La guerra de #FakeNews

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En 1984, el periodista Manuel Buendía sintetizó el estado de la prensa nacional con una expresión contundente: “los tres males del periodismo mexicano son la impunidad, la solemnidad y la mediocridad”.

Con esa frase magistral, Buendía condensó la realidad de un sistema mediático decadente, sumiso, dependiente del gobierno en lo económico y en lo editorial, y sin espacios disponibles para el ejercicio pleno de las libertades ni márgenes para la calidad o la ética: una prensa que respondía sólo al poder, a los poderosos, y no a la sociedad.

De hecho, prácticamente en todo el siglo XX no hubo mirada alguna que identificara en el espacio periodístico mexicano un panorama distinto al de la sumisión, irresponsabilidad y gobiernismo: salvo muy honrosas excepciones, que en muchos casos fueron más esfuerzos personales que colectivos, la prensa mexicana llegó a esta era, el siglo XXI, afectada de forma mayoritaria por los mismos males: impune, solemne y mediocre.

En la prensa mexicana, quien pagaba, mandaba. Casi sin excepción.

Explico esto, porque me sirve a la perfección para entender lo que está ocurriendo hoy, cuando esa misma mayoría de medios gobiernistas, anodinos, ha entrado en una guerra abierta de noticias falsas, deliberadamente falsas, casi todas sin sustento, contra el gobierno de la cuarta transformación.

No ha pasado un día, desde el 2 de julio, en que no nos encontremos ante este bombardeo de mentiras, exageraciones y medias verdades, ante la guerra de las #FakeNews: “¡Nos quedaremos sin gasolinas!”, “¡Se aproxima una gran recesión!”, “¡El presidente está gravemente enfermo!”, “¡Correrán a Olga Sánchez Cordero!”, “¡Marcelo le regaló México a Donald Trump!”, “¡México se derrumba!”

Me pregunto ¿Estamos ante el renacimiento de una nueva prensa mexicana crítica, vigilante del poder, profesional, autorregulada, ética, útil para esta sociedad que ha decidido imprimir un cambio de fondo a su destino?

¿O estamos ante el arrebato delirante, rabioso, furibundo, de un grupo de vividores del periodismo, acostumbrados a reptar cómodamente en el presupuesto estatal y a cobrar por sus silencios?

Para responder a esas preguntas, propongo un ejercicio: comparar el muy famoso listado de medios y periodistas beneficiarios de recursos millonarios durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, dado a conocer por el propio gobierno, y el núcleo principal de difusores de #FakeNews, los personajes que inventan, mienten y tergiversan noticias hoy en día.

Verán que son los mismos. Exactamente los mismos.

Y tiene una explicación: el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha retrasado por meses la entrega de recursos publicitarios a la prensa, y eso ha provocado una crisis mayúscula, de proporciones apocalípticas en los medios, porque en su mayoría subsistían gracias a los recursos estatales.

Están enojados. Furiosos. Los periodistas que vivieron del gobierno están llenos de miedo.

La guerra de las #FakeNews, creo, significa en buena medida el coletazo de un sistema moribundo que por servir al amo del gobierno en turno se olvidó de la sociedad, y ahora, ya sin oxígeno gubernamental, no va a sobrevivir en un nuevo entorno.

A excepción de los días cercanos al primer informe de gobierno, en que se difundieron anuncios en los tiempos oficiales y se colocaron algunos banners en las páginas digitales de cuatro medios (Reforma, La Jornada, Televisa y TV Azteca) el gobierno mantiene cerrada la llave de los recursos para periodistas.

Y según parece, no la va a abrir en lo inmediato. De hecho, no tiene para qué, con las conferencias mañaneras que le resuelven el problema de la comunicación social.

Muchos medios morirán.

Han comenzado a morirse.

Deshaciéndose, en unos cuantos meses, de plumas que le servían a esos amos que ya no existen; despidiendo a miles de trabajadores que ya no necesitan; cerrando decenas de estaciones que nadie escuchaba; apagando tantos programas que nadie veía, publicaciones que nadie leía, productos que nadie compraba, porque eran solemnes, eran impunes… y eran mediocres.

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