"Los bosques preceden a las civilizaciones, los desiertos las siguen"

  • 0

"Los bosques preceden a las civilizaciones, los desiertos las siguen"

François-René de Chateubriand

Este año, Front Lines Defender - fundación que tiene el objetivo de proteger a defensores/as de derechos humanos en riesgo-, presentó su Informe Global 2018 en el que muestra el índice de personas defensoras que sufrieron algún tipo de agresión en el mundo (https://www.frontlinedefenders.org/es/resource-publication/global-analysis-2018).  En el caso de México se informó que durante ese año, hubo por lo menos 48 asesinatos de defensoras y defensores y que uno de los sectores más vulnerables fue, precisamente, el de las personas defensoras de la tierra. Por otro lado, en lo que va del año, se han contabilizado las muertes de por lo menos 13 personas reconocidas como líderes sociales que detentaban una lucha por la protección del medio ambiente y de su territorio.

En medio de la discusión pública en torno a las formas de lucha contra la crisis climática y los liderazgos de las mismas que van despuntando en el mundo, el presidente Andrés Manuel López Obrador puso en la agenda del debate nacional dos temas que, por las implicaciones que les entrañan, se relacionan entre sí: el primero tiene que ver con la negativa de declarar emergencia climática en nuestro país; al respecto, dijo que lo importante no es la declaración sino la implementación de acciones que "regeneren el medio ambiente" –aunque hasta ahora muchas y muchos no tenemos claro qué acciones a corto, mediano y largo plazo serán implementadas para lograr dicha regeneración, además del programa “Sembrando Vida”, creemos que aún hay mucho por discutir y escuchar-. El segundo tema concierne a la construcción del Tren Maya que, según presumió en días recientes, es un proyecto aceptado por la mayoría de los habitantes de la región y, pese a las oposiciones que pueden existir al respecto, es definitiva su construcción.

Más allá de estar o no de acuerdo con la propuesta política y económica de la llamada 4T, consideramos que vale la pena detenernos a reflexionar un poco sobre estos temas y mostrarnos comprensivos con quienes tienen dudas o se oponen a la construcción de proyectos llamados de “desarrollo” que tienen el objetivo, o eso se nos dice, de mejorar las economías locales y regionales.

 

No son pocos los análisis y las opiniones que pugnan por establecer límites concretos a las nociones de desarrollo y/o crecimiento, o bien, por reformular dichas categorías según los ecosistemas y grupos sociales desde los que se plantean. Cuando hemos hablado de la necesidad de pensar el problema ecológico como uno que también es político, nos referimos, en parte, a evitar disociar lo social y cultural, de lo ambiental. En este sentido, nos parece oportuno mantener abiertos los signos de interrogación cuando utilizamos el argumento de la necesidad y urgencia del desarrollo social y económico, para alcanzar los fines del pretendido progreso nacional porque, detrás de todo esto, están los argumentos encarnados de las comunidades y los pueblos que han mantenido luchas históricas por la conservación del territorio, el derecho a la vida, el respeto a la naturaleza, la permanencia de los vínculos con los espacios geográficos y toda la resignificación socio-cultural que éstos adquieren en determinadas comunidades. Están detrás porque, como hemos visto a lo largo de la historia de México y América Latina, obras como el Tren Maya, generalmente están asociadas a la implementación de proyectos extractivos, es decir, proyectos que requieren del sometimiento geográfico y social de los territorios y, por ende, de la naturaleza, a la lógica de acumulación de capital. El extractivismo es precisamente la forma que adquiere dicha acumulación y que está caracterizada por prácticas de despojo de los recursos naturales que luego se transforman en objetos mercantilizables, y por tanto, desechables. La cuestión se complejiza cuando dicha transformación de la naturaleza requiere de la imposición o la violencia.

Para quienes no formamos parte de comunidades indígenas o grupos históricos con un fuerte arraigo cultural, puede resultar difícil entender la oposición a la modificación de los entornos ambientales. Nuestras distancias valorativas respecto a una cuestión determinada pueden limitar nuestra comprensión de la diversidad de visiones sobre la existencia y formas de permanecer en ella. Como han dicho habitantes de las zonas implicadas: hay algo más importante que la deliberación per se sobre la construcción de una obra de gran magnitud como el Tren Maya, y es entender cómo se interpreta la vida y las formas de supervivencia desde la diversidad. Entonces puede ser que la economía de los gobiernos no sea necesariamente, la economía de los pueblos que valoran su riqueza y bienestar en función de la conservación comunitaria de sus formas ancestrales, culturales y sociales de producir su propia vida. Qué pase con la implementación del Tren Maya, resultará significativo, o no, para la prosperidad y autonomía de las comunidades que durante mucho tiempo se han mantenido en voz de resistencia.

 

Apenas a inicios de este mes de septiembre, mujeres indígenas y campesinas, defensoras del territorio y representantes de diferentes comunidades, movimientos y organizaciones se reunieron en Jalisco para intercambiar experiencias y construir estrategias de lucha frente a megaproyectos extractivos de minería y fracking; gasoductos, presas, acueductos, termoeléctricas, oleoductos y proyectos de “desarrollo”, monocultivos, agrotóxicos, trenes, carreteras, autopistas, entre otros. En su pronunciamiento, entre otras cosas, demandaron el respeto al derecho de los pueblos a decidir sobre sus bienes naturales y materiales, y exigieron el respeto de sus territorios y el fin de su saqueo. El reto es mayúsculo: conciliar la diversidad de un país como el nuestro, garantizar los procesos autónomos de comunidades y pueblos que dicen abiertamente ¡no a los megaproyectos y no al estractivismo!, y al mismo tiempo reconocer en los territorios de lucha, el innegable papel protagónico de las mujeres en lucha, para las que su cuerpo y el territorio que habitan sufren ambos el despojo y la explotación.

 

Frente a la violencia que se cierne sobre las personas defensoras del medio ambiente y el territorio, la pregunta que nos queda es: ¿de qué progreso hablamos cuando la tierra y los cuerpos representan el costo? Porque en una cosmovisión compleja que no es necesariamente la nuestra, el Tren Maya no representa sólo la reactivación de unas vías ya construidas hace tiempo, también significa la irrupción en los distintos escenarios de la vida social, cultural y ambiental de diferentes comunidades que puede tener efectos catastróficos para la vida comunal en sus distintas dimensiones.

 

La imagen de François-René de Chateubriand evocando los desiertos después de las civilizaciones, nos sitúa, inevitablemente, en la encrucijada de eso que llamamos -o mal llamamos- desarrollo.

España: Bucle electoral y continuidad represiva
Atrás España: Bucle electoral y continuidad represiva
¿Realmente funcionó el Cinturón de Paz?
Siguiente ¿Realmente funcionó el Cinturón de Paz?
Entradas Relacionadas

Escribir comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *