EZLN–AMLO: ¿una mesa de diálogo?

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El pasado seis de julio, Andrés Manuel López Obrador incursionó por vez primera en territorio zapatista como presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Lo hizo visitando una comunidad emblemática en la historia del EZLN: Guadalupe Tepeyac.

 

Breviario sobre la historia emblemática de Guadalupe Tepeyac

En Guadalupe Tepeyac se llevó a cabo la primera Convención Nacional Democrática, convocada por el EZLN en agosto de 1994. La plenaria tuvo lugar en un escenario surrealista construido con gradas escalonadas en la pendiente de una montaña, bautizado como Aguascalientes, en alusión a la Soberana Convención Revolucionaria de 1910.

Corría el año de 1995, y en el proceso de negociación entre el EZLN y el gobierno de Ernesto Zedillo ambas partes se habían citado el 9 de febrero para dar continuidad al diálogo; por el lado guerrillero estarían los principales comandantes del EZLN, incluido el subcomandante Marcos; por parte del gobierno mexicano estaría el entonces Secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma Barragán, hoy Secretario de Educación del gobierno de López Obrador. La comandancia del EZLN sí llegó al encuentro, pero el Secretario de Gobernación, no; en su lugar llegaron varios batallones y regimientos del Ejército Mexicano, incluyendo la Fuerza Aérea, con la finalidad de capturar a los altos mandos del EZLN. Ese lamentable episodio gubernamental se conoció como La Traición de Febrero de 1995.

La comandancia del EZLN y diversas poblaciones zapatistas de las zonas Altos, Norte y Selva se replegaron a las montañas. Todos los pobladores de Guadalupe Tepeyac abandonaron su comunidad. El Ejército Mexicano irrumpió en Guadalupe Tepeyac, tomó el pueblo en su totalidad y destruyó el Aguascalientes zapatista, “el barco selvático de Fitzcarraldo”, como le llamaría el subcomandante Marcos.

A finales de ese mismo año, el EZLN convocó a la creación de cinco Aguascalientes zapatistas, uno en Roberto Barrios, en la zona Norte; otros en La Garrucha y La Realidad, en la Selva Lacandona; uno más en la comunidad de Morelia, ubicada en en los límites del Altiplano Central; y el quinto en Oventic, en la zona Altos de Chiapas. En agosto de 2003, esos Aguascalientes se transformaron en lo que hoy conocemos como los Caracoles zapatistas, compuestos por entre 25 y 30 municipios autónomos.

Así de emblemático es Guadalupe Tepeyac.

 

La visita y el discurso de AMLO en Guadalupe Tepeyac

Ignoro de quién fue la idea de la visita del presidente López Obrador a Guadalupe Tepeyac. Ignoro quién lo asesoró sobre el tipo de discurso que debía ofrecer en referencia al EZLN. Ignoro también si fue mala o buena la idea de ir a ese lugar y decir lo que dijo. Sé que los grupos afines al EZLN están siendo implacables en sus críticas al mandatario y sus partidarios; sé que los grupos afines a López Obrador están siendo implacables contra el EZLN y sus seguidores. Es una espiral que parece infinita y muy posiblemente pueda molestar a unos y otros lo que quiero exponer, aunque mi fantasía es que no sea así. Voy a empezar por el lado del mandatario.

Acompañado por el gobernador chiapaneco, Rutilio Escandón, por los titulares de la Secretaría de Salud y del IMSS, Jorge Alcocer y Zoé Robledo, respectivamente, y por diversos funcionarios estatales y federales, López Obrador habló con los pobladores de Guadalupe Tepeyac y de muchas otras comunidades indígenas que estuvieron ahí presentes sobre sus programas sociales de gobierno, y dejó para la parte final el mensaje político de su discurso con dedicatoria explícita al EZLN.

El discurso dirigido al EZLN en Guadalupe Tepeyac confirmó algo que ya se percibía, el escaso conocimiento que tiene el mandatario sobre el movimiento zapatista dentro de su territorio, así como sus prejuicios hacia ellos y ellas.

AMLO:

“Respetamos mucho ese movimiento, podemos tener diferencias, pero somos respetuosos, en su momento, ese movimiento aportó bastante para que se conociera esta realidad (…).

(…) “Hay la visión de que se puede transformar de dos maneras una realidad de opresión: una forma es por la vía armada, como lo hicieron nuestros antepasados, en la Independencia, en la Reforma, en la Revolución, fueron movimientos armados, en las tres transformaciones anteriores. Esa es una forma de transformar (…)”. “Nosotros, en mi caso, que… pensamos, esa fue nuestra apuesta, que se podía transformar sin la confrontación, sin la violencia, por la vía pacífica, y por la vía electoral, a pesar de los pesares, porque participábamos en las elecciones, y nos robaban (…). (…) y así llegamos, por eso se triunfó, porque fue mucho tiempo de lucha. Fuimos perseverantes, tercos, hasta lograr esta transformación, por eso respetamos mucho al movimiento zapatista, y mi recomendación fraterna, respetuosa, es de que no nos peleemos, de que ya basta de divisiones, que necesitamos unirnos todos, como esa estrofa del himno de Chiapas, a ver quién me la recuerda…”.

Que se acabe la odiosa venganza,

Que termine por siempre el rencor,

Que una sea nuestra hermosa esperanza,

Y uno sólo también nuestro amor”.

El discurso del mandatario no fue algo preparado, es decir, no tenía algo escrito, algo cuidado; hizo lo que comúnmente hace en todos los mítines a los que asiste, habla a capela, confiado en su conocimiento sobre los temas que abordará; y a decir verdad, no tiene por qué cambiar el método, le funciona y ciertamente lo domina. Sin embargo, creo que hay lugares, actores y momentos en los que podría hacer excepciones, leer con cuidado al actor político al que se dirige, sin subestimarlo,  preparar algo mucho más estructurado, más cuidado, con mayor sentido de profundidad, y el acto de Guadalupe Tepeyac, con su destinatario, ofrecía uno de esos lugares, actores y momentos para hacerlo.

El desconocimiento que López Obrador manifiesta durante su discurso queda expuesto en las siguientes frases:

“(…) en su momento, ese movimiento aportó bastante para que se conociera esta realidad”.

El mandatario señala que el movimiento zapatista “aportó”, es decir, en tiempo pasado, como si de 1994 a la fecha no siguiera aportando. El presidente López Obrador y toda la gente que apostó por él sufrió dos enormes fraudes electorales en el 2006 y en el 2012. Fue hasta el 2018 que el hoy mandatario logró obtener en las urnas un triunfo abrumador con poco más de 30 millones de votos, pero del 2006 al 2018 pasaron 12 años, y mientras el hoy mandatario hacía y rehacía sus campañas, el movimiento zapatista siguió construyendo clínicas, hospitales, escuelas, cooperativas, entre otras acciones, que a la fecha operan en las diversas geografías del territorio indígena de Chiapas, es decir, con escasos recursos construyó un proyecto estructural, un gobierno indígena y autónomo, con todo lo que eso implica. Si tuviera alguien cercano que le informara lo que ahí se ha construido, muy posiblemente diría otra cosa.

El presidente también señala:

“(…) Hay la visión de que se puede transformar de dos maneras una realidad de opresión: una forma es por la vía armada; (...) Nosotros, en mi caso… pensamos, esa fue nuestra apuesta, que se podía transformar sin la confrontación, sin la violencia, por la vía pacífica y por la vía electoral; (…) Fuimos perseverantes, tercos, hasta lograr esta transformación, por eso respetamos mucho al movimiento zapatista, y mi recomendación fraterna, respetuosa, es de que no nos peleemos, de que ya basta de divisiones, que necesitamos unirnos todos (…)”.

López Obrador infiere que el EZLN sigue apostando por la vía armada, a pesar de que no volvió a disparar un tiro desde la tregua pactada en los primeros 12 días de 1994.

En el territorio indígena de Chiapas, es decir, en las zonas Altos, Norte y Selva, desde el 2003, año en que se crearon las Juntas de Buen Gobierno (autoridades indígenas regionales) y los Caracoles, existen dos tipos de autoridades, las oficiales y las autónomas zapatistas. Miles de familias de distintas comunidades aplican el derecho de autoadscripción, es decir, si se presenta un conflicto agrario, penal, civil o de cualquier otra índole, las familias u organizaciones indígenas y campesinas pueden elegir si quieren resolver su problema con autoridades oficiales o autónomas; sin importar su filiación política, muchas familias acuden a las clínicas y hospitales zapatistas, donde por vez primera han sido atendidas por indígenas, en su idioma y con respeto. Se escribe fácil, pero construir eso implica muchas cosas, particularmente, organización, táctica, estrategia... y muchos pueblos.

Si alguien le informara adecuadamente al presidente López Obrador, sabría que desde hace por lo menos dos décadas los zapatistas han rescatado a miles de centroamericanos que cruzan con rumbo a los Estados Unidos, transportados y explotados por “coyotes”. Sabría que han tenido que lidiar con cárteles de la droga y traficantes de indocumentados. Sabría también que, a pesar de que mucha gente los juzga por no hacer uso de las armas contra los grupos paramilitares indígenas que atacan poblados, ellos y las Juntas de Buen Gobierno han logrado a lo largo de los años desactivar conflictos entre organizaciones indígenas confrontadas entre sí, a través de una pertinente mediación pacífica.

Si el presidente de México quiere que se dé un trato adecuado a las comunidades indígenas en clínicas y hospitales, podría intentar acercarse a quienes lograron prácticamente terminar con las muertes maternas por desatención, discriminación y pobreza extrema.

Hay mucho que contar al respecto, y no culpo al presidente López Obrador de no tener conocimiento de esto, pero sería muy útil que lo tuviera, por muchas razones, entre ellas, impulsar en las leyes mexicanas y en los hechos la implementación real de la libre determinación de los pueblos indígenas, sin asistencialismos, sin mirar para abajo al “pobrecito” indígena al que hay que ayudar.

Esto no es una apología del zapatismo. A lo largo de los años, también ellos han cometido y comenten errores, ¿quién se salva de eso?

 

Algunas acciones del EZLN

Si hay algo en lo que se parecen los altos mandos del EZLN y los “fieles” zapatistas, y López Obrador y los “fieles” lopezobradoristas es en la intolerancia a la crítica. Unos y otros acusan de traidor o adversario al que disiente con la línea ordenada o con el mando.

La simpatía de la que gozaban los zapatistas la fueron perdiendo a lo largo de los años. Ellos mismos en distintos momentos lo han reconocido, ya sea a través del entonces subcomandante Marcos, hoy Galeano, o a través del subcomandante Moisés en el discurso del dos de enero pasado:

“Se los digo claro compañeras y compañeros bases de apoyo, compañeros y compañeras milicianos y milicianas, así lo vemos, estamos solos como hace veinticinco años.

“Salimos a despertar al pueblo de México y al mundo, solos, y hoy veinticinco años después vemos que estamos solos, pero sí fuimos a decirles, muchos encuentros lo hicimos, ustedes lo saben, compañeras, compañeros, ustedes fueron testigos, fuimos a despertar, fuimos a decirles a los pobres de México, del campo y la ciudad”. (https://bit.ly/2Vz5IuS)

Lo cierto que ese “solos” ya lo quisiera cualquier otro movimiento social en México (véase 2012 https://bit.ly/2XrDVRs o 2018 https://bit.ly/2AvA8oJ), pero el apoyo, en comparación y en la proporción de lo que han construido, no va como se quiere y se debe.

Esa baja en el apoyo al EZLN, ese “estamos solos como hace 25 años” del que habló el subcomandante Moisés, tiene que ver con muchos elementos, entre ellos, una ininterrumpida estrategia de contrainsurgencia diversificada en por lo menos tres acciones gubernamentales, tanto del orden federal como del estatal:

- La excesiva ocupación militar en el territorio zapatista (en 2008 documentamos 91 posiciones militares in situ sólo en territorio indígena de Chiapas, no sé ahora cuántas son).

- La creación de grupos paramilitares y grupos de choque de otras organizaciones indígenas para crear confrontaciones internas.

- La implementación de programas sociales que generan mendicidad, dividen y polarizan a las comunidades.

No son esas las únicas acciones contra el movimiento zapatista a lo largo de 25 años, con intensidades variables, sólo menciono algunas que considero relevantes.

Existe otro elemento causal del “estamos solos” que creo debe considerarse: la falta de una honesta autocrítica. Algunas decisiones y la forma de llevarlas a cabo o comunicarlas tuvieron costos importantes. Más allá de si las decisiones o rumbos elegidos eran adecuados o no, la forma de decirlos o implementarlos posiblemente no lo fue. Por poner sólo un ejemplo, el caso de la precandidata a la presidencia de la República, Marichuy, provocó enojo y desconcierto entre integrantes del Congreso Nacional Indígena (CNI) y muchos otros simpatizantes o militantes, no porque fuera Marichuy la candidata, sino por el hecho de lanzar una iniciativa de esa naturaleza, contraria a la postura antisistémica que el EZLN había sostenido. Puede haber sido una buena o mala decisión, pero las formas no fueron las mejores. La baja votación que obtuvo no puede explicarse sólo a partir del sistema racista que impera en México, también tuvo que ver con otras decisiones y modos que ha adoptado la comandancia del EZLN en el pasado. En otro momento hubiera obtenido mínimamente un millón de firmas y en forma rápida, con sistema racista o sin él. Adentro, nadie o casi nadie podía inconformarse públicamente, ni siquiera en asambleas pequeñas, el costo podía ser alto, y lo fue para algunos… la exclusión. La decisión estaba tomada y se iba a llevar a cabo.

Es lo mismo que uno puede ver en el lopezobradorismo o en Morena. Ser de Morena, de la 4T, o funcionario del gobierno de López Obrador y hacer crítica fuerte, puede costar muy caro, puede significar quedar excluido del petit comité, no ser bendecido con una candidatura a gobernador, a diputado, senador, presidente municipal o síndico, entre otras posiciones, y en las redes sociales los pueden hacer pedazos. La diferencia es que ya ganaron la presidencia y el Congreso, pero esto es finito, en 5 años y medio puede cambiar el tablero político si no ajustan las formas y los modos en la toma de decisiones, en los procesos democráticos, en la simulación de consultas y otros demonios, y esto corre desde el presidente de la República hasta los dirigentes, legisladores y funcionarios de Morena, entre otros actores. En un descuido perdemos al actual mandatario en dos años y meses con la consulta revocatoria. Ojalá que la soberbia de algunos miembros de la 4T no nos lleve de regreso a la otra pesadilla.

 

EZLN-AMLO, el escenario entrampado

Para nadie es un secreto la fractura pública que tuvo el EZLN con López Obrador en el año 2006, y tampoco que el modelo político y económico del gobierno lopezobradorista no es del gusto del movimiento zapatista ni de otros sectores ubicados en la izquierda más radical, que lo consideran como un modelo neoliberal, y advierten que es “lo mismo” que los anteriores.

Para nadie es un secreto tampoco que el presidente Andrés Manuel López Obrador no simpatiza con el movimiento zapatista; lo hizo en algún tiempo, pero eso fue cambiando gradualmente desde que fue Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, y se materializó la fractura en su primera campaña política para contender por la presidencia de la República en el año 2006.

Las diferencias entre el movimiento zapatista y el CNI con López Obrador y varios de sus proyectos, son amplias: Tren Maya, Corredor Transísmico, Sembrando Vida, son sólo algunos ejemplos. De alguna forma, el presidente no perdona al EZLN su falta de apoyo en las elecciones del 2006, 2012 y 2018. El trato que dio al asesinato de Samir Flores, miembro del CNI y líder opositor a la termoeléctrica de Morelos, en febrero pasado, es un ejemplo de ello; de hecho, sólo el día del crimen mencionó su nombre, Samir, nunca más lo ha vuelto a mencionar.

Leer o escuchar al EZLN o a alguno de sus incondicionales reconocer aportaciones importantes del gobierno de López Obrador, sea en el combate a la corrupción, que no es un asunto menor por todas sus implicaciones, o en programas de gobierno valiosos, como las pensiones, por citar sólo uno, sería algo milagroso. Escuchar al mandatario mexicano reconocer con franqueza el aporte que han hecho y siguen haciendo los zapatistas en el marco de su libre determinación como pueblos indígenas, es una fantasía. Si el distanciamiento entre los pueblos zapatistas y el presidente López Obrador se mantiene, será otro sexenio perdido en la búsqueda de una solución pacífica al conflicto armado en Chiapas y en la construcción de una nueva relación entre los pueblos indígenas y el Estado mexicano. ¿Por qué no construir una nueva mesa de diálogo? ¿En qué beneficia el distanciamiento a unos y otros? ¿En qué les perjudica?

Señalar que López Obrador es lo mismo que Peña Nieto o Felipe Calderón es perder el sentido de la proporción o es opinar con medio hemisferio y todo el estómago. No es igual, ni de cerca, aunque puedan no gustarnos muchas de sus decisiones o acciones. Algunas de sus políticas públicas se centran en regresar al Estado sus obligaciones con el pueblo de México, otras son de naturaleza neoliberal, es decir, es un proyecto lleno de contradicciones (quién se salva de eso), un híbrido que tiene lo que nos gusta y lo que no nos gusta, y pelearle al Estado o al gobierno lo que no nos gusta es parte de las batallas infinitas de una guerra infinita llena de derrotas y de algunos triunfos, pero es la brega del día a día y eso no va cambiar.

Señalar que el EZLN o las organizaciones que se oponen a los proyectos del Tren Maya o el Corredor Transísmico son una suerte de “izquierda conservadora”, es por demás triste y corto de miras.

No es lo mismo la ambición sin escrúpulos y la mediocridad de empresarios como  Claudio X. González, organizaciones como la Coparmex, o periodistas como De Mauleón, los Krauze, Gómez Leyva, Ricardo Alemán, Loret de Mola, López Doriga, entre otros, que el papel de organizaciones sociales de base, que llevan todas las vidas (así en plural) luchando por democracia, libertad y justicia.

¿Qué ganaría López Obrador y qué ganaría el EZLN si se sentaran a una nueva mesa de diálogo? ¿Qué ganaría el congreso mexicano? No me meto en la posible agenda, pero creo que ambos bandos tienen suficientes actores, inteligentes y sensibles, para construir un proceso de negociación con posibles resultados históricos para todos los pueblos indígenas de México, y que podría rendir frutos insospechados para lo que podría realmente ser una Cuarta Transformación.

Ojalá el presidente Andrés Manuel López Obrador se atreva a lanzar al EZLN la propuesta de reconstruir una Mesa de Diálogo que rompa con la inercia de años pasados y las descalificaciones recíprocas en los próximos 5 años y medio. Ninguno de los dos va a obtener todo, como es ley de vida, pero lo que podría reactivarse y lograrse se convertiría en una fuente de nutrientes puros para el gobierno y para los pueblos zapatistas e indígenas de México.

El mandatario mexicano dice con frecuencia que “política es optar entre inconvenientes”. Alguna vez el subcomandante Marcos dijo “había que darle una oportunidad a la palabra”.

¿Y si le damos una oportunidad a la palabra optando entre inconvenientes?

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Comentarios4
  • Ricardo Covarrubias N

    excelente texto de un Excelente Periodista. Observación 1: el semidios peje Todo lo sabe respecto de sus adversarios. más del EZLN. hacerse el peje es otra de sus socorridas estrategias como político tradicional de l@s capitalistas.
    Pregunta 1 ¿ Negociar la Imposición de megaproyectos neoliberales cuando se aproxima la furia del cataclismo ambiental ?
    Gracias Sr. Ledezma por su brillante aportación. Ojala la lea el ganso-serpiente

    Responder
    9 julio, 2019
  • Minerva Del Riego

    ¡Excelente texto! Retomo una oración que, para mí, es fundamental: Ojalá que la soberbia de algunos miembros de la 4T no nos lleve de regreso a la otra pesadilla. ¡Enhorabuena!

    Responder
    9 julio, 2019
  • Araceli Linares

    AMLO jamás acudiría a una mesa de diálogo con el EZLN con verdadero ánimo ya no se diga de negociación, sino de hablar con la verdad, los intereses que mueve el dinero no pueden ser compatibles con los que mueve a los zapatistas que es la dignidad al ser humano y el respeto a la madre tierra...

    Responder
    9 julio, 2019
  • Rocío Albarrán

    Creo que hay interés por parte del nuevo gobierno, pero para que haya diálogo debe haber dos partes como mínimo con disposición de colaborar. El problema es que, por parte del nuevo gobierno necesitan personal que conozca el modo de vida de los zapatistas lo suficiente como para no seguir con las torpezas de los anteriores gobiernos. Y de parte de los zapatistas, los miembros que siempre dan la cara por el movimiento terminan discutiendo asuntos que no corresponden a las necesidades de sus comunidades. Galeano es un buen ejemplo. El control de los recursos seguirá siendo el talón de Aquiles en los intentos de llegar a un acuerdo. Y la población que no quiere conflictos seguirá siendo la más afectada, no los dirigentes.

    Responder
    10 julio, 2019

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