El fin del neoliberalismo…

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El mundo ha cambiado en los últimos años. La derrota global del modelo económico neoliberal, esa fábrica de miseria para millones y riqueza desmedida para un puñado, se ha hecho cada día más visible en todos los rincones del orbe.

Las sociedades han ido descubriendo la gran estafa. Ese modelo, creado en los años 40 del siglo pasado, no era sólo antiestatista, no sólo pugnaba por reducir a su mínima expresión la presencia de los Estados en la economía, sino que su objetivo era otro: aumentar a su máxima expresión el control de los barones del capital en la toma de decisiones.

Sobreponer el poder económico al poder político y al poder social, y con ello defender sólo los intereses de esa casta voraz, insaciable, no los intereses de todos.

En síntesis, en menos de medio siglo de vigencia, el neoliberalismo ni construyó democracia ni produjo bienestar, sólo impuso plutocracia: un gobierno de los potentados, sólo con los potentados y sólo para los potentados.

Y el viraje que poco a poco atestiguamos en el mundo, nos da una muestra clara de sus efectos y sus alcances: una Europa furiosa por la pérdida de su apreciado Estado de Bienestar, una África devastada por el saqueo y el hambre, una Asia plagada de desigualdad y miseria, una América ensangrentada, timada.

Lo que vivimos en México en estos meses, el gran cambio que hemos comenzado a atestiguar, no es un fenómeno político y social original o aislado, es la consecuencia de un hartazgo profundo y también de un despertar, que va más allá de nosotros los mexicanos.

Hartazgo por el saqueo. Porque nos quitaron nuestra industria, nuestro comercio, nuestro petróleo, nuestra energía eléctrica; destruyeron nuestra agricultura y ganadería, nuestra pesca, nuestro sistema de salud, nuestro aparato educativo. Acabaron con nuestras jubilaciones, expoliaron las minas, asfixiaron nuestra aviación, se quedaron con nuestras industrias, carreteras, las playas, selvas, los bosques… y nos hicieron creer que eso era bueno.

Hartazgo por la mentira. Porque cambiaron los planes de estudio para que nuestro sistema educativo vomitara mano de obra barata e ignorante, mientras se desarticulaba la educación media, superior, los sindicatos, la conciencia de clase; desde los medios y las industrias culturales moldeaban un pensamiento de masas sin crítica, que menospreciaba su origen obrero, campesino, y que renegaba de lo colectivo para adorar lo individual. Nos desunieron y nos desarraigaron para someternos a todos.

Owen Jones, uno de los intelectuales y activistas antineoliberales más destacados de Inglaterra, autor de la extraordinaria Chavs, la demonización de la clase obrera y de El establishment, la casta al desnudo, habla de la creación de un estereotipo, el obrero y trabajador parásito, que es flojo, vago, alcohólico, ignorante, antisocial, estorboso, medieval y guarro; en contraposición con otro estereotipo, el del rico que produce, piensa, es sensato, sofisticado y benefactor. Devela todos los paradigmas neoliberales, esos que responsabilizan al obrero por su condición de pobreza, sin asumir que esa condición es producto de explotación flagrante y decretada desde el poder.

El neoliberalismo en el mundo, en suma, dejó mucho hartazgo, sí, pero también un despertar.

Como en otras naciones está ocurriendo en estos días, la sociedad mexicana marcó un alto enfático a ese saqueo, dijo “¡YA BASTA!”, así, con mayúsculas, y convirtió en acción social lo que era apenas una frase utópica: otro mundo es posible.

Para entender todos los cambios que ocurren y ocurrirán en los próximos meses, años, hay que abrir bien los ojos, el juicio y las expectativas.

Lo que ocurrirá, como en cualquier cambio social, será un periodo de tensión entre el viejo modelo y el modelo emergente. Una disputa en la que las viejas estructuras crujirán en su resistencia a derrumbarse, mientras los nuevos andamiajes sociales van tomando la forma definitiva que habrán de presentar.

Dicen algunos analistas europeos que las opciones para recuperar las condiciones del bienestar colectivo siempre dependerán de la cohesión social, de la adecuada organización de las sociedades y de no perder el objetivo común que las volvió a unir tras décadas de individualismo.

El fin del neoliberalismo está próximo, el mundo ha cambiado en los últimos años hacia esa certeza. Sólo resta pensar muy bien, juntos, en colectivo, en democracia, qué modelo puede ser mejor para que este país y esta sociedad vuelvan a ser equitativos, igualitarios, justos y recuperen todo lo que les robaron.

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