Alejandro Saldaña Rosas
Sociólogo. Profesor investigador de la Universidad Veracruzana
Twitter: @alesal3 / Facebook: Alejandro Saldaña
Un día histórico
La historia registrará un antes y un después del 1º de julio de 2018. Este día será recordado durante muchos años como una jornada verdaderamente histórica, un parteaguas en la vida política del país que tendrá contundente incidencia en las biografías de millones de mexicanas y mexicanos en las próximas generaciones. El dato no es menor: hay fechas que se inscriben en nuestras vidas, para bien y para mal, como tatuajes perennes que marcan incluso a generaciones posteriores. El 1º de julio es un día histórico por cuanto el mandato popular indica un viraje radical en la conducción de los destinos del país: ese giro define, desde ya, el horizonte a futuro de las próximas generaciones.
El 1º de julio de 2018 será recordado por futuras generaciones como el día que inició en México la cuarta gran transformación del país. Este proceso se distingue de los anteriores por su carácter pacífico, pese a la guerra sucia y el fraude electoral. Es una fecha histórica por varios motivos: en primer lugar por la enorme cauda de votantes que desde temprana hora acudieron a las casillas y con ello el abstencionismo fue derrotado contundentemente; en segundo lugar porque el régimen de privilegios orquestó la guerra sucia y el fraude electoral y no logró imponerse por sobre la voluntad ciudadana; en tercer lugar por el cambio radical en la composición política electoral en México, con MORENA como el gran triunfador en la elección; en cuarto lugar y derivado del triunfo de MORENA, por la integración del Congreso en el que el partido más joven quizás obtenga la mayoría; y finalmente porque esta vez sí se ha reconocido el inobjetable triunfo de Andrés Manuel López Obrador, quién ha ganado posiblemente con más del 50% de los votos.
Las elecciones fueron todo menos un proceso que transcurrió con normalidad. En las semanas previas cientos de candidatos y líderes políticos fueron asesinados (https://www.animalpolitico.com/2018/06/candidatos-politicos-asesinados/), millones de pesos en efectivo que iban al PRI fueron decomisados (https://www.animalpolitico.com/2018/06/pri-decomiso-millones/), los programas sociales se usaron como moneda de cambio electoral, la entrega de despensas a cambio de credenciales fue evidente, miles de boletas fueron robadas, en fin, los delitos electorales hicieron que la de ayer fuera una jornada plagada de violaciones a la normatividad electoral. Una jornada así no puede ser normal y nunca deberá de repetirse. El triunfo de AMLO y de MORENA deberá ser también el de la refundación de las instituciones electorales: el 1º de julio el INE y su inefable presidente, Lorenzo Córdova, también fueron derrotados por la votación masiva: el fraude no fue suficiente.
Afirmar que el fraude “no les alcanzó” es la contumaz evidencia de la frágil democracia mexicana: magullada por la corrupción, por la debilidad institucional y por la presencia inocultable de poderes fácticos que se resisten a admitir que el viento ahora sopla en otra dirección. Las fórmulas y esquemas de coacción que durante muchos años les dieron “resultados” (fraudulentos) ahora a todas luces fueron ineficaces y hasta ridículos. México es otro, aunque no lo acepten los y las líderes “populares” que durante decenas de años se enriquecieron a la sombra del PRI y sus “organizaciones” corporativas: CROC, CTM, CNOP, CNC… y muchas más de infausto recuerdo. Si de algo podemos estar seguros es que los membretes que antaño cobijaron la corrupción, la impunidad y el tráfico de influencias, a partir del 1º de julio son cascarones vacíos. Hemos dicho adiós al PRI(AN) y sus caducas organizaciones. Adiós a los asesinos.
Pese a todo, el fraude no fue suficiente para doblegar la voluntad de millones de mexicanos que decidimos cambiar el rumbo del país: México es otro, porque este país no es aún lo que puede y merece ser. México sigue siendo un proyecto, robustecido por la esperanza del resultado de las elecciones del 1º de julio. Este día histórico será memorable porque no solamente se trató de una elección presidencial, ni para cambiar legisladores, gobernadores, presidencias municipales o congresos locales. No, ha sido una elección para cerrar el ciclo iniciado hace treinta años con el fraude de 1988 y abrir una nueva etapa en la vida de nuestro querido y mancillado país. El saldo arrojado por el neoliberalismo implantado a rajatabla en los últimos treinta años en México no deja lugar a dudas: brutal incremento de la pobreza, pérdida de soberanía, criminal devastación ambiental, absurdo crecimiento urbano, ruina de la principal empresa nacional
(PEMEX), privatización de empresas estratégicas (teléfonos, banca), mínimo crecimiento económico, exclusión social, déficit en la balanza comercial, enorme endeudamiento público, más de 200 mil asesinados, más de 40 mil desaparecidos, etc.
AMLO llega a la presidencia con un enorme bono democrático que le permitirá impulsar la cuarta gran transformación del país. A reserva de los resultados del conteo final, López Obrador alcanzó más del 50% de la votación total, que tal vez sea cercana al 70% del padrón, y en todas las regiones electorales fue el indiscutible triunfador. Su arrastre le ha permitido el triunfo de los candidatos de la Coalición Juntos Haremos Historia en los estados de Tabasco (Adán Augusto López), Ciudad de México (Claudia Sheinbaum), Morelos (Cuauhtémoc Blanco), Chiapas (Rutilio Escandón), Veracruz (Cuitláhuac García) y probablemente también en Puebla (Miguel Ángel Barbosa). Asimismo las y los candidatos a diputados y senadores de MORENA y sus aliados serán la mayor fracción parlamentaria en ambas cámaras, sin que al parecer logren la mayoría absoluta.
El gran derrotado, a qué dudarlo, es el PRI y particularmente Enrique Peña Nieto. Esta elección fue un referéndum: adiós al PRI. Es un día histórico.
