Más allá de una coyuntura electoral (A bote pronto)

  • 1
Tamaño de fuente:
Imprimir

Alejandro Mosqueda Guadarrama

Camarógrafo, editor y documentalista

Facebook: Moga Aleko

 

Más allá de una coyuntura electoral

A mi compañero, amigo, camarada y maestro Cuauhtémoc Rivera Godínez, Q.E.P.D.

Como en los viejos tiempos, la salida de algún comunicado, pronunciamiento, propuesta, declaración o acción del EZLN provoca: la discrepancia, el desconcierto, el aplauso, la descalificación fácil (en muchos casos airada y vociferante) o la malinterpretación. Surgen preguntas que se quieren responder -en muchos casos- desde la lógica electorera o desde el quehacer político tradicional de los partidos, lo cual, me parece, puede llevar a la generación de etiquetas y conclusiones poco acertadas.

1994. El EZLN le declaró la guerra al gobierno y al ejército mexicano.

Todo cambio de táctica en la lucha política, sin duda, lleva riesgos. En el caso de la lucha zapatista, desde que surgió públicamente, el 1 de enero de 1994, se han dado cambios-ajustes que van desde “dejar el camino de la lucha armada y transitar por la vía civil y pacifica”, lo cual le generó críticas de grupos y organizaciones, que ven la lucha armada como única posibilidad para generar un cambio político en el país, hasta el reciente planteamiento de transitar en los espacios de competencia electoral.

Han pasado 47 años desde la fundación de las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN), el 6 de agosto de 1969, organización que diera vida al EZLN; 33 años de la fundacion del EZLN, el 17 de noviembre de 1983; y 22 años del levantamiento armado del 1 de enero de 1994. Tres generaciones que desde diferentes espacios y condiciones han luchado por las demandas del pueblo, la construcción de un proceso -desde la izquierda- que ponga al país en el camino de la construcción de justicia, democracia y libertad. En todos esos años han tratado de leer las coyunturas para implementar una táctica que les permita avanzar en sus objetivos. Ahora anuncian una nueva acción para incidir en la actual etapa y ha generado interpretaciones y reacciones que pretenden colocarla-entenderla como una claudicación o traición a los ideales que dieron vida no solo al EZLN, sino también a las FLN.

En los diferentes momentos de la lucha, y bajo diferentes condiciones, han puesto como centro de la acción política para generar un proceso de cambio: el trabajo de organización; por lo tanto, no es la lucha armada el eje prioritario de la lucha, no la acción reactiva (violenta o no) y no la alianza/acción oportunista/pragmática. Ante esto, se han visto “rebasados” (a decir de algunos) por propuestas inmediatistas o de coyuntura. Sin embargo, la tarea central se sigue privilegiando: la organización y la participación social, desde diferentes espacios o experiencias organizativas, como es el caso concreto de ellos a través de las Juntas de Buen Gobierno (JBG).

Anuncian recientemente por medio de un comunicado junto con el Congreso Nacional Indígena (CNI) que van a participar en la contienda electoral del 2018, con una candidata. Sí, una mujer, y además -dicen- será del CNI, es decir una indígena.

En la parte final del comunicado leemos: “... este Quinto Congreso Nacional Indígena determinó iniciar una consulta en cada uno de nuestros pueblos para desmontar desde abajo el poder que arriba nos imponen y que nos ofrece un panorama de muerte, violencia, despojo y destrucción”, y más adelante “... para nombrar un concejo indígena de gobierno cuya palabra sea materializada por una mujer indígena, delegada del CNI como candidata independiente que contienda a nombre del Congreso Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en el proceso electoral del año 2018 para la presidencia de este país”. “... llamaremos a los pueblos originarios y a la sociedad civil a organizarnos para detener esta destrucción, fortalecernos en nuestras resistencias y rebeldías, es decir en la defensa de la vida de cada persona, cada familia, colectivo, comunidad o barrio. De construir la paz y la justicia rehilándonos desde abajo, desde donde somos lo que somos.

Es el tiempo de la dignidad rebelde, de construir una nueva nación por y para todas y todos, de fortalecer el poder de abajo y a la izquierda anticapitalista...”.

A partir de 1994 el EZLN aparece como un actor más en la escena política nacional con influencia en muchas organizaciones y parte de la sociedad civil, de tal forma que en respuesta a su convocatoria (1) a la Convención Nacional Democrática (CND, agosto de 1994) llegaron alrededor de 6,000 convencionistas, 700 periodistas de 21 países y 200 visitantes y observadores. En ella, los zapatistas reafirmaron que su lucha es nacional, civil y pacífica. De ahí se desprende su llamado a organizarse y luchar por todos los medios y en todos los niveles por “... la instauración de un gobierno de transición, un nuevo constituyente, una nueva carta magna y la destrucción del sistema de partido de Estado”. (2)

Una y otra vez, muy a su ritmo, de acuerdo con su posición filosófica, ética y política y según su lectura de la coyuntura, el EZLN ha lanzado iniciativas que, de fondo, han buscado la organización social para hacer frente al sistema político y económico de injusticias, imposición, despojo, violencia y corrupción. Asumen, y sin doblaje discursivo lo han dicho: su lucha es por la humanidad y anticapitalista, desde abajo y a la izquierda. Hoy anuncian una nueva iniciativa que caminarán junto a una gran cantidad de organizaciones que conforman el CNI, pero las reacciones y señalamientos, algunos con un aire de soberbia, han llegado a lo visceral y a la descalificación fácil y cómoda, así como a acusaciones realmente sin sentido.

La posible campaña electoral del movimiento indígena, encabezado por el EZLN y el CNI, no tendrá las reiteradas promesas de cada 6 años para ganar votos y sumar nombres a un padrón de militantes que tendrán alguna promesa de chamba. Tampoco, me parece, pondrá su discurso al servicio de idealizar a personaje alguno, apoyando el nacimiento de “una salvadora” o líder indiscutible para encabezar un cambio en el país. Las características -imagino- serán otras, no bajo el esquema y la lógica del sistema de partidos imperante y de los partidos políticos tradicionales que sueñan con “la grande”.

Las reacciones contra la anunciada participación electoral del zapatismo y el movimiento indígena caen en la simpleza para descalificarla. Ante esto, surge la pregunta: ¿Es acaso AMLO/Morena la única opción válida para abanderar un cambio en el país? Como las encuestas lo colocan en la punta de las preferencias, y aunque falta mucha agua por correr para el 2018, ¿otras opciones de candidatura desde la izquierda tendrían que declinar y sumarse a AMLO/Morena?

¿Las encuestas y/o el tiempo dedicado a la búsqueda de la presidencia le confieren al líder de Morena la exclusividad de representar a la izquierda y a la oposición al sistema? ¿Es una cuestión de antigüedad en la participación electoral lo que le confiere la prerrogativa de ser “el” candidato?

Para la partidocracia el asunto es “ganar” y ya luego ver qué se puede o se quiere hacer “para ser diferente” al anterior sexenio, lo cual no se logra y siempre resultan ser lo mismo porque no se plantean un cambio de rumbo, un cambio del sistema que origina y alimenta las desigualdades, la corrupción, el despojo, las injusticias y la antidemocarcia. Ante esta situación, hace años que López Obrador (primero en el PRD, luego en Morena) se viene construyendo la imagen/discurso de que es el único diferente y capaz de hacer un cambio en el país. Sin ánimo de ofender a nadie, todos los candidatos han dicho lo mismo. No dudo que AMLO pueda hacer las cosas diferentes, pero me parece que no para cambiar de rumbo y para abrir un proceso de cambio de sistema. Sin embargo, podría ser, como muchas personas dicen: el menos peor y por algo se tendría que empezar.

El regreso o reposicionamiento del zapatismo en la política nacional, desde su anuncio de participación en las elecciones del 2018, es buena noticia, viendo y entendiendo que lo que requiere el país son más opciones políticas que enfrenten en diferentes terrenos: la acción mafiosa gubernamental, el sistema torcido de partidos, la democracia acotada y a la clase política que busca sólo beneficios de grupo. Se requiere de acciones que vayan más allá de la lógica de ganar votos cada 3 o 6 años, de iniciativas que impulsen la organización y participación de la sociedad, la defensa de los derechos, la lucha contra la corrupción, contra el despojo y los megaproyectos.

Este “nuevo” actor en la arena electoral obligará -tal vez no- a un replanteamiento de las estrategias y alianzas de la izquierda electoral, al menos de Morena, creo.

Van unas preguntas a los que hasta hace unos días se asumían como simpatizantes zapatistas y que militan o apoyan al PRD o a Morena, e incluso a los que militan en organizaciones sociales o políticas de izquierda o se posicionan como antielectoreros como acción ética y política: ¿Qué esperaban del EZLN? ¿Qué siguiera actuando sólo en Chiapas? ¿Que continuara con eventos locales, encuentros, “escuelitas”, intercambio de experiencias, construcción de autonomía desde sus Juntas de Buen Gobierno, todo siempre en el ámbito regional? ¿Que siguiera siendo depositario de la utopía y de la solidaridad externa? Se asoma entre los papeles y en búsqueda de respuestas algo parecido al “voto útil” desde la izquierda para avanzar en ese sentido.

Desde ahora, algunos colocan a los zapatistas como responsables de un posible resultado adverso para AMLO -como antes ya lo hicieron-, sin tomar en cuenta que, independientemente de la participación o no del EZLN, se han estado moviendo alianzas bajo la mesa para evitar que el personaje pueda ganar. Al menos en los últimos 60 años no se han realizado elecciones limpias en nuestro país y las cosas siguen igual. Es verdad que con menos oportunidades para manipular y controlar el proceso electoral, pero con posibilidades finalmente para hacer el fraude, como sucedió en 2012. Ya culpan también al EZLN del “regreso” de la derecha al poder, cuando en realidad nunca se ha ido. Con diferentes siglas y colores, pero ahí ha estado.

El cambio de rumbo del país requiere mucho más que un líder con apoyo electoral; requiere mucho más que la vigilancia del proceso electoral, mucho más que las denuncias de los mecanismos de fraude; requiere mucho más que un plantón en Paseo de la Reforma; requiere mucho más que una candidatura independiente de un grupo exguerrillero. En la nueva etapa de acción política que se plantea el zapatismo, veremos como implementan -o no- su estrategía de alianzas para la arena electoral y para caminar fuera de ésta. Estrategia que al parecer fueron llevando al “estás conmigo o eres mi enemigo”, algo parecido a la reacción de los “morenos” al tratar de adjudicarse la representación única y válida de opocición y de izquierda en el país.

Los pueblos y sus luchas tendrán una nueva plataforma para organizarse, denunciar y luchar, aunque por ahora se vea lejos cualquier posibilidad de “estar entre las 3 fuerzas políticas” que encabezarán la legislatura a partir del 2018 o la posibilidad de ganar “la grande”. Me parece que el objetivo, ahora, no es ese, lo que aumenta las molestias y enojos en quienes sienten que le quitarán votos a su candidato. Lo cual me parece que es cierto, aunque, en dado caso, podrán ser pocos.

La apuesta de participar electoralmente y tratar de ganar con reglas y mecanismos de juego como los actuales, podría ser un despropósito realmente. Es verdad que es lo que se tiene y no hay de otra, y para cambiar eso, al parecer, tendría que ser desde ahí, pero contando con un amplio frente ciudadano de respaldo, organizado para moverse. De otra forma, la inercia de caer en la pelea/negociación por los recursos y “puestos” podría ser el final ya conocido.

Si es que se toma la coyuntura electoral como una posibilidad para empezar a hacer verdaderamente retumbar el centro del viejo sistema que malgobierna el país, el CNI-EZLN y Morena tendrían que mirar desde una óptica menos sectaria para llegar a converger en una sola estrategia conjunta, cosa que por demás se antoja difícil. La izquierda con sus viejas prácticas caudillistas y vanguardistas se mostrará de nuevo, lamentablemente eso parece. Mientras tanto, la economía del país día a día va en picada, junto a una espiral de violencia, corrupción, injusticias e impunidad, y los políticos de todos los signos culpándose unos a otros o, en el extremo, viendo para otro lado y hablando de una realidad venturosa, pero inexistente.

Una mujer, una candidata, una indígena.

Una mujer, y además indígena, puede ser símbolo de varias cosas que se tienen que combatir: la misoginia, el sexismo, el racismo y el clasismo. Ideologías, todas ellas, de discriminación y marginación, y avales para agredir, violentar y asesinar. Ideologías todas ellas, para la violación de derechos. Podrá ser casual que propongan a una mujer indígena, pero con toda la carga simbólica y dada la gravedad de la situación de violencia hacia las mujeres y feminicidios, no parece nada casual.

Recuerdo que por ahí leí algo que decía más o menos así: “... hacer la revolución, para generar condiciones que posibiliten hacer la Revolución con mayúscula...”. Habrá que desempolvar, no está de más, algunos escritos del viejo Volodia. Podría dar luces sobre eso de la práctica política en periodos determinados.

Bienvenidos a bordo y con rumbo al 2018, la nave va.

______________

(1) Segunda Declaración de la Selva Lacandona

(2) Tercera Declaración de la Selva Lacandona

“Borrowed Time”, el nuevo cortometraje para adultos de PIXAR
Atrás “Borrowed Time”, el nuevo cortometraje para adultos de PIXAR
Hasta 3 años de prisión a personas que maltraten a adultos mayores
Siguiente Hasta 3 años de prisión a personas que maltraten a adultos mayores
Entradas Relacionadas

Escribir comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *