Mujer y futbolista, una posición política

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Marta Vierira da Silva, brasileña, elegida seis veces como la mejor futbolista del Mundo, embajadora de la ONU para eliminar el sexismo en el deporte y quien renunció a portar una marca comercial en sus botas para demandar igualdad sustantiva con el símbolo “igual”, y la estadounidense Megan Rapinoe, ganadora del Torneo del Mundial Femenil de Francia, del Balón de Oro como mejor jugadora del campeonato y de la Bota de Oro como máxima goleadora con seis anotaciones,  llegaron para informarle al mundo que ser mujer y ser futbolista implican una posición política en el mundo. Ellas, junto con decenas de jugadoras más, desmontan la barrera que separa el ámbito deportivo del ámbito político.

 

¡Igualdad salarial! ¡Igualdad salarial! entre futbolistas hombres y mujeres es la batalla que lideran Rapinoe y Vieira da Silva fuera de la cancha. Y es que no es un asunto menor que la bolsa del Mundial masculino de 2018 fuera de 400 millones de dólares en tanto que la de las mujeres este año fuera de apenas 30 millones, es decir ¡ellas ganan tan sólo el 7.5% de lo que ganan los hombres en la justa mundialista! Una diferencia abismal...

 

Pero es sabido que no sólo es un asunto monetario, también simbólico: a las deportistas se les designan los peores horarios de entrenamiento en la cancha, la piscina, el cuadrilátero o el tartán, no obtienen los mismos incentivos que sus homólogos futbolistas, reciben poco interés por parte de sus Selecciones o los comités de deporte olímpico nacionales para buscar proyección en los principales medios de comunicación y en los horarios de mayor rating.

 

Sobre el futbol, muchos dirán que es más rentable el varonil que el femenil y lamentablemente es cierto, pero esta situación obedece a diferentes factores. Si revisamos la historia del deporte encontramos que su origen es relativamente reciente (siglos XIX y XX), fue creado como un espacio exclusivo de los hombres, que privilegia la fuerza corporal y la actividad física, un espacio del que las mujeres fueron excluidas de forma explícita.

 

Aún hoy se justifica la discriminación, segregación y marginación de las mujeres atletas con base en argumentos sobre las diferencias anatómicas que intentan (sin conseguirlo) demostrar la supuesta debilidad física de las mujeres en los deportes de alto rendimiento, pero sobre todo se alude a interpretaciones sexistas sobre lo que cultural y socialmente se considera propio de las mujeres y propio de los hombres.

 

Del futbol, sabemos que fue ideado para los hombres por los hombres durante el proceso civilizatorio y de pacificación de las relaciones sociales que dio pie a la invención del deporte de contacto o de combate, como método catártico de la violencia. Esto también se ha modificado (de a poco) gracias a la persistencia de mujeres que han desmontado estereotipos y demostrado que no se juega como hombre o como mujer o niña, se juega como futbolista y atleta de alto rendimiento.

 

Quizá, que el deporte fuera construido como un coto masculino de la modernidad para encauzar la expresión de la violencia y de la agresividad durante el proceso civilizatorio (Elías 1994), sea uno de los principales factores por el que las mujeres siguen teniendo obstáculos para ser reconocidas en equidad e igualdad frente a los hombres en el ámbito deportivo. Sin embargo, desde mediados del siglo pasado el deporte se ha configurado como un espectáculo mercantilizable sometido a la regulación de instituciones públicas nacionales e internacionales y de los medios de comunicación, cuyos reglamentos y líneas editoriales, en pleno siglo XXI, mantienen prohibiciones hacia las mujeres y reproducen sesgos de género.

 

Por fortuna, la cultura y las sociedades no son estáticas, nos encontramos en constante cambio y en el siglo XXI las mujeres demandan la eliminación de la brecha salarial y de desigualdad en relación con los hombres, un trabajo que también requiere de la intervención de las personas al frente de las instituciones deportivas y de los medios de comunicación, con el fin, por un lado, de lograr la justa y equitativa distribución de los recursos materiales y de las oportunidades, y, por otro, de modificar el tratamiento informativo que las organizaciones periodísticas dan al deporte femenil, con el objetivo de dejar atrás posturas misóginas y segregacionistas que perjudican a las mujeres.

 

Todas las historias detrás del futbol femenil se relacionan con las prohibiciones y la discriminación por género y mientras muchos futbolistas varones eluden dar declaraciones políticas, las mujeres aprovecharon el Mundial Femenino Francia 2019 para plantear problemáticas relativas a sus derechos laborales, se pronunciaron por la no discriminación y por la equidad e igualdad salarial y de oportunidades.

 

La Selección estadounidense demandó judicialmente a su federación por discriminación, las francesas exigieron condiciones dignas para el entrenamiento, práctica y promoción del balompié. La brasileña Marta Vieira da Silva, seis veces Balón de Oro, dedicó un tanto histórico “por las mujeres de todo el mundo, por la igualdad, por el respeto” y se rehusó a portar una marca comercial en sus botas para sustituirlo por el signo de igual (=), Megan Rapinoe, quien también es defensora de los derechos de la comunidad LGBTI+, reprobó públicamente las políticas del presidente estadounidense Donald Trump, así como sus posturas y declaraciones misóginas y racistas.

 

Es un hecho que las futbolistas llegaron para quedarse, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, su Congreso (integrado por 31 hombres y seis mujeres) y sus representantes en las federaciones miembro tienen frente a sí un largo camino para igualar los salarios, las oportunidades para el acceso, desarrollo y crecimiento profesional de las jugadoras. Ello implica igualar la recopilación y número de los datos estadísticos registrados en todos los encuentros del balompié femenil, así como generar un mayor interés en la búsqueda de la equidad en la comercialización de este deporte y, por ende, en las opciones de transmisión de los partidos.

 

Marta Vieira da Silva dijo a las niñas y adolescentes: “El fútbol femenino depende de ustedes para sobrevivir. Piensen en eso. Lloren en el inicio para sonreír al final”.

 

 

 

 

 

 

 

ALGUNOS DATOS

 

Premio Fair Play FIFA: Francia

Premio a la Jugadora Joven de la FIFa: Giulia Gwinn (Ger)

Guante de Oro adidas: Sari van Veenendaal (NED)

Bota de Bronce adidas: Ellen White (ENG), 6 goles

Bota de Plata adidas: Alex Morgan (USA): 6 goles, 3 asistencias

Bota de Oro adidas: Megan Rapinoe (USA): 6 goles, 3 asistencias (los mismos que su compañera de equipo pero con menos minutos disputados)

Balón de Bronce adidas: Rose Lavelle (USA)

Balòn de Plata adidas: Lucy Bronze (ENG)

Balòn de Oro adidas: Megan Rapinoe (USA)

 

 

Mundial Femenil Francia 2019: 24 países participaron, 52 partidos jugados, 146 goles marcados, 124 amarillas, cuatro rojas y 2.8 tantos en promedio por partido.

Entando las estadìsticas del Mundial varonil 2018 son 32 equipos, 64 partidos jugados, 169 goles marcados, 219 amarillas, 4 rojas, y se agregan estadísticas por; 2.6 goles por partido, 49651 pases completos. 3.5 media de tarjetas amarillas por partido, 0.06 rojas, 775.8 promedio de pases por partido.

Facebook: Érika Paz / Twitter: @paz_eri 

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