¿Qué hacer ante el incremento de la violencia contra las mujeres?, Silvia Federici

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Érika Paz

Asesora parlamentaria en temas de comunicación

Co-conductora del programa Jaque al Rey

Twitter: @paz_eri

 

 

 

 

 

¿Qué hacer ante el incremento de la violencia contra las mujeres?, Silvia Federici

 

 

¿Cómo resistir el incremento de la violencia que impacta de forma específica a las mujeres de todo el mundo?, ¿presenciamos una nueva cacería de brujas?

En torno a estas preguntas giró la conferencia de la filósofa y feminista italiana Silvia Federici, impartida la tarde del sábado en el Centro Vlady de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, al que acudieron decenas de decenas de mujeres en su mayoría capitalinas, estudiantes y académicas para escuchar a la autora de Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria.

Con base en la tesis principal de esta obra emblemática, Federici explicó la crueldad de la violencia impactada en los cuerpos de las mujeres como un intento de aterrorizarlas, a ellas y a las sociedades a lo largo de la historia. La cacería de brujas acontecida entre los siglos XVI y XVII fue una estrategia para estigmatizarlas como una amenaza para las sociedades, como un peligro para los niños y hombres e incluso para otras mujeres, que destruyó la solidaridad entre ellas y fue la base para construir un modelo de mujer que aceptara la reproducción como única forma de ocupación.

A la par de esta persecución –sin precedentes– a las mujeres, se instauró el capitalismo como sistema económico y social que, como en su momento explicó Marx a través del concepto de acumulación originaria, “desempoderó” no sólo a las mujeres, sino también a poblaciones enteras a partir de la expropiación de los medios de producción y la desvalorización de su trabajo.

La dependencia económica y social de las mujeres en el capitalismo a través de la división sexual del trabajo y de la percepción de salarios mucho menores respecto de los hombres les ha otorgado a estos “la facultad de supervisar el trabajo (remunerado y no remunerado) de las mujeres”, facultad a la que le son inherentes las violencias doméstica y económica.

Actualmente, sostuvo la escritora y activista, asistimos “a un nuevo punto central de acumulación originaria”, en primer lugar, observamos cómo desde la década de 1960 el sistema económico actual logró apropiarse de las luchas campesinas, obreras y estudiantiles, así como de la lucha feminista una década después, a través de organismos internacionales derecho-humanistas, que han intentado hacerlas compatibles con el capitalismo y mantener lo más barato posible el costo de la producción y de la reproducción.

La globalización de la economía capitalista y la implementación de la política extractivista a través del despojo, de la privatización de los recursos naturales, de la tierra, el agua, –el petróleo, la energía eléctrica e incluso del aire–, así como de la implantación de grupos paramilitares en regiones estratégicas, ha desplazado de manera sistemática y expulsado masivamente a la población de sus territorios en países del tercer mundo, como ha ocurrido en América Latina.

En segundo lugar participamos de una reestructuración de la reproducción de la vida. Por un lado, se abre la posibilidad y existe la necesidad de que las mujeres accedan al trabajo asalariado y, por otro, se recortan (o aniquilan) los servicios sociales (acceso a salud, educación, vivienda) que dificultan la reconciliación del trabajo remunerado con el trabajo de la reproducción, tensionando las relaciones familiares como consecuencia de la precarización laboral.

Ante este panorama ¿podríamos decir que estamos viviendo una nueva cacería de mujeres?

Si bien el aumento de la violencia es generalizado y afecta a hombres y mujeres, es preciso puntualizar que impacta de forma específica a las mujeres, a quienes se les violenta sólo por el hecho de ser mujeres, explicó Silvia Federici.

No obstante, el aumento de la violencia contra las mujeres va acompañado de un alto nivel de impunidad, ante la omisión del Estado para frenar esta problemática. Asimismo, advertimos de la constante división entre hombres y mujeres en una amplia gama de industrias culturales y de nuevas iglesias pentecostales que en sus mensajes criminalizan a las mujeres por ejemplo, y las representan como peligrosas a los hombres.

Ante este contexto generalizado, Silvia Federici propone, como una forma de resistencia posible, identificar qué políticas públicas nos son útiles para frena la violencia. No se trata, sin embargo, de pedir algo al Estado sino de que las mujeres se reapropien de la organización del Estado y tengan la capacidad de articular las demandas de su lucha.

Entre otras vías de resistencia se encuentra la búsqueda “de formas más autónomas de sobrevivencia, de reapropiarnos de los bienes materiales” y colocar en el discurso político condiciones materiales de la vida de las mujeres, como fuentes de riqueza.

Al respecto Federici recordó que, en Sudáfrica en la década de 1990, “muchas mujeres sobre todo mayores, fueron quemadas como brujas”. Una de las explicaciones de este fenómeno señalaba que se atentaba contra la vida de las ancianas porque no generaban riquezas, no se contaba con recursos para su sustento “y cuando el gobierno impulsó una pensión para las adultas mayores el número de ataques a mujeres ancianas descendió casi en su totalidad, la comunidad y la familia cambió su percepción acerca de ellas al percibirlas como personas con recursos”.

Por otro lado, se encuentra la reconstrucción del tejido social y de la economía de los barrios, de las ciudades y de las comunidades y pueblos en las zonas rurales. Asimismo, es necesario encontrar las maneras de crear redes de defensa de derechos de las mujeres, la reapropiación de las calles, el re-conocimiento del lugar y de la gente que las habita.

Y para ello se requiere “el apoyo y se espera la movilización de los hombres en contra del patriarcado y sus formas de violencia, necesitamos a millones de hombres como a millones de mujeres para enfrentar y poner freno a la violencia, si las mujeres históricamente siempre han apoyado las luchas de los hombres (revoluciones, luchas obreras y campesinas o por la consecución de derechos políticos y sociales) es momento de que los hombres apoyen la lucha feminista en pleno respeto de las condiciones que ellas establezcan”, concluyó.

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