El placer de leer

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Washington – Leer es un gran placer, como lo fue observar atestados los pasillos entre los estantes de libros de las diferentes casas editoriales y universidades que se presentaron en la edición número 33 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

 

Enriquece el espíritu ver a miles de jóvenes y niños revisar los libros, porque es una muestra más de la gran cultura mexicana.

 

En esta ocasión, la FIL de Guadalajara, dedicada a la India, fue un éxito inobjetable de los organizadores, reflejado en el número de asistentes.

 

Mi regreso a la “perla tapatía” como ponente para presentar dos de mis libros: “El juicio, crónica de la caída del Chapo” y mi primera novela, “Tu cabello es la frontera”, del grupo editorial Penguin Random House bajo el sello Grijalbo, me valió para constatar que los mexicanos amamos la lectura.

 

Yo que vivo en Estados Unidos, veo con tristeza como cada vez hay menos librerías, y las que quedan son una especie en peligro de extinción. Me sentí orgulloso de que mi México querido siga contando con esos tesoros que son las librerías.

 

Sé que no todos los que asisten a las ferias de libros son ávidos lectores, pero el hecho de asistir despierta el hambre de sumergirse en los libros y nuestra cultura es por ello de una riqueza inagotable.

 

La FIL de Guadalajara contó este año con grandes ponentes de las letras, como el peruano y premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa; los escritores mexicanos Benito Taibo y Enrique Serna; el argentino Eduardo Sacheri, la chilena Carla Guelfenbein y decenas de escritores de todo el mundo y de todos los géneros.

Compartir momentos en la FIL de Guadalajara con colegas periodistas, amigos escritores y el público que amablemente acudió a mi presentación, no tiene precio. Me embarga la alegría y puedo presumir abiertamente de que a los mexicanos nos gusta leer.

 

El alto costo de algunos libros hace que éstos no sean accesibles para todo mundo, pero en la FIL de Guadalajara, como en todas las ferias que se llevan a cabo en el país, se encuentran libros para todos los presupuestos. Pasé muchos minutos revisando los estantes donde vendían libros usados -son una maravilla, créanme-, y pude comprobar que muchos jóvenes los adquirían a precios modestos.

 

Aplaudo a esos libreros que se han dedicado a fortalecer nuestra cultura con la venta de libros usados. “No hay nada como el olor de un libro nuevo”, me han dicho varios amigos y colegas cuando le quitan el plástico a los libros recién salidos de la imprenta. Cierto, comparto la observación, pero nuevo, usado o viejo, un libro es un gran tesoro.

 

En el hotel donde me hospedé, la alegría por estar en la FIL de Guadalajara me invadía muy temprano por la mañana. La ventana de mi habitación daba justo a la entrada de la Expo Guadalajara y desde las 6:30 horas observé como en los alrededores del inmueble se formaban enormes filas dobles y hasta triples de estudiantes, que por mandato de sus escuelas o por voluntad propia acudían a la fiesta y estaban ansiosos por entrar.

 

Nunca observé a un solo estudiante a disgusto. Estaban felices porque saben que en las ferias de libros hay de todo y para todos, y no solamente libros.

 

El hecho de que las nuevas generaciones de mexicanos se interesen por tomar un libro de las estanterías ya es un bono para nuestra cultura y para fomentar el hábito de la lectura. Los potenciales lectores son la fuente de inspiración de cualquier escritor y hasta de tecleadores como su servidor.

Aplaudo a mi México por ser sede de eventos tan importantes para el mundo como la FIL de Guadalajara.

 

En una tertulia de letras, comida y tragos con un amigo y colega colombiano, él me dijo: “Jesús, ahorro todo el año para asistir a esta feria de libros. Envidio a tu país por organizar eventos como este. Mis sacrificios económicos se disipan cuando entro a la Expo de Guadalajara y veo la alegría en los ojos de quienes asistimos. Si tengo que vender mi alma, la vendo, pero no dejaré de venir a la FIL de Guadalajara”.

 

Reitero, no hay placer comparable a leer un libro. Debemos seguir enriqueciendo nuestra cultura. Hagamos del hábito de la lectura una epidemia mundial, y les advierto: para ese mal no existe cura.

 

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