No vivimos una crisis migratoria sino de solidaridad

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Michael W. Chamberlin

Rompeviento TV 7 de septiembre de 2021

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera.

 (Pablo Neruda)

Chiapas nuevamente es noticia, pero ahora por las caravanas de migrantes que desafortunadamente están siendo perseguidas por autoridades de Migración y de la Guardia Nacional. Estos reprobables eventos resultan paradójicos en muchos sentidos.

La primera paradoja es que tales autoridades advierten que su papel es otorgar “protección humanitaria” a la vez que les persiguen, les golpean, les detienen contra su voluntad, les amenazan y en no pocos casos les deportan sin considerar los riesgos que corren en los países de origen. Nadie puede ser rescatado contra su voluntad. Ésta es una flagrante violación a derechos humanos que no responde a casos aislados, sino a una política deliberada de contención del flujo migratorio hacia el norte.

La segunda es que se anteponen los intereses de los Estados Unidos a los derechos de las personas más vulneradas, aquellas que se ven forzadas a dejar sus hogares y sus culturas, cada vez más por razones de persecución además de extrema pobreza. Contrasta la política migratoria de inicio de este sexenio que abrió las puertas de manera ordenada a la migración, otorgándoles visas humanitarias para permanecer en territorio nacional mientras regularizaban su situación. En ese empeño se llevaron a cabo con el apoyo de ACNUR programas de inserción de esta población migrante en diversas ciudades del país.

La tercera incongruencia es que lejos de generar una migración ordenada, la población migrante desconfía y rehúye de la autoridad porque, por un lado, los largos trámites provocan hacinamiento en los confinamientos de la frontera sur a la que llegan todos los días cientos, si no miles, de migrantes y solicitantes de asilo, y por el otro, si salen de Tapachula son objeto de persecución por las autoridades migratorias y del Ejército en su uniforme de Guardia Nacional.

La cuarta paradoja es que lejos de detener el flujo migratorio, el maltrato y la persecución de las autoridades arrojan a la población migrante a los brazos de las redes de trata que mes con mes generan millones de dólares por llevar a los migrantes del otro lado de la frontera norte. Quien pueda pagar se evitará las molestias de pasar por la frontera sur, quien no pueda pagar será detenido y deportado o secuestrado, extorsionado y/o asesinado por el crimen organizado, en algún punto de la geografía nacional. El simple hecho de que las cifras de migrantes se hayan triplicado en el 2021, deja mucho que decir del éxito de la política de detenciones en la frontera sur.

La quinta es que mientras por un lado se afirma que en México ya no se violan derechos humanos, por el otro, las políticas migratorias de detención alineadas entre México y Estados Unidos provocan, por acción de autoridades o de criminales, actos de secuestro, extorsión, tortura, trata, detenciones arbitrarias, ejecuciones y desapariciones forzadas en contra de la población migrante.

Las obligaciones de derechos humanos que tienen los Estados son: respetar, lo que significa que se abstendrán de cometer por sí actos contrarios a los derechos humanos; proteger, que implica que terceras personas tampoco puedan transgredirlos; y garantizar, que se concreta en las condiciones institucionales y normativas para el libre ejercicio de todos los derechos. Si alguna de estas obligaciones está ausente se generarán análisis parciales de la realidad y contradicciones como las que hemos presenciado esta última semana entre el discurso y los hechos, amén de las responsabilidades internacionales que se deriven.

La sexta paradoja es que mientras se afirma que la solución al problema migratorio necesita un acuerdo internacional, el respeto a los derechos de los migrantes y la protección de redes de trata necesita únicamente de políticas nacionales congruentes a cada lado de la frontera.

El procurador de justicia de Estados Unidos y el Departamento de Justicia y de Seguridad Interna (Homeland Security) han creado la “Fuerza de Tarea Alpha” para investigar y detener las redes de traficantes de personas. Desafortunadamente, estas operan sobre todo al sur de su frontera y a lo largo de México y Centroamérica, donde no tienen jurisdicción, pero, además, como parece que ya he dejado claro, las políticas de persecución sólo agravan el problema. Del lado mexicano ni siquiera se habla de las redes de trata de migrantes. Lejos de perseguirlas y desmantelarlas, se les incentiva por medio de las políticas de contención y persecución a migrantes. La investigación de redes de criminalidad con fines penales y las políticas públicas diseñadas con perspectiva de derechos humanos, diluyen las oportunidades para el crimen organizado y el común.

Por último, una séptima paradoja que lo resume todo. Mientras México es un país de migrantes con una quinta parte de su población en Estados Unidos, nuestro trato a las personas de otras nacionalidades en la misma situación es xenofóbico e intolerante. La historia de la humanidad es una de migración; en realidad no vivimos una crisis migratoria sino de solidaridad.

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