) siguen siendo la mayor preocupación. Hasta ahora hay 774, un 37% más que el día anterior, pero el pico de la epidemia hará que hasta 9.000 personas puedan necesitar una cama en las UCI, en caso de que las medidas de contención no hayan sido suficientes.

Mi bolsillo también empieza a notar los costos de esta crisis. Yo soy una de esas que vio sus ingresos esfumarse de un día al otro, soy autónoma, periodista y profesora de francés. Se cancelaron las coberturas, mis clases se suspendieron y el alquiler, hay que pagarlo. Pero hay gente que lo está pasando mucho peor. Tan solo el primer día laborable durante la cuarentena varias empresas anunciaron ERTE (expedientes de regulación de empleo temporales) que afectaron a decenas de miles de personas. Algunos dicen que los jóvenes y el sector turismo serán los grandes afectados

A quienes les aterra la idea de no poder salir de casa, piensen que no es por ustedes, sino por alguien a quien este virus puede mandar al hospital. Que lo hacen para que el sistema de salud no colapse. Que ustedes mismos pueden contagiar al de al lado, aún sin tener síntomas. Ante una nueva enfermedad, se impone un nuevo escenario. Lo único que sabemos es que si nos quedamos en casa, ayudaremos a aplanar la curva

En casa la comunidad se impuso. Hemos aprendido a compartir más. Cocinamos, vemos películas, nos peleamos, nos encontentamos, reímos mucho, eso sí. S. a veces tiene ganas de llorar mientras trabaja, T. ha manejado bien su hipocondría, solo me mira feo cuando estornudo o toso.

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