Día de las Madres, nada que celebrar

  • 0

Para miles de madres en México este 10 de mayo no es de celebración desde que la violencia le arrebató la vida a sus hijas e hijos. No existe siquiera una palabra para nombrar la pérdida de un hijo o hija porque en el imaginario colectivo, lo natural es que las madres y los padres fallezcan antes que sus hijos.

De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, el pasado 2019 fue el año más violento en la historia reciente de México con 34 mil 582 víctimas de homicidios dolosos. En la última década, México registró un asesinato cada 23 minutos en promedio. Mientras que la violencia de género también incrementó en el país. Según cifras oficiales, de 2015 a enero de 2020, en el país se registraron 3,831 feminicidios

Sigo buscando justicia por el gran amor que le tengo a Diana

Hoy, entre las madres que aseguran que no tienen nada que festejar, está Lidia Florencio, mamá de Diana Velázquez Florencio. Diana fue desaparecida y asesinada la madrugada del 2 de julio de 2017 en Chimalhuacán, Estado de México.

Desde entonces, Lidia y Laura, hermana de Diana, no hay día en el que no se movilicen e incluso se trasladen del Estado de México a la Ciudad de México para exigir avances en la investigación del feminicidio de Diana, así como para denunciar este crimen, tanto en instancias de derechos humanos como en protestas.

Siempre que me encuentro a Lidia, me sorprende su fortaleza que podría apostar casi infinita, es su amor de madre y su persistencia por encontrar justicia, me ha dicho antes. Sin embargo, esta vez que hablo con ella vía telefónica, dado que el confinamiento por la COVID-19 nos mantiene en casa aún, me confiesa que está muy cansada.

"Desde ayer y antier fueron días que no sabes que cansancio. Yo ya no quería hacer nada, ya no quería saber nada, nada más quería estar acostada. Es muy difícil lo que estamos pasando, sí me siento muy cansada", dice Lidia al tiempo que precisa que antes de la emergencia sanitaria se realizaba una actividad tras otra para denunciar el caso de Diana.

La pandemia afecta de distintas formas a cada parte de la población debido a la desigualdad social, la falta de acceso a la salud, el desempleo y los trabajos precarizados que a miles obligan a salir de sus casa. Además de esto, las madres de víctimas de feminicidio u homicidio se enfrentan a la imposibilidad de acudir a las dependencias de gobierno a exigir que los funcionarios realicen su trabajo, a la impotencia de no poder encarar a quienes desde antes de la epidemia seguían sin ofrecer resultados.

En lo que va de este año, Lidia no ve algún progreso del MP y el Policía de Investigación que le habían asignado el año pasado no ha trabajado en el caso, ya que éste asevera que no le dan los recursos necesarios para hacer las investigaciones y hace dos meses le dijo que lo enviaron a Toluca porque está haciendo "una investigación muy importante".

Camila, Lidia y Laura exigen justicia para Diana afuera de la UEPAVIG en Chimalhuacán / Foto: Luz León

Mientras Lidia le da de comer a Camila, la pequeña hermana de Diana, quien desde 2017 también participa en la lucha por encontrar al responsables o responsables del asesinato de la joven de 24 años de edad, me sigue contando los detalles que la llevan a la misma conclusión una y otra vez: no hay avances en la investigación.

Luego empezamos a hablar sobre el Día de las Madres, entonces las palabras y las lágrimas comienzan a derramarse unas con otras al asegurar que "yo creo que es el sentimiento que todas las madres sentimos, ¿no? a todas las que nos han asesinado a una hija o nos la han desaparecido, desgraciadamente son días muy difíciles. No se puede describir todo este dolor, todo este vacío que hay aquí en la casa físicamente, el espacio de Diana donde comía, donde se quedaba... no sabes qué dolor tan horrible es vivir de esta manera".

Minutos después aunque el llanto sigue, se entrecorta con suspiros y lo que creo que son sonrisas al platicarme cómo fue el último 10 de mayo con Diana: "Ese 10 de mayo, unos días atrás le había dicho que quería unos de esos pantalones pegaditos que se parecen como de mezclilla y pues ese 10 de mayo me trajo un pantalón de esos (...) Al otro día, aquí en la feria de La Piedra vino Yuri y me dijo que fuéramos a verla. Ya nos fuimos muy tarde, yo ya no quería, pero ella dijo 'vamos, sino yo me voy a ir sola', le digo 'bueno está bien, vamos'. Nos fuimos, estuvimos escuchando a la Yuri".

Lidia recuerda que ese día se abrazaron mucho, esa vez fue la última vez que sintió tanto sus manos. Aunque Diana ya no está físicamente, su risa y voz fuerte siguen presentes en la familia Velázquez Florencio y en el infinito amor de su madre, Lidia Florencio, quien la piensa y le habla todos los días, como hoy:

"La amo con todo mi corazón. Desde que no está, la vida terminó para mí. No está aquí, pero yo creo que eso me da fuerzas para seguir buscando justicia y siempre le digo que es lo que le debo a ella, me siento con ese deber moral por el gran amor que le tuve, por todo lo que yo siento".

El feminicidio de una hija no se olvida, sólo aprendes a vivir con eso

La violencia feminicida también le ha quitado la vida a decenas de niñas cada año. En 2019, 98 niñas fueron asesinadas por razones de género. Una de las víctimas de feminicidio infantil es Fátima Varinia Quintana Gutiérrez, de 12 años de edad. Hoy, Lorena Gutiérrez, madre de Fátima y toda su familia, no sólo se enfrentan a la irreparable pérdida de la menor, sus vidas cambiaron radicalmente porque sobreviven al desplazamiento forzado, la violencia institucional y económica en la búsqueda de justicia para su hija, así como a las amenazas de muerte por parte de uno de los tres sujetos que asesinó a la niña Fátima.

Al preguntarle a Lorena cómo se encuentra en estos tiempos de coronavirus, ella me responde que muy mal porque la misma semana que se declaró la Jornada Nacional de Sana Distancia, su esposo y su hijo se quedaron sin empleo. "Somos las invisibles las víctimas colaterales y directas de los feminicidios, como lo somos las mamás, los hermanos, los más cercanos a las víctimas", afirma Lorena debido a que la familia Quintana Gutiérrez no ha recibido el apoyo económico o en especie que debería darle la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, de acuerdo con la Ley General de Víctimas. Su situación es similar a la de miles de familias de víctimas en el país.

Lorena sabe y reafirma que toda su familia "merece ser libre dentro de su propio país. Fátima merece justicia. Nosotros merecemos, tenemos derecho a volver empezar. A lo mejor ya no vamos a tener la misma vida que teníamos antes, pero al menos algo parecido". No obstante, desde febrero de 2015 en su casa no se ha vuelto a celebrar ni un cumpleaños ni un 10 de mayo.

Foto: Especial

"Yo desde el feminicidio de mi hija... aquel 5 de febrero me enterraron en esa zanja con mi hija, y toqué fondo y salí para luchar por la justicia por mi niña, porque la amo y la voy a amar hasta el último día de mi vida, porque no puedo vivir sin ella. Desde ese 5 de febrero, no existe ningún festejo para mí ni para mis hijos", sostiene Lorena.

Lorena narra que sabía cómo era Fátima, pues ella le contaba cuáles eran sus sueños y lo que quería hacer y ser: "Fátima diario estaba conmigo, era mi niña, era mi compañera". Asimismo, sabía perfectamente lo que le gustaba, lo que le daba miedo y le disgustaba, como el piquete de una inyección, por eso para ella es inconcebible tratar de entender el dolor que sufrió su pequeña cuando le quitaron la vida.

"Voy a lograr la justicia, es lo menos que puedo hacer por ella, que la voy a amar hasta el último día de mi vida y que espero, de verdad espero y creo, que en algún momento ella y yo vamos a volver a estar juntas. Esta lucha es por ella y por todas esas niñas y mujeres asesinadas en este país. Espero algún día, y si dios no me lo permite, pero espero que algún día no haya ni una más", responde con una indudable firmeza y amor a la pregunta expresa sobre qué le diría este día a Fátima.

Yo lo parí a la vida, él me parió a la lucha

La violencia contra activistas también ha dejado a madres sin sus hijos. Según la Red Todos los Derechos para Todas y Todos, 21 defensores fueron asesinados en el 2019, y se le suman 4 más hasta abril de 2020.

El 26 de octubre de 2011, Carlos Sinuhé Cuevas Mejía fue asesinado a balazos cerca de su casa en Topilejo. Sus familiares y amigos han señalado que su asesinato fue una ejecución extrajudicial y han pedido que una de las líneas de investigación sea su activismo debido a que ya había recibido amenazas por su actividad política.

Carlos era tesista en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, participó en la huelga universitaria por la educación gratuita y pública entre 1999 y el 2000. Exigió justicia por los estudiantes mexicanos asesinados en Sucumbíos, Ecuador, acompañó en su lucha a los trabajadores de Luz y Fuerza en 2009, así como a los pueblos de San Juan Copala de Oaxaca y de San Salvador Atenco, y era miembro de la Coordinadora de Movimientos Estudiantiles y Políticos Nuestra América. Sin embargo, el entonces gobierno de la Ciudad de México, encabezado por Miguel Ángel Mancera, lo criminalizó y no realizó las investigaciones correspondientes.

A 8 años y casi 7 meses de su asesinato, su madre, María de Lourdes Mejía ha atravesado la indolencia de autoridades, incluyendo la de Perla Gómez Gallardo, expresidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), quien se negó a hacer una recomendación a la Procuraduría General de Justicia capitalina pese a la obstaculización e irregularidades en las investigaciones y a la revictimización que sufrió la familia, entre otras cosas.

Hasta el momento y gracias a la incansable lucha de Lourdes, se ha logrado formar una comisión de expertos independientes para que se realice una investigación independiente en la ejecución de su hijo. El pasado 4 de marzo, la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México y el Poder Judicial capitalino ofrecieron una disculpa pública a la familia de Carlos Sinuhé Cuevas Mejía por las omisiones, pero Lourdes está convencida que eso no implica que ya se les haya otorgado justicia.

Con un tono de resignación, Lourdes dice que en estos días no tiene de otra que estar encerrada en casa debido al confinamiento forzoso por la COVID-19. Ella está acostumbrada a salir todos los días de casa, para revisar cómo va su caso o para apoyar a quien lo necesita. Lourdes es una de las madres que ha decidido acompañar a otras mamás y familias que atraviesan el mismo dolor que ella, camina con ellas para hacer suyo el dolor de otras, pero también para colectivizar el amor por quienes ya no están o aún buscan.

Es así que desde que no tiene consigo a Carlos, Lourdes ha hecho de este día otro de esos momentos de acompañamiento: "Es muy doloroso el día 10 de mayo, no tener a mi hijo. Normalmente pues estos años lo he 'celebrado' - no sé si se puede decir - yendo a las marchas del 10 de mayos de los desaparecidos, de todas esas madres que vienen de todo el país para conmemorar ese día y denunciar todo lo que estamos pasando, como madres de muertes, de desaparecidos, de feminicidios...".

Foto: Especial

Lourdes relata que cuando Carlos era pequeño era muy tímido y estudioso, que incluso una vez le dieron una beca por su desempeño escolar, pero que él le pidió que sólo aceptara la beca para dársela a un compañero que vivía con su abuelita en una situación muy precaria, no porque Carlos no la necesitara, sino porque sabía que su compañero la necesitaba aún más. Fue entonces el atisbo de lo que sería la juventud de Carlos, un continuo trayecto de solidaridad.

Con la misma emoción y orgullo, hoy Lourdes le dedica un mensaje a Carlos:

"Decirle que lo amo, que lo quiero y que voy a seguir luchando. Eso que me dijo, 'yo no quiero una madre chillona, yo quiero una madre chingona'. Yo no sé si sea chingona o si lo llegue a ser algún día, pero de que voy a chingar por justicia, por él y todos sus compañeros, y hasta por los que no fueron sus compañeros, pero por justicia, por todas esas madres, padres, hermanas hijas, hijos, que están luchando por justicia, porque este país no esté tan mal (...) porque yo lo parí a la vida y él me parió a la lucha".

No he usado el último regalo del 10 de mayo de mi hijo, es un recuerdo

Ser joven también es un factor de riesgo en México, donde el asesinato es la principal causa de muerte entre los jóvenes, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía. Del 2007 al 2018, 59 mil jóvenes fueron asesinados en el país.

Uno de esos 59 mil jóvenes es Luis Roberto Malagón de Gaona, quien fue brutalmente golpeado al interior de Ciudad Universitaria el 18 de agosto de 2017. Cinco días después murió en el hospital. Han pasado 996 días desde que María Victoria de Gaona, mamá de Luis, lo vio con vida por última vez. Ese viernes 18 de agosto, Luis salió temprano rumbo a la Facultad de Derecho de la UNAM, donde cursaba el quinto semestre. Ella lo vio contento y se despidió de él con la certeza de que al salir de la escuela se iría a trabajar en un estacionamiento y luego volvería a casa con su familia.

A partir de la llamada que recibió María Victoria a las 12 de la noche para avisarle que su hijo estaba en el hospital, la abordaron la angustia, desesperación e incertidumbre al no entender qué sucedía. Fue hasta que su hijo falleció y tras exigir que se le hiciera la autopsia, que ella y su esposo supieron que a su hijo mayor lo golpearon y lo ahogaron, además de tener quemaduras en la espalda.

Foto: Especial

Al día de hoy no hay justicia para su hijo, así que para ella cada día es más triste. Por esto, ella asegura que "desde que me quitaron a Luis, los 10 de mayo son horribles" y revela que conserva el último obsequio que le dio Luis el Día de las Madres, mismo que le compró con lo que ganó en el estacionamiento: "Tengo un juego de sartenes que mi hijo me lo regaló, hasta hoy en día no lo he ocupado porque es un recuerdo de mi niño. Y no nomás es el 10 de mayo como usted dice, esto es todos los días".

Seguramente, por lo que me dijo María Victoria, este día fue a visitarlo al panteón para dejarle flores y platicar con él, aunque ella aclara que "con lo único que una platica es tierra, ahí no está mi hijo". Antes de colgar el teléfono y de decirme que buscaría algunas de las fotos de Luis Roberto, María Victoria me confía su más grande deseo este día:

"Me gustaría abrazarlo, y donde quiera que esté, que nunca se le olvide que yo lo amo, que yo lo extraño, que espero si un día lo vuelvo a ver, pedirle perdón por si me porté mal. No supe defenderlo cuando me necesitó, no pude hacer nada, ni justicia hay para él. Donde quiera que esté Luis, él sabe cuánto lo quiero, cuánto lo quise".

Lo menos deseable e impensable para una madre es que sus hijos e hijas fallezcan antes que ella. Y si esto sucede, lo menos trágico sería que fuera por muerte natural. Sólo entonces, quizá podrían enfrentarse al duelo a su propio tiempo, pero cuando la pérdida de un hijo o hija es a causa de la violencia e injusticia cometida por particulares y por el Estado contra ellas y ellos, no hay forma posible de superarla.

Puedes escuchar los testimonios completos de Lidia, Lourdes, Lorena y María Victoria en el siguiente video.

Portada: 
Lidia Florencio / Foto: Luz María León
Lorena Gutiérrez / Foto: Cuartoscuro
Lourdes Mejía / Foto: Cristina Rodríguez 
María Victoria de Gaona/ Foto: Alicia Fernández 

La Ley Minera del ministro Javier Laynez - Perspectivas
Atrás La Ley Minera del ministro Javier Laynez - Perspectivas
Dr. Gady Zabicky Sirot: la psique... el alma humana / La resiliencia
Siguiente Dr. Gady Zabicky Sirot: la psique... el alma humana / La resiliencia
Entradas Relacionadas

Escribir comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *