La historia desde abajo, el Capitán Swing y las buenas conciencias

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El famosos historiador británico Georges Rudé formó parte de una importante corriente historiográfica de inspiración marxista que, durante la primera mitad del siglo XX, renovó por completo la historia social y aportó importantes elementos a la teoría de la historia. A esta corriente pertenecieron personajes tan importantes como Eric Hobsbawm, Dorothy Thompson y E.P. Thompson, cuyos trabajos son hoy referencia para la historia de los movimientos sociales.

Todos estos autores, lo mismo que Rudé, fueron parte del movimiento laborista y defensores comprometidos de ideas socialistas. No es extraño, por tanto, que sus estudios históricos reflejen un interés particular por quienes habían sido silenciados e ignorados, tanto en los hechos como en la perspectiva hegemónica de la historia de su tiempo, a saber: los campesinos, los artesanos y las clases trabajadoras.

Gracias a sus investigaciones en torno a la Revolución francesa, Rudé entró en contacto con Georges Lefebvre y con sus discípulos Albert Soboul y Richard Cobb. Como es sabido, fue Lefebvre quien acuñó la expresión “historia desde abajo”, para dar cuenta de sus importantes estudios sobre los campesinos y sobre las protestas urbanas en París en la antesala de la Revolución francesa.

Los ya clásicos estudios sobre los sans-culottes de Albert Soboul serían impensables sin los aportes teóricos y metodológicos de Lefebvre. Y, en cierta medida, el impresionante libro de Rudé titulado La multitud en la historia. Los disturbios populares en Francia e Inglaterra, 1730-1848, se alinea al objetivo esencial de la llamada “historia desde abajo”.

Como hiciera E.P. Thompson con la historia de la clase obrera, los trabajos de Rudé intentan visibilizar a las multitudes revolucionarias otorgándoles el estatuto de sujetos y, sobre todo, busca explicar sus acciones como   expresión de una racionalidad práctica muy específica y no como una explosión irracional, resultado de una pasión desbordada. Este simple gesto distinguía los trabajos de “la historia desde abajo” de la concepción condescendiente, cuando no evidentemente despectiva, que caracterizaba a los historiadores hegemónicos al referirse a las clases populares.

En su libro de 1969, Revolución industrial y revuelta agraria. El capitán Swing, escrito junto con Eric Hobsbwam, ambos historiadores analizan el contexto en el que tuvieron lugar las revueltas de los trabajadores agrícolas ingleses en la década de 1830 ante el triunfo total del capitalismo rural. Como es bien sabido, el levantamiento de 1830 fue el mayor episodio de destrucción de máquinas en la historia inglesa.

A partir de 1830 las revueltas de los trabajadores agrícolas comenzaron a tener como característica la destrucción de trilladoras, el incendio de cosechas y graneros, la recuperación de los diezmos y el envío de cartas en tono de amenaza firmadas con el nombre de un extraño líder: el famoso Capitan Swing.

En realidad, el Capitán Swing no era un individuo de carne y hueso, sino una metáfora de la rabia colectiva que vivían los trabajadores agrícolas ante la situación de pobreza generalizada a la que los había llevado el proceso de industrialización.

En su magnífico estudió Rudé y Hobswam muestran la racionalidad que movía estas protestas y las causas que la explican. Por ejemplo, la destrucción de máquinas trilladoras no era casual ya que éstas redujeron casi en un 20% la necesidad de trabajo. Además, ambos autores señalan que las circunstancias en las que se encontraban los trabajadores agrícolas hacían casi inevitable una rebelión ya que sus condiciones de vida y la pérdida de los mecanismos de protección que los regían los colocaban en una situación prácticamente insostenible.

Detrás de las máquinas destruidas y las revueltas de la primera mitad del siglo XIX había razones profundas que los historiadores se encargaron en comprender y explicar para darle voz a los sujetos que la historia hegemónica invisibilizaba, ignoraba y denostaba. Una lección importante en el presente cuando los vidrios rotos y los monumentos rayados parecen tener más importancia que las vidas de las mujeres.

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