El ministro y el carpintero

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Washington - La renuncia de Eduardo Medina Mora a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) es el último capítulo en la lucha de México contra la corrupción.

 

Arrinconado por la investigación que lleva a cabo en su contra la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la Fiscalía General de la República (FGR), por sospechas de lavado de dinero y enriquecimiento ilícito, Medina Mora optó por la puerta falsa.

 

La nebulosa historia de Medina Mora como funcionario público está atada a los sexenios de abuso de poder, corrupción e impunidad de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

 

A su cargo estuvieron los servicios de inteligencia y espionaje del país, a través del Cisen; la procuración de justicia, como titular de la extinta Procuraduría General de la República (PGR); y la representación diplomática en Washington D.C. y Gran Bretaña.

 

La amistad que tejió con Peña Nieto a través de los favores que le hizo para ocultar sus actos de infidelidad cuando el expresidente era gobernador del Estado de México, lo rescataron de la ignominia. Peña le devolvió el favor haciéndolo embajador en la capital estadounidense y, eventualmente, sin tener los requerimientos necesarios, integrante de la SCJN.

 

Ya es de todos sabido que como magistrado Medina Mora fue quien usó su poder en la Corte para impedir que en el estado de Chihuahua se ahondara en la investigación sobre los desvíos de dinero de la Hacienda federal a las arcas proselitistas del PRI, a través del ex gobernador César Duarte, prófugo de la justicia.

 

En ese embrollo, la intervención de Medina Mora sirvió para ocultar temporalmente el papel de Luis Videgaray Caso, que era el Secretario de Hacienda de Peña Nieto cuando se realizaron los desfalcos al Estado para usarlos a favor del PRI con fines proselitistas.

 

Fue hasta hace unas semanas que la UFI dio a conocer que investigaba a Medina Mora, por transferencias de dinero a cuentas bancarias en el extranjero que lo involucran a él y a su familia.

 

Aparentemente, el proceso en su contra fue el detonante para que el ministro presentara su renuncia la semana pasada al presidente Andrés Manuel López Obrador, quien la aceptó inmediatamente.

 

En los círculos de poder y en el gremio periodístico se habla de que la renuncia de Medina Mora es un arreglo, de que el atribulado, protector y luego protegido de Peña Nieto, arregló su salida a cambio de que se archive la investigación de la UFI.

 

Aunque este presunto compromiso de Medina Mora con el gobierno de López Obrador es sólo una especulación, en un país como el nuestro, acostumbrado a la impunidad para los ricos y corruptos abusadores del poder, no suena a cuento guajiro.

 

La renuncia de Medina Mora es una gran oportunidad para el gobierno mexicano de enfatizar el cambio que significó la elección de julio de 2018. Sería una grosería y una traición a los mexicanos que la UIF no concluyera la pesquisa y que Medina Mora se saliera con la suya, quedándose con el dinero cuya procedencia no pudiera demostrar.

 

Para poner las cosas en contexto, expongo dos cosas: primero, que cuando estuvo al frente de la PGR en el sexenio de Calderón, Medina Mora contribuyó con su silencio a las inconclusas investigaciones sobre miles y miles de casos de personas desaparecidas y violaciones a los derechos humanos por parte de las fuerzas del Estado. Segundo, que como integrante de la SCJN abogó porque en el caso de Chihuahua los priistas como Duarte se salieran con la suya, y dio lugar a que otros, como Videgaray Caso y Manlio Fabio Beltrones (presidente del CEN del PRI cuando ocurrió el desvío del dinero), anden tan campantes como si no hubiesen contribuido con su anuencia al saqueo de las arcas nacionales.

 

No entiendo cómo funcionarios públicos de la talla de Medina Mora se atreven a mirar el rostro de un país lleno de pobres como México, mientras hacen lo que sea necesario con tal de que no les toquen sus riquezas, surgidas posiblemente de la corrupción.

 

Como carpintero que construyó su puerta para salir por atrás y con el rabo entre las patas, Medina Mora esta reprobado. Toca a López Obrador demostrar que el perdón y el olvido no serán el rasero para todo presunto acto de corrupción. Ya estamos hasta el tope de enterarnos de tanto abuso y corrupción en el pasado reciente y de que a los artífices de esos delitos, responsables de que haya tanto mexicano sumido en la pobreza, el viento ni siquiera los despeine porque sus pecados les son perdonados.

 

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