Respuesta a la carta de Alejandro Caballero

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Juan Alberto Cedillo

 

Alejandro:

 

Te agradezco mucho que hayas escrito la carta después de tu renuncia a la revista Proceso. Gracias a ella, ahora me queda clara tu actitud y “criterio” editorial ante mi trabajo y otros colegas de la revista.

 

Como recordarás, durante años ejerciste en el portal de la revista una férrea censura y manipulación sobre mis notas, reportajes exclusivos para la página e investigaciones históricas que intenté publicar.

 

Aún tengo el correo que me compartió Juan Pablo Proal con tu instrucción de no publicar mis notas. Confieso que durante mucho tiempo me desconcertó tu actitud y en algún momento pensé que era una orden de la dirección de la revista.

 

Desde mi punto de vista, tu censura sistemática y tu decisión de no publicar notas sobre la violencia en Tamaulipas, en la peor época de la inseguridad en ese estado, nos afectó como medio informativo.

 

Como sabes, la anterior corresponsal de Proceso fue secuestrada por el Cártel del Golfo (CDG) junto con sus dos pequeñas hijas y su madre. Por fortuna, fue liberada, pero tuvo que abandonar el estado con la orden de dejar de publicar información sobre Tamaulipas.

 

Cuando me integré a Proceso en esa época, el CDG y los Zetas ya estaban divididos y habían decretado una censura sobre los periodistas para que no se publicara nada que ellos no autorizaran. Debido a esa amenaza, Tamaulipas se transformó en una “zona del silencio”, y como Proceso fue el único medio que no respetó la censura, la mayoría de mis notas y reportajes fueron publicados sin firma.

 

En esos momentos, casi toda la información sobre la violencia en Tamaulipas era muy leída y compartida, porque además éramos los únicos que reportábamos desde el estado. A pesar de ello, dejaste de publicar notas y reportajes sobre enfrentamientos o personas desaparecidas, y sobre las terribles masacres en esa región. Cuando te lo reclamé, fuiste enfático en señalar que tú eras el jefe de la página y por ello tú decidías qué publicar. No te importó la implicación que tenía el hecho de no acatar la censura impuesta por los Zetas, es decir, no te importó que, en ese tiempo, redactar una simple nota ponía en riesgo mi vida. De hecho, en varias ocasiones me firmaste notas, fotos y reportajes, aunque ya te había explicado que, por seguridad, no debían firmarse.

 

Uno de los reportajes para la página web que te negaste a publicar versaba sobre la guerra que comenzaron los grupos criminales para controlar las redes sociales. Ocurrió cuando asesinaron a la bloguera “Nena de Nuevo Laredo” y a @miut3, quien publicaba en Twitter; pusieron precio a la cabeza del administrador de la página de Facebook “Valor por Tamaulipas”, y pagaron para conocer la identidad del corresponsal de Proceso en ese estado.

 

Censurabas o publicabas cuando no debías, sin un criterio estructurado, cuidadoso y racional. Tu censura en mi contra se extendió incluso a las investigaciones históricas relacionadas con mi libro “Los Nazis en México”. Debido a ello, tuve que publicar esas notas en el Portal “Enlace Judío”, a pesar de que fueron hechas para Proceso; y en ese sentido, una vez más, afectaste a la revista.

 

Cansado de mandar notas por iniciativa que no se publicaban, decidí mandar sólo lo que continuamente me solicitaban. Poco tiempo después, el director Rafael Rodríguez Castañeda me llamó para reclamarme por la baja en mi productividad, lo que me dio oportunidad de denunciar tu censura. Le informé que tenías al menos cuatro reportajes para el portal que no publicaste, entre ellos uno sobre la corrupción en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), antes que se destapara la “Estafa Maestra”, ya que alumnos y profesores contactaron a la revista para denunciar diversos ilícitos de las autoridades universitarias.

 

Supe que después el director te llamó y que fuiste sancionado por tu censura arbitraria con una suspensión de tres días.

 

Con la publicación de tu carta contra la revista Proceso, tus criterios sobre mi trabajo y, posiblemente, el de otras y otros colegas, quedaron claros. En tu misiva, falseas información y emites juicios y descalificaciones contra colegas de Proceso con los que compartiste espacio y trabajo durante 21 años, a quienes, mientras estuviste ahí, no les decías lo que ahora publicas.

 

No hace mucho tiempo empezaste a escribir “reportajes” sobre Tamaulipas para la revista. Sorprenden tus descalificativos a periodistas como José Gil Olmos o el director Jorge Carrasco, cuando lo que escribes son simples “refritos” de información ya publicada. No contiene un sólo párrafo que aporte algo nuevo. ¿Qué autoridad moral o periodística tienes para descalificar a colegas o a la revista que por 21 años te cobijó?

Pretender desprestigiar visceralmente a colegas y a la revista Proceso, como lo haces en tu misiva, te retrata de cuerpo entero.

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