En febrero se cumplieron años de los asesinatos de Gustavo Salgado y Samir Flores, ambos en el estado de Morelos. A inicios de año, Teódulo Gorostieta -líder de autodefensas en Veracruz- y Fidel Heras, defensor comunitario en Oaxaca, también fueron asesinados. Estos crímenes no fueron hechos aislados, son una constante en México y forman parte del exterminio selectivo permanente hacia activistas sociales, defensores comunitarios y de derechos humanos, entre otros.
Opinión de Pietro Ameglio, profesor de la UNAM, miembro de SERPAJ-Morelos y del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.