La masacre de El Paso, entre el discurso de odio y la libertad de expresión

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Dice Caroline Emcke que “… el odio no se manifiesta de pronto sino que se cultiva”, puede durar años e incluso la vida entera. El odio manifiesto en el atentado contra decenas de personas en su mayoría mexicanas, residentes o que se encontraban de visita en El Paso, Texas, y que cobró la vida de 22 personas e hirió a otras 24, forma parte de una serie de masacres ocurridas en Estados Unidos en los últimos años.[1]

 

Si bien no es un hecho aislado y no es la única población que ha sufrido atentados, la letal combinación de los discursos de odio y el derecho a poseer un arma (s) de fuego bajo el amparo de la Segunda Enmienda, coloca a Estados Unidos como el país con mayor número de armas por cada 100 personas.[2]

 

Como dice Emcke, “ahora se odia abierta y descaradamente”, un fenómeno que no sólo observamos en las redes sociales y en la vida cotidiana, sino también en las más altas esferas del poder, tal es el caso del presidente estadounidense, Donald Trump. El actual mandatario del vecino del norte forma parte de la nueva derecha que no se identifica con el mainstream político, y que ha amparado su discurso de odio contra migrantes, mujeres, homosexuales y poblaciones de otros países, bajo el paraguas de la libertad de expresión.

 

Este tipo de discurso ha acarreado decenas de incidentes de odio racial que van desde las humillaciones públicas contra los migrantes hasta las agresiones físicas, el terrorismo y el asesinato. Al construirse como una opción ideológica que expresa racismo, xenofobia, misoginia, discriminación sexual, por género, étnica, incluso por pobreza y condición de indigencia, posee un amplio poder para desencadenar la violencia.

 

Lo ocurrido en Estados Unidos el fin de semana pasado refleja el odio racial hacia la población latina (contra la musulmana, africana, oriental, entre otras) y específicamente contra la población mexicana. México ha condenado al que ha considerado “un acto de terrorismo contra mexicanos inocentes en Estados unidos, toda vez que ocho connacionales fueron asesinados y seis más resultaron heridos de gravedad, como consecuencia del ataque ocurrido en el centro comercial de la ciudad fronteriza”, como se destaca en la comunicación oficial emitida por la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE).[3]

 

Sin embargo, el tradicional enfoque liberal de la Corte Suprema de Estados Unidos concede amplio margen de tolerancia frente al discurso de odio, toda vez que para considerarse como un delito de odio, ésta exige que tácitamente se incite a la violencia. Basta recordar que, bajo la noción de la libertad de expresión como pilar fundamental de la democracia, la Corte norteamericana amparó en la Primera Enmienda el uso de símbolos nazi en la década de 1970, jurisprudencia que sigue aplicando hasta la fecha.[4]

 

Así para poder condenar judicialmente por delito de odio a Crusius, las autoridades estadounidenses deben confirmar que él escribió el manifiesto “sin firmar de 2.300 palabras colgado en Internet que hablaba de una invasión hispana de Texas y planteaba: ‘si podemos deshacernos de suficientes personas, nuestra forma de vida puede ser más sostenible’”[5].  No basta con que Crusius haya manejado nueve horas desde su hogar hasta el lugar de la masacre y el blanco de su ataque fuera la población mexicana -que reresenta el 85% de la población hispana en El Paso, Texas, y haya disparado sin importale si se encontraban bebés, niñas o niños, entre la gente.

 

Comparto la preocupación del canciller mexicano, Marcelo Ebrard, sobre los posibles vínculos de Crusius con otras personas y con subsecuentes actos terroristas en contra de la comunidad binacional de México y Estados Unidos. Sin duda, el gobierno mexicano debe mantenerse enérgico en su condena a la tragedia, y echar mano del derecho internacional en materia de derechos humanos –aun con la falta de claridad en sus definiciones–, ya que existe literatura suficiente para la prohibición del discurso de odio y para circunscribir la libertar de expresión en situaciones cuyo ejercicio desencadenaría la violencia más letal por discriminación, tal y como ha ocurrido con las declaraciones del presidente estadounidense, quien sistemáticamente agrede a las personas migrantes y particularmente las personas de origen mexicano.

 

Si la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) establece el derecho a la libertad de expresión y opinión, a tal grado que la Asamblea General no incluyó restricción alguna a su ejercicio, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) (1976) en su artículo 20, determina que: “Toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituya incitación a la discriminación, la hostilidad o la violencia estará prohibida por la ley”. Este Pacto no sólo limita el ejercicio de la libertad de expresión, también establece el deber de los Estados Parte a prohibir los discursos de odio.

 

De igual forma, la Convención Internacional sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial” (1965) establece en su artículo 4º como acto punible “toda difusión de ideas basadas en la superioridad o en el odio racial, toda incitación a la discriminación racial, así como todo acto de violencia o toda incitación a cometer tales actos contra cualquier raza o grupo de personas de otro color u origen étnico, y toda asistencia a las actividades racistas, incluida su financiación”.

 

La Convención Americana de Derechos humanos (1969) en su artículo 13.5, señala que: “Estará prohibida por la ley toda propaganda a favor de la guerra y toda apología del odio nacional, racial o religios que contituyan incitaciones a la violencia o cualquier otra acción ilegal similar contra cualquier persona o grupo de personas, por ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión, ideología y origen nacional”.

 

Coincido con el canciller mexicano, que nunca “el odio contra el odio; actuaremos con la razón y el apego a la ley”, y sin duda que es importante dirigir “la nota diplomática al gobierno de los Estados Unidos para solicitarle fije una posición clara y contundente contra los crímenes de odio”, toda vez que desde la Casa Blanca se ha alentado el odio a las personas de origen hispano y se ha promovido la supremacía blanca, así, pese a los esfuerzos de Trump por señalar que la matanza no tienen un origen político nos queda claro que el presidente norteamericano tiene mucha responsabilidad en lo ocurrido el pasado sábado.

[1] RTVE (2019). La lista de los tiroteos con más muertes en Estados Unidos. 4 de agosto, recuperado desde:   http://www.rtve.es/noticias/20190804/vegas-encabeza-lista-tiroteos-mas-muertes-estados-unidos/1678742.shtml

 

[2]  Fox, Kara (2019). Cinco gráficas para entender la cultura de armas en EE.UU. frente al resto del mundo. CNN Español, 5 de agosto, recuperado desde: https://cnnespanol.cnn.com/2019/08/05/tiroteo-florida-armas-estados-unidos-comparacion-mundo/

 

[3] SRE (2016). México considera el ataque en El Paso un acto de terrorismo contra mexicanos en Estados Unidos. Boletín de prensa del Gobierno de México, recuperado desde:  https://www.gob.mx/sre/articulos/mexico-considera-el-ataque-en-el-paso-un-acto-de-terrorismo-contra-mexicanos-en-estados-unidos-211600?idiom=es 

SRE (2016). Foreign Secretary Marcelo Ebrard Discusses Mexico’s Actions in Response to the Attack in El Paso, Texas. Boletín de prensa del Gobierno de México recuperado desde: https://www.gob.mx/sre/prensa/foreign-secretary-marcelo-ebrard-discusses-mexico-s-actions-in-response-to-the-attack-in-el-paso-texas?idiom=en

 

[4]  Lima, Lioma (2017). Por qué es más fácil ser neonazi en Estados Unidos que en Alemania. BBC Mundo, 16 de agosto, recuperado desde:  https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-40944269

 

[5]  Laborde, Antonia (2019). El asesino que condujo nueve horas para provocar un baño de sangre en El Paso. El País, 6 de agosto, recuperado desde:    https://elpais.com/internacional/2019/08/04/actualidad/1564933988_774687.html

 

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