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No lo merecemos (Margensur)

Alejandro Saldaña Rosas

Académico. Director de Desarrollo Económico del H. Ayuntamiento de Xalapa, Ver.

Twitter: @alesal3 / Facebook: Alejandro Saldaña

 

 

 

No lo merecemos

 

Ninguna mexicana, ningún mexicano, merecemos llegar al año 2018 en estas condiciones de violencia, inseguridad, pobreza, corrupción, impunidad y cinismo. No lo merecemos.

Tan solo en Veracruz y en los últimos días el registro de muertos y desaparecidos es inaceptable. El sábado 13 de enero fueron encontrados 9 cuerpos destazados dentro de una camioneta estacionada en una de las principales calles de Xalapa. Un día antes en la misma ciudad una persona fue arrojada desde un vehículo y asesinada a balazos, justo enfrente del edificio del Poder Judicial. Unos días antes en el sur del estado de Veracruz, en Sayula de Alemán, las cabezas de cuatro personas fueron dejadas en el cofre de un automóvil. En la primera semana del año, cinco cabezas aparecieron en el cofre de un taxi en Tlacotalpan. El horror se ha apoderado de Veracruz, mientras el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares se enfrasca en un estéril y absurdo pleito declarativo con el dirigente de MORENA Andrés Manuel López Obrador. El territorio veracruzano es sometido a la violencia de los cárteles, sin que haya poder alguno capaz de frenar la escalada de barbarie. No lo merecemos. No merecemos vivir en medio del temor y la indefensión al tiempo que los responsables de la seguridad se solazan en riñas infantiles o en fútiles devaneos sobre el precio de relojes y banalidades similares.

No merecemos seguir enfrascados en guerras perdidas de antemano. La legalización de las drogas es una acción urgente, prioritaria y estratégica.

Tampoco merecemos vivir con el salario más bajo de los países miembros de la OCDE. No lo merecemos por muchas razones, entre otras porque en nuestro país se trabaja mucho más que en otros pero la precariedad del trabajo y la debilidad de las instituciones hacen que los esfuerzos de millones de personas tenga repercusiones acotadas y tangenciales. Y no lo merecemos porque la mexicana es la economía número 11 del mundo, con una clara tendencia para estar dentro de las 10 más grandes y dinámicas. No es posible que un país de las dimensiones y capacidades de México tenga cerca de 60 millones pobres, al mismo tiempo que cuenta con uno de los hombres más ricos del mundo. No merecemos vivir en medio de la pobreza y la ignorancia, habida cuenta las potencialidades, recursos y capacidades del país.

No merecemos las pre-campañas políticas en curso. Que un sicario de la política como Juan José Rendón ocupe un lugar destacado en los albañales de las campañas electorales es algo que no merecemos. El golpeador y violento venezolano que se hace pasar por “consultor político” es el orquestador de campañas de odio en varios países de la región, México incluido. J.J. Rendón está detrás de las pintas en bardas en calles de Venezuela para, pretendidamente, vincular a López Obrador con el gobierno del país sudamericano. Risible la estrategia, sin duda, al punto que en las redes sociales fácilmente se le dio la vuelta con pintas a favor de AMLO en La Casa Blanca, la Muralla China, la Torre Eifel y hasta en la misma luna. No merecemos que un “consultor” experto en tirar mierda cobre millones de pesos por tensar las de por sí tensas relaciones políticas en el país.

De manera particular, no merecemos que se gasten miles de millones de pesos en campañas electorales cuyo desenlace está cantado de tiempo atrás: el fraude, o al menos el intento de cometerlo. No merecemos instituciones venales como el INE y sus consejeros a modo (paleros), ni como la FEPADE que permite la compra del voto a través de tarjetas bancarias y otras medidas igualmente tramposas. No merecemos otro fraude más, y no lo vamos a permitir.

No merecemos las llamadas “reformas estructurales” y la cauda de verdades a medias y mentiras completas con que fueron soportadas. Ni la reforma educativa, ni la energética, ni la laboral, vamos, absolutamente ninguna. Porque ninguna “reforma estructural” se aproxima a las bondades cacareadas por sus apologetas y por sus mascotas aplaudidoras que les acompañan siempre. Las reformas se han traducido en inflación (a mayor costo de las gasolinas, mayores precios de los productos), pobreza y hambre. No, no lo merecemos.

No merecemos que la información política esté en manos de empresas de comunicación cuyos “periodistas” son campeones en el antiguo oficio de procurarse el chayote. Como tampoco merecemos candidatos presidenciales que Mamenazan a portales informativos de investigación con llevarlos a tribunales por difamación. Como si tuvieran un “buen nombre” que proteger. No, no merecemos que se premie el caravaneo y la mentira y se castigue al periodismo de investigación.

No merecemos un sistema de salud completamente diezmado, frágil, incapaz de dar respuesta a las enormes necesidades de la población. Los encomiables esfuerzos de médicos y médicas, enfermeras y enfermeros, personal de apoyo y demás personas implicadas en la tarea de dar salud a la población, son insuficientes. Porque el problema no está en “echarle ganas” sino en el quiebre provocado de las instituciones avocadas a la salud: IMSS, ISSSTE, Secretaría de Salud, entre otras.

No merecemos a líderes sindicales de rancia estirpe, voraces fauces y turbio prestigio. No merecemos a los Romero Deschamps (petroleros), los Flores Morales (ferrocarrileros), los Rivapalacio (Infonavit) o los Hernández Juárez (telefonistas). No merecemos el control sobre sus agremiados, tampoco la subordinación a los gobiernos en turno ni los ingentes privilegios derivados de su corrupto cargo. En la medida en que viven de recursos públicos, son –o deberían serlo- objetos de escrutinio y sanción.

No merecemos el desastre de país que hemos heredado. No, no lo merecemos.

El problema es que no se trata de merecimientos, sino de la defensa de nuestros derechos. En esta tesitura, puede ser que sí merezcamos que la muerte, el miedo, la pobreza, la corrupción, la ignorancia y el cinismo se acomoden fácilmente en nuestras vidas.

No lo merecemos, pero sí está es porque no hemos hecho lo suficiente para merecer algo mejor.

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