El debate: primeras tres entradas (Margensur)

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3 / Facebook: Alejandro Saldaña

 

 

El debate: primeras tres entradas 

 

El béisbol es el único campo o empresa en la que un hombre que triunfa tres de cada diez veces, es considerado un buen elemento. 

Ted William 

 

Escribo este artículo antes del debate, con ánimo beisbolero y en tres tercios. En esta entrega comento el primer tercio, las tres primeras entradas, del debate presidencial rumbo a la elección del 1º de julio. Las siguientes tres entradas serán el 22 de mayo en Tijuana y posteriormente el 12 de junio en Mérida se vivirán los últimos episodios. 

Al momento en que usted, amable lector, siga estas líneas el primer tercio del debate habrá concluido con un claro ganador: el que cada medio de comunicación o grupo de opinión haya visto salir con el triunfo. Ricardo Anaya se ha proclamado ganador del primer debate (cuatro días antes) en Google a través de publicidad pagada, por lo que no sería en lo absoluto extraño que Anaya sea el “ganador”, habida cuenta que según las encuestas está en un lejano segundo lugar y Meade de plano no levanta ni con levadura. Si con su “triunfo” en el debate se le da artificialmente un empujón de 4-5 puntos porcentuales, el establishment se dará por bien servido. Esto es, Anaya se perfila como el ganador del debate, antes de que ocurra. Y con toda seguridad las encuestas demostrarán su contundente triunfo. Lo he escrito en otras ocasiones en esta misma columna: el candidato del establishment es Anaya, más que Meade. 

Lejos de ser un ejercicio de intercambio de críticas, ideas y propuestas programáticas, los debates son un momento para el escarnio, la denostación y el ataque a mansalva contra quien puntea en las encuestas. Por eso los debates presidenciales en México se parecen tanto al beisbol, de allí la analogía. 

El béisbol es un deporte complejo y difícil de jugar; es tan complicado que un bateador que falla 7 de cada 10 turnos al bate es considerado un gran jugador, puesto que pega de hit en tres ocasiones: porcentaje de bateo de .300 y por lo tanto tercero o cuarto en el orden al bate. Las más de las veces un buen bateador –que falla 7 de cada 10- se enfrenta él solo contra nueve jugadores del equipo contrario. Nueve contra uno, así es la ecuación mínima en el beisbol de la que pueden derivar cientos de miles de combinaciones. Nueve que brincan al terreno de juego con estrategia, capacidad, habilidad, trucos y mañas para enfrentar a un solo bateador que dispone de su bate, su capacidad, su fuerza mental, su agudeza y mucho desenfado para estar relajado y poner la bola en juego.  

Así el primer debate: todos contra uno. En este caso no son nueve, sino siete contra uno: Meade, Anaya, Margarita, El Bronco y los tres “moderadores” Azucena Uresti, Denise Maerker y Sergio Sarmiento, furiosos anti Peje, contra el bateador en el plato: Andrés Manuel López Obrador. Porque de eso se tratan las tres primeras entradas de este debate: todos contra AMLO. Ninguno de los cuatro (de los siete en realidad) tiene opción: o le tiran con todo al candidato de la alianza “Juntos Haremos Historia” o se anulan a sí mismos. Si no van a tirarle con todo a AMLO, ¿a qué van al debate? 

En este primer debate los temas del debate son (fueron): 

  1. Combate a la corrupción e impunidad 
  1. Seguridad pública y violencia 
  1. Democracia, pluralismo y derecho de grupos en situación de vulnerabilidad 

 

En la primera entrada del debate: combate a la corrupción e impunidad, ni Anaya, ni Meade tampoco Margarita o el mansito Bronco tienen mucho qué decir, más que generalidades, evasivas y gritos señalando “al ladrón, al ladrón” para eludir su responsabilidad en transas, cochupos y componendas. Partícipes gozosos e impune de los festines de la corrupción, ni Anaya, ni Meade, ni Margarita ni el Bronco tienen la calidad ética ni el aval jurídico (salvo un moche) para construir un argumento sólido y veraz frente a AMLO. Para Meade su silencio para denunciar la corrupción durante veinte años en el gobierno federal es una loza muy pesada. Para Anaya, sus turbios negocios inmobiliarios le inhabilitan para construir una opción medianamente creíble para luchar contra la corrupción. Margarita y el Bronco juegan en ligas menores, pero con signos de corrupción imborrables (como las firmas piratas para el registro del ex gobernador de Nuevo León). Sin discurso propio ni estatura ética para enarbolar, es predecible que los cuatro dediquen su tiempo a tirarle bolas ensalivadas al López Obrador, sobre todo por Napoleón Gómez y otros impresentables en sus filas. 

En la segunda entrada pasa más o menos lo mismo. En temas de seguridad pública y violencia poco pueden abonar los tres candidatos y la candidata mencionados. La larga cola ensangrentada que arrastran Meade (secretario de estado en los dos sexenios más violentos de México), Anaya y Margarita por su militancia en el PAN avalando las políticas de exterminio, son huellas imborrables que pesan en la conciencia y la memoria de miles de familias en México. Quizás el Bronco se salva un poco, pero Nuevo León bajo su gobierno tampoco puede preciarse de haber achicado la inseguridad. Nuevamente, López Obrador tiene la hoja de vida más transparente en materia de seguridad, habida cuenta de las buenas cuentas que entregó en la Ciudad de México. 

Por cuanto a la democracia, el pluralismo y los grupos en situación vulnerable es de esperarse largas peroratas de demagogia y acusaciones a fuego cruzado: todos contra todos; de darse este escenario AMLO sería el que mayor ventaja pudiera sacar, siempre y cuando no trastabille consigo mismo y cometa algún error de grandes proporciones. 

Termino este texto una hora después del debate. Lo que escribí anteriormente se cumplió más o menos, con algunas salvedades: la inteligencia de Meade brilló por su ausencia, Margarita mantuvo silencio durante casi veinte minutos para después farfullar a gritos, el Bronco eructó sandeces y Anaya, preciso y ágil en sus intervenciones, tuvo que soportar el desdén de López Obrador y peor aún, su falta de credibilidad. Ricardo Anaya es un buen polemista, sin duda, pero en esta ocasión le tocó hacer boxeo de sombra. Anaya tiene un grave problema: él mismo. Su convicción es forzada, impostada, carente de profundidad y por ende, inverosímil.  

El Peje, por su parte, simplemente dejó pasar las bolas malas y conectó alguna que otra pelota en batazos poco efectivos, pero que le permitieron seguir en la caja de bateo. Excepto al final. López Obrador tuvo un gran cierre aludiendo a las grandes transformaciones en la historia de México: la Independencia, la Reforma, la Revolución y la cuarta transformación, por él encabezada. López Obrador cerró bien. No fue un gran jonrón, simplemente colocó la pelota fuera del alcance del equipo contrario. Con eso, tomó la primera base. Y puso a los demás a la defensiva. 

Sin embargo y como decía Yogui Berra: “esto no se acaba hasta que se acaba”. Falta mucho partido por jugar. 

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Comentario 1
  • Juan Torres Cano

    Muy bueno e interesante el artículo relativo al primer debate de los candidatos a la presidencia de México. También muy ameno al relacionar el evento con un partido de béisbol. En efecto es muy similar la estrategia béisbolera con la guerra de ecusaciones y golpes bajos del debate.

    Responder
    24 abril, 2018

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