La toma del Capitolio fue un ataque armado por parte de una fuerza supremacista blanca, incentivada por el propio presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pero también fue un acto de lucha social. Sin embargo, evidenció hasta dónde puede llegar la obediencia ciega a toda autoridad.
Opinión de Pietro Ameglio, profesor de la UNAM, miembro de SERPAJ-Morelos y del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.