Minería marina: extractivismo a fondo

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Violeta R. Núñez Rodríguez[1]

 

En el año 1967, el Representante Permanente de Malta en la Asamblea de Naciones Unidas, Arvid Pardo, expresó que “los cálculos más moderados indican que, en los yacimientos de los fondos marinos, se encuentran reservas de manganeso para cuatro mil años, seis mil de cobre, ciento cincuenta mil de níquel y doscientos mil de cobalto, de acuerdo con la tasa mundial de consumo de 1960” (Székely, 1991: 22). Dada esta inmensa riqueza, los fondos marinos fueron declarados como Patrimonio Común de la Humanidad, a fin de “protegerlos”. Este acontecimiento fue incluido en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, conocida como la Constitución de los Océanos. Al respecto, su artículo 136 establece: “La Zona [fondos marinos y oceánicos y su subsuelo fuera de los límites de la jurisdicción nacional] y sus recursos son patrimonio común de la humanidad” (Naciones Unidas, 1982). Sin embargo, este mismo instrumento jurídico incorporó la posibilidad de explorar y explotar los fondos marinos, con fines comerciales. En su artículo 153, se estipuló el “Sistema de exploración y explotación”, cuya responsabilidad recaería en la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en Inglés), encargada de otorgar los contratos a las empresas o naciones que tuvieran ese fin.

 

Pese a que los datos exorbitantes de Arvid Pardo fueron corregidos, reduciendo su cálculo, la riqueza minera en los fondos marinos sigue siendo de enormes proporciones. Sobre esto, el Secretario General de la ISA expresa que el océano profundo contiene “la mayoría de los mismos minerales que encontramos en tierra, a menudo enriquecidos, así como minerales que son específicos del océano profundo” (Lodge, s.f.). Al respecto, en los fondos marinos y oceánicos, indica la ISA en su código de minería, existen diversos yacimientos de minerales marinos: nódulos polimetálicos, sulfuros polimetálicos (SMS) y costras de ferromanganeso (o costras cobálticas), los cuales contienen una gran diversidad minera (véase Cuadro 1). Por su parte, la revista Science documenta que “los nódulos… son abundantes y son ricos en cobalto, un metal costoso importante para muchos productos electrónicos que ahora se extrae en los bosques de la República Democrática del Congo, una zona de conflicto”, y de manera específica, indica que “se estima que la CCZ [Zona de Clarion Clipperton] contiene unos 27 mil millones de toneladas métricas del mineral” (Voosen, 2019). Sobre la CCZ, la ISA señala que “solamente este yacimiento contiene más níquel, manganeso y cobalto que todos los recursos terrestres juntos” (Lodge, s. f.).

 

 

Frente a esta gran riqueza, en el año 2001, la ISA comenzó a otorgar en varios océanos del mundo, en el Pacífico, Índico y Atlántico, contratos a diversas naciones y empresas pertenecientes a varios países (véase Cuadro 2), para la exploración.

 

 

De manera particular, se han otorgado, mediante 30 contratos, 1.3 millones de km2 (130 millones de hectáreas), la mayoría de ellos en la Zona de Clarion Clipperton (véase Mapa 1), cuyo país más cercano es México. Pero estos contratos, hasta el día de hoy, sólo habían sido otorgados para explorar los fondos de los mares y océanos. No obstante, desde el año 2019 se aprobó el Proyecto de reglamento sobre explotación de recursos minerales en la Zona, por lo que muy pronto se pretende tener lista la legislación que posibilite la extracción con fines comerciales. Al respecto, en el Proyecto se declara, como preámbulo, que “la explotación de los recursos de la Zona se realizará en beneficio de toda la humanidad”. Sin embargo, también se indica que los contratos se entregarán por 30 años (además de que se podrá renovar el contrato por periodos no superiores a los 10 años cada uno), a empresas y gobiernos, para explorar y explotar, con derecho exclusivo, la zona que confiera el contrato. Aunado a esto, en los derechos sobre los minerales se establece que “el contratista deberá obtener la legítima titularidad sobre los minerales, una vez extraídos de los fondos marinos y oceánicos y su subsuelo” (Naciones Unidas, 2019).

 

Mapa 1

Contratos para exploración de fondos oceánicos

(Clarion Clipperton, Océano Pacífico)

 

Sobre la forma de extracción (Imagen 1), indica el Secretario General de la ISA:

 

En todos los casos, un vehículo colector entrará en contacto con el fondo marino y recogerá los depósitos minerales. En el caso de los SMS y de las costras cobálticas, la extracción requerirá cortar o romper los yacimientos de minerales desde el substrato. Los nódulos pueden recogerse directamente en el lecho marino. En todos los casos, los materiales extraídos junto con el agua de mar se llevarán hasta la superficie mediante un sistema de elevación y serán transportados hasta una nave de apoyo. Allí, el mineral se separará del agua de mar y será transportado a las plantas de tratamiento en tierra (Lodge, s.f).

 

Imagen 1

(Draga de succión)

 

Esta extracción con fines comerciales se proyecta en un escenario donde la demanda de minerales se intensificará exponencialmente. Al respecto, el Banco Mundial documenta que “la producción de minerales, como el grafito, el litio y el cobalto, podría experimentar un aumento de casi un 500 % de aquí a 2050, para satisfacer la creciente demanda de tecnologías de energía limpia” (BM, 2020). Por lo que, expresa este organismo, “se estima que se requerirán más de 3000 millones de toneladas de minerales y metales para la implementación de la energía eólica, solar y geotérmica, así como el almacenamiento de energía…” (BM, 2020). Frente a esto, que implica nuevos espacios de extracción de minerales, y la creciente conflictividad socioambiental en el mundo, derivada de la actividad minera, la minería marina es vista por algunas de las empresas y organismos internacionales como una opción, no sólo por la gran riqueza minera, donde abundan los minerales estratégicos, sino porque, desde su perspectiva, no habrá “desplazamiento de las comunidades” (Lodge, s. f.), debido a que en los mares y océanos, argumentan, “no hay comunidades que afectar”.

 

México no se ha quedado al margen de intentar llevar a cabo minería en sus mares. Es decir, la minería marina no sólo se circunscribe a los mares fuera de la jurisdicción nacional. Al respecto, entre el año 2014 y 2016 se entregaron tres concesiones en el mar de Baja California Sur, que contemplaban más de 114 mil de hectáreas (CartoMinMex, 2021 –véase Mapa 2-), a la empresa estadounidense Exploraciones Oceánicas S. de R.L. de C.V, para el Proyecto Don Diego. Uno de los objetivos de una de las concesiones, la más grande, que pretendía laborar durante las 24 horas de los 365 días del año, era “la extracción de 7 millones de toneladas de arena fosfática por año, durante 50 años de vida útil del proyecto, con la finalidad de producir 3.5 millones de toneladas de arenas fosfáticas” (QV Gestión Ambiental, S.C., 2015). Esta concesión, que se otorgó a pesar de no haber sido aprobada la Manifestación de Impacto Ambiental, una vez evaluada por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, fue rechazada en dos ocasiones (SEMARNAT, 2018). Aunado a esto, el proceso organizativo de cooperativistas pesqueros, prestadores de servicios turísticos y periodistas, entre otros, permitió la suspensión del proyecto. No obstante, de acuerdo con la información de las concesiones vigentes, proporcionada vía Transparencia por la Secretaría de Economía en diciembre de 2020, esta concesión otorgada para el Proyecto Don Diego permanece vigente hasta el año 2062.

 

Mapa 2

Concesiones mineras en el mar

(Proyecto Don Diego)

 

Aunado a este proyecto, de acuerdo con la cartografía oficial minera vigente, es factible observar otras concesiones que se encuentran en los mares mexicanos, en los estados de Oaxaca y Chiapas (véase Mapa 3). Pero México no es la única nación que ha intentado llevar a cabo la explotación comercial de minerales de sus mares. En esta misma carrera se encuentran Papúa Nueva Guinea, Namibia, Nueva Zelanda, islas Cook, Kiribati, Nauru y Tonga, Fiyi, Vanuatu, Islas Salomón, entre otros.

 

Mapa 3

 

No obstante el escenario en México, lo más preocupante (que está por venir) es la explotación comercial de los fondos oceánicos. Las empresas saben de la enorme riqueza que hay en el mar, y debido a esto, llevan años desarrollando y mejorando la tecnología que ahora hace posible llegar a profundidades inimaginables para extraer los minerales. Frente a esto, la gran pregunta es: ¿qué futuro le espera a la humanidad si se empiezan a explotar los océanos con fines comerciales? De acuerdo con la revista científica Science, los fondos marinos y oceánicos albergan formas de vida inusuales y ecosistemas únicos, y advierte que “la minería podría dejar una huella duradera en estos ecosistemas” (Voosen, 2019). En este mismo sentido, el Secretarío General de la ISA, indica:

 

Es evidente que la explotación minera afectará al medio marino de algún modo, especialmente en las proximidades inmediatas de las operaciones de extracción. Entre los impactos cabe citar la destrucción de organismos vivos, la desaparición del hábitat del sustrato y la creación de penachos de sedimentos. También pueden provocarse otros daños ambientales a causa del mal funcionamiento del sistema de elevación y transporte, fugas hidráulicas y contaminación acústica y lumínica (Lodge, s.f).

 

Además, no olvidemos que la temperatura de la tierra está regulada por los mares y océanos, una tierra que ya de por sí está en una gran crisis socioambiental. Frente a esto, deberíamos tener presentes las palabras del Representante de Malta en Naciones Unidas: “Los oscuros océanos fueron la matriz de la vida: de los océanos protectores surgió la vida. Nuestros cuerpos todavía albergan —en nuestra sangre, en la amargura salada de nuestras lágrimas— los restos de ese pasado remoto” (Pardo, 1967).

 

 

[1] Profesora-Investigadora, UAM-X.

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