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Fondos para la ciencia: una mirada de dos mujeres científicas

De los 335 fondos y fideicomisos, ¿solamente en 109 había, o hay, corrupción? No lo sabemos, como tampoco sabemos por qué se pretende desaparecer 109 y no 335, ni nos han explicado por qué de los 109, pretenden acabar con 91, relacionados con la investigación científica. Hay más dudas que certezas sobre la aniquilación de los fondos destinados a la investigación científica, a la creación artística, a la búsqueda de personas desaparecidas, a la protección a defensores de derechos humanos y periodistas. En particular, afirmar que los recursos para la investigación científica se van a entregar directamente, sin que se conozcan las reglas de operación, los mecanismos específicos ni la normatividad particular, deja a las y los investigadores en total incertidumbre tanto sobre los proyectos financiados en curso (muchos de ellos con aportaciones de gobiernos estatales, fundaciones, organismos internacionales, donaciones, etc.) como sobre los fondos a ¿concursar? en el futuro.

La incertidumbre de que los fondos para la investigación científica y el desarrollo tecnológico tienden a desaparecer se vuelve franca sospecha, o comprensible furia, cuando se escucha al titular del Ejecutivo y a legisladores de su mismo partido afirmar categóricamente, con el ceño fruncido y la mirada en lontananza, que los “apoyos” no se van a suspender. Concebir la inversión en ciencia y tecnología como “apoyos” es no entender nada sobre la dinámica de la economía, la educación superior y el desarrollo en el mundo contemporáneo. No, no son “apoyos”, es inversión con muy altas tasas de retorno.

En lugar de construir con las comunidades científicas, a través del diálogo y el consenso, la normatividad y las reglas de operación que sustituyan a las que hoy regulan fondos y fideicomisos, el gobierno federal pretende destruir el andamiaje institucional construido a lo largo de los años para hacer ciencia en México. Que esa estructura institucional ha incurrido en excesos y corrupción, sin duda, pero no toda, pero no todos; entonces, si hay delitos, que se proceda conforme a la ley para castigar a los culpables, pero que no se destruyan las capacidades institucionales de la investigación científica, construidas con mucho esfuerzo durante muchos años. Qué bueno que se acabe con la corrupción y los excesos, pero la alternativa (desconocida) es más opaca aún que los estrictos mecanismos que regulan los fondos para la investigación científica.

Sobre la incertidumbre, y el franco enojo, que hay en el ámbito académico y científico del país por la extinción de fondos y fideicomisos, conversé con dos colegas de la Universidad Veracruzana, quienes amablemente aportaron su punto de vista y aceptaron que se publicara en este texto. Su perspectiva es interesante y muy valiosa por muchas razones, entre otras, porque ofrece una pincelada de la forma en que se hace ciencia en una universidad pública del interior del país; además, porque deja ver la trascendencia de su trabajo en la formación de las nuevas generaciones de profesionistas (químicos y químicas), así como la importancia de los financiamientos para la adquisición de equipo científico disponible para los y las estudiantes; asimismo, porque su experiencia es muy interesante al haber construido un laboratorio de investigación desde cero, incluso aportando recursos personales. En fin, propongo a usted leer parte de la transcripción de la plática que tuve con las Doctoras R y E (quienes pidieron omitir sus nombres), a quienes agradezco su tiempo y su amistad. A pregunta expresa sobre su opinión de la desaparición de fondos y fideicomisos, respondieron:

 

Hasta aquí los testimonios, resumidos, de las doctoras R y E.

La desaparición de los fondos y fideicomisos implica otro riesgo más: el ambiente de hostilidad en contra de artistas, creadores, científicos y académicos, por gozar de “privilegios” y “canonjías”. No es así, al menos no para la mayoría. Como usted ha podido observar a través de las palabras de las colegas de la Universidad Veracruzana, las condiciones en que se crea conocimiento científico en las universidades públicas del interior del país son de mucha precariedad.

Aniquilar los fondos y los fideicomisos sin generar las estructuras, las reglas de operación y la normatividad que garanticen la inversión en ciencia y tecnología significa comprometer el futuro del país. No debemos permitirlo.

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