Hagamos la Consulta nuestra, para las víctimas

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Michael W. Chamberlin

Rompeviento TV 26 de julio de 2021

 

El próximo domingo se llevará a cabo la Consulta Popular para definir si se emprende un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en el pasado, encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las víctimas. Muchas personas de buena fe han decidido no participar y esto me parece un error.

Ya hemos repasado en un artículo anterior el origen de la pregunta y las modificaciones hechas por la Suprema Corte, así como el alcance y las interpretaciones posibles a la pregunta que será consultada. Hoy quiero insistir en la importancia de la participación porque me encuentro con casos de personas comprometidas con los derechos humanos que, sin embargo, están dudando en participar.

No está por demás insistir en que la Consulta no llevará en automático a juicio a los expresidentes. Ese puede ser un desenlace, pero la propuesta es más robusta y a mi parecer más completa. La pregunta como la estableció la Suprema Corte está enfocada a “llevar a cabo o no, las acciones pertinentes para emprender un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos, encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas”.

- Las acciones pertinentes para emprender un proceso de esclarecimiento han sido ampliamente interpretadas, como la creación de una Comisión de la Verdad o de Esclarecimiento Histórico que ya son conocidas en México, pero sobre todo en la experiencia internacional como en Guatemala o el Salvador, entre otras, que tanto sirvieron para desencadenar procesos que llevaron a entender el genocidio y luego llevar a los responsables a juicio, o procesos que llevaron a firmar la paz;

- de las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos, posibilita definir actos y etapas a investigar hasta donde el agravio nos alcance, ya que no hay límite temporal;

- encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas, abre la puerta a actos de corrupción, pero sobre todo a graves crímenes que por su naturaleza no son prescriptibles, como son los delitos de lesa humanidad, y por supuesto, a procesos judiciales de quienes resulten responsables.

Es cierto, esta es una lectura de buena fe que no tiene garantías. Los que dicen no querer ser parte de un proceso manipulado porque no hay garantía de que el “Sí” enjuicie a nadie o que abra procesos de esclarecimiento serios, les digo que ese será el problema para resolver a partir del 2 de agosto. Me parece que un voto masivo y el compromiso ciudadano de empujar esos procesos más allá del domingo, hará pensar dos veces a quien quiera manipular cualquier resultado. Hagamos que la consulta sea nuestra, que sea ciudadana, más aún, que sea un instrumento de las víctimas para reivindicar sus derechos hasta ahora negados, y para eso sólo hay una vía: participar.

Están también los que se vencen de antemano, dicen que no votarán porque no se logrará el porcentaje mínimo para hacer que la consulta sea vinculante. Tienen razón en pensar que será difícil lograr 37 millones de votos por el “Sí” (un 40 por ciento de la lista nominal de poco más de 97 millones de registros), que es una cifra más alta que los votos que obtuvo el presidente López Obrador en su elección de 2018, pero si no votan, con menos razón se llegará a ese mínimo.

Ahora bien, la razón de participar en cualquier espacio de decisión colectiva no debe estar sujeta al cálculo de quién va a ganar o no. El dichoso voto útil no ha sido otra cosa que un recurso de mercadotecnia para que alguien más modele nuestras opciones, en otras palabras, que decida por nosotros. Uno participa para ratificarse en lo que cree (y al hacerlo se ratifica en lo que es), aunque todo mundo opine o crea lo contrario. Hoy necesitamos ratificarnos en nuestra voz y en la defensa de los derechos de las víctimas, saber cuántos somos los que opinamos así y con cuántos contamos para impulsar lo que sigue, aunque no se alcance el mínimo para hacer la consulta vinculante.

Están también los que dicen que esto no es más que un ejercicio piloto de la Consulta de Revocación de Mandato del próximo año. A mí me parece que la única similitud está en el método de consulta, la pregunta es distinta y las respuestas de quienes participen, por tanto, lo serán también. Es la primera vez que participamos en una consulta vinculante de esta magnitud, que no es electoral, es decir, donde no se trata de elegir a nadie para un puesto público, y en tanto que las únicas directamente afectadas por esta decisión son las víctimas, la participación hacia un lado u otro no puede ni debe ser leído, ni antes ni después, como un resultado a favor o en contra de ningún partido.

Hay también quienes se creen más listos y prefieren estar del lado del “te lo dije”, es más cómodo mirar desde la barrera cómo “el mundo me da la razón”, pero apostar a suma cero nunca produjo algo nuevo. Sin duda, pasan por una etapa de incredulidad o desesperanza, porque no participar es propio de quienes no pertenecen.

Hagamos que la Consulta sea nuestra, más aún, de las víctimas; participemos con ellas, solidaricémonos con quienes han esperado sin respuesta a ser escuchados y reparados. Participemos ahora y después para empujar procesos de esclarecimiento que nos enseñen qué debemos hacer para no repetir los mismos errores.

La soberbia de Pinochet lo llevó a proponer un Plebiscito Nacional para ratificarse como presidente de Chile. Razones había de sobra para pensar que todo era un engaño y que el resultado estaba arreglado. Muchas voces opositoras y disidentes al régimen dictatorial se opusieron, soberbios también, a ser parte de un teatro “que legitimara al dictador”. A pesar de las campañas de miedo, la gente decidió participar y, para sorpresa de propios y extraños, ganó la opción del “No” a que continuara Pinochet gobernando (vale mucho la pena ver la película “NO” en Netflix sobre este proceso visto desde las campañas). No sólo fue el inicio del fin de la dictadura por medios pacíficos, fue un aprendizaje para el pueblo chileno del poder que tiene en su voto, del poder que tiene participar. Este aprendizaje es hoy observable y está más que vivo en su proceso constituyente actual.

Aprendamos como el pueblo chileno del poder de la participación. Más allá de lograr los mínimos que la Consulta exige, el fracaso bien puede valer la pena si se vuelve el inicio de un proceso para mirarnos entre ciudadanos, sin membretes; mejor aún, si ese proceso es por la verdad y la justicia para las víctimas.

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